/ miércoles 23 de diciembre de 2020

Con solo 250 pesos, Esperanza busca como preparar una cena de Navidad para sus cinco hijos

Ellos quisieran tamales, le han insistido, pero los 250 pesos no le alcanzan

Con solo 250 pesos como único capital, Esperanza busca entre sus “amigas” de redes sociales un consejo que le ayude a encontrar recetas para ofrecer comida rica y variada a sus cinco hijos durante la semana, pero también que le alcance para la cena de Nochebuena. Es la primera que ellos compartirán sin la violencia que vivieron durante diez años, al lado de su pareja, hasta que un día ella se armó de valor y decidió huir de los golpes y del alcoholismo.

En ese cuarto alquilado, ubicado en uno de los sectores céntricos de Guadalajara, Jalisco, destaca su único patrimonio: una cama matrimonial, una individual y la parrilla eléctrica donde cocina. Esperanza, nombre ficticio que prefiere usar para que su expareja no logre ubicarla y cumpla la amenaza de matarla si la vuelve a encontrar, sale de su desesperación y agradece “tener vida, salud y estar junto a mis hijos con la esperanza de salir adelante”.

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Al revisar las redes sociales, con el internet que le pasa su vecina, ella buscar darle un gusto a sus hijos, una cena de Nochebuena, y esperar la Navidad sin regalos. Ellos quisieran tamales, le han insistido, pero los 250 pesos no le alcanzan.

Las respuestas de “las amigas de la red” acumulan en pocas horas 158 comentarios, la mayoría de las propuestas son menús económicos, pero otras son para cuestionar las sugerencias que sobrepasan el presupuesto semanal. Hay quien enlista: “tostadas de tinga, un pozole, mole, lasaña y sopa de espagueti (sic)”.

Hay quien propone un arroz con atún, agregarle granos de elote, tostadas, una pasta en salsa Alfredo con crema y queso parmesano, con la opción de incorporar carne o camarones, además de acompañarlos con pan de ajo.

En otras intervenciones más le sugieren hacer pollo pibil y más pasta, tostadas de ceviche de soya con aguacate, piernitas de pollo en salsa de crema de champiñones, puré o ensalada de lechuga.

Las ideas siguen y hay quien dice: sopes de frijol y papas con crema, lechuga, salsa y queso, así como tostadas de cueritos y sencillas con frijol y lechuga.

Alguien más consideró hacer frijoles durante los dos primeros días de la semana, tacos dorados o enfrijoladas el miércoles y aprovechar la oferta de los supermercados para comprar bolillos a bajo precio. Le propone además que la cena de Nochebuena sea sopa aguada y quesadillas, “algo sencillo, a veces hay y a veces no hay”. Para el viernes un huevo con arroz, que es lo más económico.

Nayes le cuenta a Esperanza su propia experiencia y habla de que en esta pandemia también se ha quedado con 250 pesos a la semana “y la verdad a mí no me alcanzan, me he quedado con eso para mi semana y en tres días me los acabo. Espero en Dios que no te deje sola y acércate a algún familiar para que te apoye en caso de que no te alcance (sic)”.

Angy le recomienda comprar un pollo “grandecito” rostizado de 70 pesos y a partir de ahí haga milanesas de la pechuga y del resto, tacos dorados que le alcanzará para tres días. Jennifer agrega que al desmenuzar la carne podrá hacer tortas y combinarla con ensalada rusa. Hay quien como Juana cuestiona las respuestas y le pide “hablar con la verdad” a sus hijos.

“Lo importante es estar juntos y sanos no xk otros agan cena o fiesta nosotros tenemos k hacerlo ay k dar gracias a Dios x estar vivos mucho más los k somos sobrevivientes de covid para celebrar no es necesario k sea día de fiesta cuando uno es feliz con lo k dios nos da todos los días son d fiesta y dar gracias muchos celebran en estos días x puro formalismo x obligación pero ay k ser realista voy a comer un día para toda la semana andar mendigando esa es mi humilde opinión ay k saber medir nuestras limitaciones (sic)”.

Por suposición Ariadna preguntó por qué si había tenido dinero para “poner una recarga al celular para pedir consejos sólo le quedaban 200 pesos” con los que podía comprar frijoles y comer el resto de la semana.

Las opciones se acumulan mientras llega la tarde del martes, para entonces sólo tiene cien pesos en la bolsa. Al seguir el consejo de comprar frijoles y sopa, pudo hacer unas enfrijoladas para que comieran y cenaran el lunes. El martes comieron sopa todo el día.

