Desde hace dos décadas, México ha adoptado una postura deliberadamente ambigua en su relación con China, lo que ha permitido tener una buena relación con el gigante asiático sin enemistarse con Estados Unidos, refiere el estudio The triangular balance: Mexico, the United States and China, divulgado este mes por el Instituto México del Wilson Center.
Sin embargo, ese delicado equilibrio podría comenzar a alterarse este año, cuando el tema suba a las campañas electorales de Estados Unidos y se pidan posturas más claras a los países aliados; asimismo, el próximo año inician los preparativos para la revisión del Tratado comercial México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), donde es probable que se establezcan cláusulas que limiten las relaciones con el gigante asiático.
“México no ha desarrollado una posición clara frente a Beijing, en ninguno de los sentidos (amistosa o confrontativa), pero hasta ahora ha mantenido el statu quo para proteger sus intereses sin poner en riesgo su relación con Washington”, refiere el estudio.
No obstante, alerta el documento, “las discusiones en México sobre China están constantemente influenciadas por el clima político en Estados Unidos. Es innegable que las perspectivas de Estados Unidos sobre la postura de México (o la falta de ella) hacia China pueden radicalizarse a medida que se acerquen las elecciones estadounidenses”.
En medio de la hostilidad entre Estados Unidos y China, que ha propiciado la reorganización mundial de cadenas de producción y la relocalización de inversiones, sería esperable que Washington pretenda obligar a México a tomar distancia de China.
“Si el próximo presidente de Estados Unidos intenta imponer sus deseos a México, bajo la premisa de que el país es demasiado dependiente del mercado estadounidense, se arriesga a una respuesta nacionalista de México, poniendo en peligro la integración económica y quizá poniendo en riesgo la colaboración para otras áreas vitales para Washington, como la migración y la cooperación antidrogas”, advierte el estudio elaborado por Juan Carlos Backer.
La antesala para que los nuevos gobiernos de México y Estados Unidos se sienten a la mesa para analizar las estrategias a seguir respecto a China están llenas de mensajes contradictorios.
Según el texto, la secretaria de Economía, Raquel Buenrostro, y el de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, han tomado decisiones políticas que sugieren una desaprobación de ciertas prácticas comerciales de empresas chinas.
Estas políticas, sin embargo, coexisten con invitaciones abiertas a empresas chinas para invertir en el país y con llamadas de cortesía a funcionarios chinos. “El presidente López Obrador se reunió con funcionarios chinos y la presidenta electa Sheinbaum se reunió con el embajador chino en México casi inmediatamente después de su victoria electoral, quien le entregó una carta del presidente Xi Jinping”, apunta la investigación.
Esta incertidumbre percibida desde Estados Unidos es un arma de doble filo, plantea el documento del Wilson Center. Por un lado, una alternativa para Estados Unidos sería participar de una manera más cooperativa con su socio del sur, considerando que China está tratando de mejorar activamente su relación con México y ha insistido en los beneficios tangibles que podría ofrecerle su Iniciativa de la Franja y la Ruta.
“Washington no puede esperar de manera realista que México simplemente rechace estos beneficios potenciales y rechace cualquier compromiso con China. En cambio, Estados Unidos debería aspirar a ofrecer alternativas competitivas y participar en proyectos colaborativos que destaquen las ventajas de asociarse con empresas y tecnologías estadounidenses en el marco del TMEC”, plantea Baker.
Pero la respuesta de la Casa Blanca también podría ser más hostil. “No es difícil imaginar que Estados Unidos propondría ampliar el espíritu del artículo 32.10 del T-MEC a otras latitudes.
Por ejemplo, se podría sugerir que para ingresar al mercado estadounidense libre de impuestos, además de cumplir con las reglas de origen aplicables y cumplir con todos los demás requisitos relacionados, sería necesario demostrar que la empresa que fabricó dichos productos no proceden de un ‘país sin mercado’”, es decir, de China.
Para José Luis Bernal, exembajador de México en China, el reto es desplegar una estrategia diplomática muy fina, donde México deje en claro que no se involucra en el conflicto sistémico entre Estados Unidos y China, y que se ajustará a las reglas internacionales de comercio para defender sus intereses.
➡️ Únete al canal de El Sol de México en WhatsApp para no perderte la información más importante
En entrevista con El Sol de México, Bernal expuso que “México debe aprovechar bien su posición geográfica, su fortaleza económica y su capacidad de diálogo con Estados Unidos, pero también con China, para atraer estas inversiones. Y con eso, no estamos creando un conflicto”.
Entre las conclusiones del estudio del Wilson Center se establece que, lejos de ser un factor de discordia, China puede ser un “pegamento” para fortalecer la integración de América del Norte.