Juana empezó a vender tamales cuando tenía 37 años y cinco hijos. Empezó con poco: vendía unos cuantos porque sus vecinos le dijeron que le salían ricos. Con el paso del tiempo, el negocio se convirtió en un éxito y sus tamales fueron adquiriendo fama debido a su tamaño: cada uno pesa alrededor de un kilogramo. En el mercado Adolfo López Mateos, donde vende todos los días, hay gente cuya dieta consiste en un tamal oaxaqueño, uno de hoja de maíz y su vaso de atole.
"Es gente grande de cuerpo", dice Juana y se asoma una sonrisa.
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Su rostro refleja la huella del tiempo, la experiencia y el trabajo duro. De mirada profunda, Juana, La China, como le dice la gente de la colonia Amador Salazar, en Yautepec, prepara todos los días alrededor de 160 tamales oaxaqueños y unos 400 de hoja de maíz, que incluyen verdes, rojos, tamales de queso y de dulce. Pero hoy, a diferencia de hace 21 años, cuenta con el apoyo de toda una familia.
"En el Día de la Candelaria la demanda es alta. En esos días, todos trabajamos juntos. Trabajar en equipo nos permite cumplir con los pedidos a tiempo", dice Juana, con convicción.
El tamal oaxaqueño
El tamal oaxaqueño tiene su raíz en este estado del sur del país. Oaxaca es conocido por su rica herencia culinaria y sus tradiciones gastronómicas, que han colocado al tamal como uno de sus componentes culturales más importantes. Su relleno de mole es una característica distintiva, pero hacerlos a granel es todo un desafío.
Diariamente, China y compañía tienen que batir 110 kilogramos de masa, un trabajo muy pesado que, a su edad, pesa cada vez más. Por eso, la mujer no ha perdido la oportunidad de solicitar a las autoridades de Yautepec un poco de ayuda. En respuesta, el diputado Agustín Alonso Gutiérrez le ofreció comprarle un molino para nixtamal y una batidora.
"Gracias a este negocio pude lograr que mis hijos se casaran y celebrar los 15 años de mi nieta. Además, hemos mejorado nuestra vivienda e instalamos una cisterna. Este negocio ha sido una bendición para nuestra familia", reconoce Juana.
El trabajo duro
Juana lo sabe: el éxito de sus tamales no es fortuito, sino que es resultado del trabajo duro, una forma de asumir un legado heredado por su madre, quien ya preparaba tamales décadas atrás y, gracias al negocio, logró criar a sus hijos.
"Creo que, cuando el mal tiempo viene, debemos luchar. La vida tiene sus altas y sus bajas, pero con esfuerzo y la bendición de Dios se puede salir adelante. El trabajo es un orgullo, y yo heredé esta tradición de mi mamá. Si uno ama lo que hace, puede superar los obstáculos".
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