Confiaba que al salir a buscar trabajo en las casas vecinas podría obtener un poco de dinero “haciendo el quehacer, pero nadie quiso”.

Entre sus “amigas” de redes sociales hay quienes la quisieron contactar en particular, le ofrecieron ayuda, pero ninguna se concretó.

Mientras piensa que sus hijos podrían tener hambre para la cena y podría gastar otros 50 pesos en un litro de leche y unas galletas de animalitos, Esperanza me cuenta cómo es que llegó a esta situación.

Prefiere que le llame Esperanza, porque en este momento esa es su mayor riqueza, la confianza en un mañana mejor, en que pueda encontrar a alguien que le ofrezca un trabajo: hacer el quehacer de una casa, lavar trastes, cocinar, lavar ropa o planchar.

Hasta antes de la pandemia vivía al lado de un hombre 22 años mayor que ella y se dedicaba a vender ropa interior de forma itinerante, entre los comercios de las calles de esa ciudad.

Uno de esos días de marzo, mientras el virus de SARS-CoV-2 llegaba a México, ella libraba su propia batalla. Su pareja llegó alcoholizado una vez más a su casa, bastó con que los niños empezaran a pelear “por una simpleza y él la tomó contra mí. Me empezó a golpear hasta sangrar la nariz. Mis hijos estaban espantados”.

Llena de moretones al día siguiente, así como había ocurrido antes, sus hijos Guadalupe de 15 años, Jesús de 12, José de 9, María de 8 y Luz de 7 años de edad le suplicaron que lo dejara. “Por los niños me decidí, no estaba bien el ejemplo que les estaba dando”. Así que aprovechó que su pareja salió a vender y empacó algo de ropa y tres cobijas.

A través de una amiga supo de la existencia de ese cuarto de 800 pesos de renta al mes. Era la décima golpiza que recibía, “la verdad por tonta, uno a veces está enamorado”. Con las marcas a cuestas y sus cinco hijos al lado salió a una libertad que está encadenada a padecer pobreza y hambre.

Esperanza toma la llamada telefónica, está apunto de preparar a sus hijos para dormir, ella lo hará en el suelo, en espera de que a lo largo del miércoles encuentre quién necesite ayuda en los quehaceres de la casa y tener un poco de dinero para comer. Sin dinero, los tamales que tanto le han pedido sus hijos como cena de Nochebuena tendrán que esperar.

Con solo 250 pesos como único capital, Esperanza busca entre sus “amigas” de redes sociales un consejo que le ayude a encontrar recetas para ofrecer comida rica y variada a sus cinco hijos durante la semana, pero también que le alcance para la cena de Nochebuena. Es la primera que ellos compartirán sin la violencia que vivieron durante diez años, al lado de su pareja, hasta que un día ella se armó de valor y decidió huir de los golpes y del alcoholismo.

En ese cuarto alquilado, ubicado en uno de los sectores céntricos de Guadalajara, Jalisco, destaca su único patrimonio: una cama matrimonial, una individual y la parrilla eléctrica donde cocina. Esperanza, nombre ficticio que prefiere usar para que su expareja no logre ubicarla y cumpla la amenaza de matarla si la vuelve a encontrar, sale de su desesperación y agradece “tener vida, salud y estar junto a mis hijos con la esperanza de salir adelante”.

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Al revisar las redes sociales, con el internet que le pasa su vecina, ella buscar darle un gusto a sus hijos, una cena de Nochebuena, y esperar la Navidad sin regalos. Ellos quisieran tamales, le han insistido, pero los 250 pesos no le alcanzan.

Las respuestas de “las amigas de la red” acumulan en pocas horas 158 comentarios, la mayoría de las propuestas son menús económicos, pero otras son para cuestionar las sugerencias que sobrepasan el presupuesto semanal. Hay quien enlista: “tostadas de tinga, un pozole, mole, lasaña y sopa de espagueti (sic)”.

Hay quien propone un arroz con atún, agregarle granos de elote, tostadas, una pasta en salsa Alfredo con crema y queso parmesano, con la opción de incorporar carne o camarones, además de acompañarlos con pan de ajo.

En otras intervenciones más le sugieren hacer pollo pibil y más pasta, tostadas de ceviche de soya con aguacate, piernitas de pollo en salsa de crema de champiñones, puré o ensalada de lechuga.

Las ideas siguen y hay quien dice: sopes de frijol y papas con crema, lechuga, salsa y queso, así como tostadas de cueritos y sencillas con frijol y lechuga.

