Vive Froylán Trujillo a través de la fotografía
Se ha dedicado gran parte de su vida a capturar espacios y momentos que aún lo mantienen vigente dentro de esta profesión
Hablar de Froylán Trujillo Hernández es hablar de arte, ya que pone en cada fotografía su pasión, lo cual nos permite disfrutar aquellos momentos desapercibidos para los demás; en cada fotografía capta la vida, los espacios y los momentos de una manera especial, pues como fotógrafo es capaz de captar las emociones, nos hace amar la vida y querer detener el tiempo para siempre.
Froy, como lo llaman cariñosamente, nació un 22 de octubre de 1962, en Cuernavaca, Morelos. Es originario del barrio bravo de “Zarco”, y aunque a los seis años de edad sufrió la pérdida de su padre, quien era obrero, a partir de ahí su madre lo sacó adelante junto a sus siete hermanos, de los cuales es el tercero de los más chicos.
Desde pequeño su madre le inculcó el valor de la responsabilidad, por lo que para costear los gastos de sus útiles escolares se iba al mercado municipal a cargar canastas y a vender chicles para ganarse honradamente unos pesos.
Como todo niño, soñaba ser de grande un gran profesionista dentro de la arquitectura, ya que le gustaba mucho el dibujo. Y, aunque no fue arquitecto, seguros estamos que es un gran profesionista y uno de los mejores fotógrafos del estado.
A los 15 años, y gracias a que su mamá firmó la autorización, entró a trabajar a El Sol de Cuernavaca, donde comenzó a aprender de fotografía y junto a los viejos fotógrafos de la época aprendió el arte que hoy lo mantiene vigente.
Recuerda que en aquellos años, los compañeros de la época le decían que no se juntara con “los viejitos”, porque no aprendería nada, pero su terquedad le hizo continuar junto a ellos y aprender las bases de lo que es ahora como fotógrafo.
Una vez en El Sol de Cuernavaca, un fotógrafo y compañero de El Sol de México lo invitó a un curso a la Kodak en Guadalajara, donde comenzó su conocimiento teórico que, junto a su espíritu siempre aventurero, lo llevó a seguir aprendiendo y así fue como pudo conocer a El chino, un laboratorista que le inculcó el gusto por el revelado. Cuenta como anécdota que la primera vez que llegó al laboratorio, El chino le dijo: “fíjate bien” y Froy contestó: “cómo me voy a fijar si está todo oscuro”.
Todo ese conocimiento lo aplicó cuando llegó la rotativa a las instalaciones de El Sol de Cuernavaca, donde unos maestros les enseñaron la fotomecánica y él con su conocimiento de revelado pudo aprender más fácil a manejar el formato de la rotativa y así hacerse cargo de armar la publicidad de los supermercados, formando y revelando sus planas.
No se considera una persona perfeccionista, pero sí le desagrada que no le salgan las cosas como él quiere o como se lo piden, por lo que siempre busca darle solución al problema y no quedarse con los brazos cruzados. Su trabajo lo disfruta al máximo porque le encanta andar corriendo de un lado a otro buscando el mejor enfoque.
Froylán es totalmente extrovertido, su simpatía, carisma y calidad humana es valorada por mucha gente. Siempre está dispuesto a ayudar con un buen consejo del gran conocimiento que tiene y que dice le regalaron los grandes fotógrafos, la gente de experiencia.
Agradece el aún tener a su “viejita” de 91 años, quien junto con su esposa, hijas y hermanos han sido su pilar y el motor para que haya logrado lo que hasta hoy tiene.
Es un hombre de 56 años de noble corazón y gran espiritualidad, sale de su casa a trabajar encomendándose a Dios para que lo deje trabajar y siempre lo acompañe.
Por esto y mucho más.
Muchas felicidades maestro Froy por tan merecido reconocimiento.