La piratería no tiene límites: si una película es exitosa desde su estreno en cines, al poco tiempo está a la venta en cualquier puesto de discos sobre la calle, y lo mismo pasa hoy en día con las series más populares estrenadas en los servicios SVODs (suscripción por video bajo demanda, por sus siglas en inglés), como Netflix.
Desde hace una semana, El juego del calamar, serie surcoreana que se ha convertido en tendencia en todo el mundo, se vende en formato de DVD (disco versátil digital) a un precio de 15 pesos en los puestos de películas pirata instalados en el primer cuadro del municipio.
—Se está vendiendo bien —dice quien atiende uno de estos puestos y presume que los nueve episodios vienen en un solo disco. En la televisión del fondo, mientras tanto, se reproduce la escena en que los jugadores juegan “muévete, luz verde”, ante la presencia de una niña que también atiende a los clientes.
La piratería es el delito que consiste en realizar copias de obras musicales y cinematográficas, principalmente, sin el consentimiento del titular de los derechos de autor. En México, se trata de un delito que se persigue de oficio y que es penalizada con hasta seis años de cárcel. Sin embargo, muchos lo consideran un delito menor, algo que también puede observarse en el actuar de las autoridades, que suelen limitarse a realizar operativos para decomisar discos, sin ejercer acciones penales.
Sin embargo, especialistas han coincidido en que, además del daño que causa la piratería al a la propiedad intelectual, sus efectos nocivos se pueden percibirse en las condiciones de seguridad que genera su existencia.
“Olvidamos la cadena que permite que ese producto se exhiba”, alertó recientemente Francisco Rivas, director del Observatorio Nacional Ciudadano, durante una charla sobre el tema ofrecida por el Instituto Tecnológico de Monterrey en la Ciudad de México.
De acuerdo con los resultados de una encuesta promovida por el Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual (IMPI) en 2019, el 85 por ciento de la población encuestada admitió haber comprado piratería alguna vez en su vida, predominando el consumo de películas, música y calzado.