Declarada como Zona de Monumentos Históricos en 2012, Cuautla alberga una riqueza arquitectónica que se ha conservado por 100, 200, 300 años y más, prácticamente desde que los españoles se asentaron en el Valle de las Amilpas.
El transcurrir del tiempo y el clima no han sido equitativos con todos estos edificios, particularmente desde el último temporal, que causó colapsos y desprendimientos en al menos seis inmuebles históricos. ¿Tan difícil es conservar una vivienda de más de 200 años en buen estado?
➡️ Noticias útiles en el canal de WhatsApp de El Sol de Cuernavaca ¡Entérate!
La familia Abundez demuestra que no. Su casa se encuentra en la calle Matamoros, del Centro Histórico y, aunque durante un buen tiempo vivieron aquí sin problemas, el sismo del 19 de septiembre de 2017 les enseñó que debían aprender a habitarla. Para Rodrigo de la Cruz Abundez, vivir en un monumento histórico no es tan sencillo como podría parecer:
"Es un privilegio y una dicha, pero también implica mucho esfuerzo y dificultades", señala. La casa, construida con muros de adobe y materiales mixtos, ha sido testigo de varias generaciones y, con ello, del reto constante que significa su mantenimiento.
El desafío de conservar el patrimonio
Desde el sismo de 2017, la familia ha tenido que involucrarse más activamente en la preservación de la vivienda. En palabras de Rodrigo, el sismo los hizo más conscientes del espacio y su cuidado:
"No es solo vivir en este espacio, sino también preguntarnos cómo hacer que se mantenga y que, al mismo tiempo, nos mantenga a nosotros".
La falta de programas específicos para la rehabilitación de monumentos históricos es un obstáculo que enfrentan muchas familias en Cuautla, quienes deben asumir la responsabilidad de restaurar por cuenta propia estos edificios, lo que muy pocas veces da resultados.
De acuerdo con Francisco Jiménez Ventura, de la Dirección de Protección Civil, la restauración de las casas habitación que están catalogadas como inmuebles históricos debe ser asumida por sus propietarios, ya que el municipio carece de recursos para ese concepto, al tratarse de inmuebles particulares.
"Y la mayoría de las veces prefieren dejar que pase el tiempo y se siga deteriorando hasta el punto de que necesitan construir de nuevo, con otros materiales", señala el funcionario municipal.
Los Abundez, sin embargo, se resistieron a eso. Cuando tembló, buscaron a un arquitecto restaurador que les hizo ver su casa por dentro y por fuera, y que les enseñó las técnicas que debían usar para reparar los daños que tuvo la estructura, que llegó a fungir como casa parroquial durante casi medio siglo: "Contactamos a un arquitecto restaurador y él nos explicó", dice Andrés de la Cruz, otro de los habitantes.
La constancia
Con el tiempo, la familia ha aprendido a realizar las reparaciones básicas por su cuenta. Cada año, se aseguran de subir a la azotea para revisar los muros y ver si necesitan alguna intervención, sobre todo durante la temporada de lluvias, cuando la humedad puede filtrarse en las paredes y debilitar el adobe.
Con todo y los retos, vivir en una casa con estas características también tiene sus ventajas. Las propiedades térmicas del adobe hacen que el ambiente interior sea más fresco en verano, mientras que en invierno es más cálido:
"Es un tipo de construcción más agradable. Se siente diferente comparado con otras casas, es otro ambiente", afirma Rodrigo.