Los independentistas catalanes pusieron ayer los cimientos para una nueva investidura de su líder Carles Puigdemont, instalado en Bélgica, augurando un nuevo choque con el gobierno español tras el fallido intento de secesión de finales de octubre.
En la primera sesión parlamentaria desde entonces, los separatistas retomaron el control del parlamento regional y pusieron al frente a uno de sus diputados, Roger Torrent, izquierdista de 38 años, que se impuso con 65 votos contra 56 del candidato opositor.
También consiguieron controlar el órgano rector de la institución, con cuatro de sus siete miembros surgidos de sus filas, que en los próximos días debe decidir si permite una investidura a distancia de Puigdemont rechazada por el gobierno español de Mariano Rajoy.
Hasta ocho diputados no pudieron asistir a la sesión: cinco de ellos estaban en Bélgica, entre ellos el mismo Puigdemont, y tres más en prisiones de Madrid. En la Cámara, su ausencia se hizo notar con cuatro grandes lazos amarillos, símbolo de protesta contra su situación.
En el exterior del Parlamento, blindado por motivos de seguridad, cientos de militantes independentistas se congregaron para seguir cómo sus representantes recuperaban la institución.
El próximo paso es investir al presidente en la sesión de investidura que debe celebrarse como muy tarde el 31 de enero. Ayer la mayoría independentista delegó el voto de los tres diputados encarcelados, a los que el juez había dado permiso para hacerlo.
Esto causó la irritación de los partidos de oposición regional, entre ellos el antinacionalista de derecha Ciudadanos, que ganó las elecciones de diciembre pero no dispone de apoyos suficientes para formar gobierno.
El primer discurso de Torrent, licenciado en políticas de 38 años y alcalde izquierdista de un pueblo cerca de Girona, feudo nacionalista, supuso un cambio de tono respecto a la tensión de los últimos meses, al llamar al "diálogo y consenso" y evitar hacer referencias directas a la declaración de independencia.
Culpan a Rusia de desinformar
La Unión Europea (UE) acusó ayer a Rusia de producir miles de historias de desinformación, en una "estrategia orquestada" con el objetivo de desestabilizar al bloque.
Rusia se enfrenta a un torrente de acusaciones de interferir en una serie de crisis políticas, incluidos el referéndum de los británicos para dejar la Unión Europea, la elección del presidente Donald Trump en Estados Unidos, y la crisis de independencia catalana en España.
"La campaña de desinformación proKremlin es una estrategia orquestada, que publica las mismas historias de desinformación en todos los idiomas posibles.