Alguien más consideró hacer frijoles durante los dos primeros días de la semana, tacos dorados o enfrijoladas el miércoles y aprovechar la oferta de los supermercados para comprar bolillos a bajo precio. Le propone además que la cena de Nochebuena sea sopa aguada y quesadillas, “algo sencillo, a veces hay y a veces no hay”. Para el viernes un huevo con arroz, que es lo más económico.

Nayes le cuenta a Esperanza su propia experiencia y habla de que en esta pandemia también se ha quedado con 250 pesos a la semana “y la verdad a mí no me alcanzan, me he quedado con eso para mi semana y en tres días me los acabo. Espero en Dios que no te deje sola y acércate a algún familiar para que te apoye en caso de que no te alcance (sic)”.

Angy le recomienda comprar un pollo “grandecito” rostizado de 70 pesos y a partir de ahí haga milanesas de la pechuga y del resto, tacos dorados que le alcanzará para tres días. Jennifer agrega que al desmenuzar la carne podrá hacer tortas y combinarla con ensalada rusa. Hay quien como Juana cuestiona las respuestas y le pide “hablar con la verdad” a sus hijos.

“Lo importante es estar juntos y sanos no xk otros agan cena o fiesta nosotros tenemos k hacerlo ay k dar gracias a Dios x estar vivos mucho más los k somos sobrevivientes de covid para celebrar no es necesario k sea día de fiesta cuando uno es feliz con lo k dios nos da todos los días son d fiesta y dar gracias muchos celebran en estos días x puro formalismo x obligación pero ay k ser realista voy a comer un día para toda la semana andar mendigando esa es mi humilde opinión ay k saber medir nuestras limitaciones (sic)”.

Por suposición Ariadna preguntó por qué si había tenido dinero para “poner una recarga al celular para pedir consejos sólo le quedaban 200 pesos” con los que podía comprar frijoles y comer el resto de la semana.

Las opciones se acumulan mientras llega la tarde del martes, para entonces sólo tiene cien pesos en la bolsa. Al seguir el consejo de comprar frijoles y sopa, pudo hacer unas enfrijoladas para que comieran y cenaran el lunes. El martes comieron sopa todo el día.

Confiaba que al salir a buscar trabajo en las casas vecinas podría obtener un poco de dinero “haciendo el quehacer, pero nadie quiso”.

Entre sus “amigas” de redes sociales hay quienes la quisieron contactar en particular, le ofrecieron ayuda, pero ninguna se concretó.

Mientras piensa que sus hijos podrían tener hambre para la cena y podría gastar otros 50 pesos en un litro de leche y unas galletas de animalitos, Esperanza me cuenta cómo es que llegó a esta situación.

Prefiere que le llame Esperanza, porque en este momento esa es su mayor riqueza, la confianza en un mañana mejor, en que pueda encontrar a alguien que le ofrezca un trabajo: hacer el quehacer de una casa, lavar trastes, cocinar, lavar ropa o planchar.

Hasta antes de la pandemia vivía al lado de un hombre 22 años mayor que ella y se dedicaba a vender ropa interior de forma itinerante, entre los comercios de las calles de esa ciudad.

Uno de esos días de marzo, mientras el virus de SARS-CoV-2 llegaba a México, ella libraba su propia batalla. Su pareja llegó alcoholizado una vez más a su casa, bastó con que los niños empezaran a pelear “por una simpleza y él la tomó contra mí. Me empezó a golpear hasta sangrar la nariz. Mis hijos estaban espantados”.

Llena de moretones al día siguiente, así como había ocurrido antes, sus hijos Guadalupe de 15 años, Jesús de 12, José de 9, María de 8 y Luz de 7 años de edad le suplicaron que lo dejara. “Por los niños me decidí, no estaba bien el ejemplo que les estaba dando”. Así que aprovechó que su pareja salió a vender y empacó algo de ropa y tres cobijas.

A través de una amiga supo de la existencia de ese cuarto de 800 pesos de renta al mes. Era la décima golpiza que recibía, “la verdad por tonta, uno a veces está enamorado”. Con las marcas a cuestas y sus cinco hijos al lado salió a una libertad que está encadenada a padecer pobreza y hambre.

Esperanza toma la llamada telefónica, está apunto de preparar a sus hijos para dormir, ella lo hará en el suelo, en espera de que a lo largo del miércoles encuentre quién necesite ayuda en los quehaceres de la casa y tener un poco de dinero para comer. Sin dinero, los tamales que tanto le han pedido sus hijos como cena de Nochebuena tendrán que esperar.

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