/ viernes 2 de abril de 2021

Los chapuzones cancelados

La tradición de mojarse durante el sábado santo, surge a raíz de que la Iglesia católica era considerada un peligro para el Imperio Romano

Bañarse en apantles, canales y fuentes ha dejado de ser una costumbre morelense frente al cierre al público de los espacios que por décadas fueron paseos familiares

Morelos es un estado considerado un paraíso natural con un excelente clima, entre las bondades naturales que lo caracterizan, están los ríos y apantles que lo rodean, que en décadas pasadas eran el lugar ideal para disfrutar de las vacaciones de Semana Santa y un buen chapuzón cada Sábado de Gloria.

De acuerdo con la historia, se cuenta que la tradición de mojarse durante el sábado santo surge a raíz de que la Iglesia católica era considerada un peligro para el Imperio Romano, entonces los feligreses solían asistir a los templos para ser bautizados antes de que Jesús resucitara. En ese acto, se reunían tantas personas que los sacerdotes optaron por mojar a todos juntos en lugar de bautizarlos uno a uno.

La costumbre permaneció durante muchos años, pues los fieles consideraban que mojarse en Sábado de Gloria era una forma de rebautizarse, librarse de pecados y purificarse.

"Me da mucho gusto regresar un poco el cassette de mi memoria en aquellas épocas, ahora que se acerca la Semana Santa. Recuerdo que cuando éramos niños y adolescentes, nuestro principal camino a seguir después de ir a los oficios de la Iglesia era buscar algún río o apantle para refrescarnos. Íbamos a Chapultepec y ahí sólo metíamos los pies porque el agua estaba muy fría. Pero también había apantles que pasaban en San Antón sobre la calle, era el agua que regaba los guayabos de las huertas. Los apantles que pasaban ahí de agua limpia que venían del norte, nos permitían meternos porque no era muy profundo, pero era una gran diversión y nada de trajes de baño, sólo nos quitábamos el pantalón, y en calzoncillos ahí andábamos todos nadando" César Salgado Castañeda.

Asimismo, recordó que también solían acudir a las barrancas, donde el agua estaba muy limpia y eran un lugar maravilloso para la recreación.

"Podíamos ir también a las barrancas, sobre todo las que tenían acceso al sur del Salto de San Antón, donde hay un camino que te lleva hacia la barranca que era muy limpia, ahí se hacían pozas de agua con las piedras que hay en el río y eran como nuestras albercas. Y cuando estábamos más grandes íbamos a jugar futbol y solíamos aprovechar los apantles en Atlacomulco, Acapantzingo, Santa María y Chamilpa. Recuerdo que por Chipitlán había esas barrancas, y no se diga el apantle que venía de Chapultepec, que ahora da a la carretera, ahí era un día de campo para ir a nadar y pasar un día con la familia y amigos en Sábado de Gloria".

Disfrutar de los verdes árboles, la flora, el agua cristalina y al punto ideal para nadar, en compañía de los seres queridos, era un momento único y valioso, que con el tiempo se fue perdiendo.

"En aquellos momentos, éramos muy afortunados, además de ir a nadar a los ríos o apantles, nos agarrabamos a cubetazos en casa para mojar a todos. Después llegó la escasez de agua y se convirtió en una prohibición, aunque en aquellos tiempos en los apantles corría el agua y no había necesidad de agarrarla de otros lugares, era agua que inclusive podíamos tomar, ese es el Cuernavaca que ojalá algún día pudiéramos rescatar".

Sin duda, otro de los factores que ha terminado con esta tradición es los altos índices de contaminación que desde hace algunos años sufren estos sitios, perdiendo su flora, fauna y belleza.

"Durante su trienio Alfonso Sandoval Camuñas quiso recuperar estos lugares y logró una limpieza de agua en El Salto chico, El Salto grande y el paseo ribereño. Para que viéramos las bellezas que tenemos en nuestras barrancas. El agua del túnel que sale de esas cascadas representa un 25 por ciento del surtir a Cuernavaca, es agua limpia, casi potable con algunos minerales pues le tienen que poner cloro mínimo y controlado. Antes acostumbramos a tomar el agua así como salía de las mangueras y con el paso del tiempo empezamos a ver mucho plástico botellas y garrafones, algo que sin duda ha afectado mucho por la contaminación que se genera".

César Salgado hizo una reflexión acerca de la importancia de tener agua limpia en estos espacios naturales.

"La conveniencia de tener el agua limpia y que la gente entienda que no debe vertir los drenajes a cielo abierto a las barrancas es porque hay personas que siguen acudiendo a los ríos y apantles, y cuando van a estos espacios se pueden contaminar. Si todos colaboramos con nuestro granito de arena podríamos regresar a nadar a estas barrancas y espacios sin problemas y volver a disfrutar de las bondades naturales. Además, entre los beneficios de tener el agua limpia es que nuestros vecinos de Temixco, Puente de Ixtla, Xochitepec y hasta el sur en Guerrero tengan agua semitratada en los campos para las siembras".

Sin duda, disfrutar de esas bondades de la naturaleza con agua cristalina, la compañía de la familia y amigos, era una verdadera joya.

¡Vamos a nadar! Un paseo en los balnearios de Morelos

Durante mi infancia, a mediados de los noventa y principios de los dos mil, recuerdo la felicidad que sentía con la llegada de las vacaciones en Semana Santa, pues sabía que papás, tíos, hermanos y primos nos reuniríamos en casa de los abuelos, y en algún momento de la semana, los adultos iban a expresar la frase mágica ¡Vamos a nadar!, pues representaba la mejor actividad de las vacaciones. La principal organizadora era mi tía la maestra que venía desde el Estado de México, como decía mi papá, ella era 'La yegua de la campana', es decir la que va por delante y se encarga de arrear a los demás.

Solíamos elegir el destino entre balnearios como Las Huertas, El Rollo, Los Manantiales, la ex Hacienda de Temixco o Palo Bolero. El día de la esperada salida llegaba, y desde las 7:00 horas, todos estábamos listos para emprender la aventura, como éramos tantos siempre nos íbamos en distintos vehículos, por supuesto los primos tratábamos de ir juntos para empezar la diversión desde el trayecto.

Llegando al balneario, era como entrar a un paraíso, pues el contacto con la naturaleza siempre da paz y alegría.

Encontrar un lugar para dejar las cosas y descansar fuera de las albercas, a veces era una odisea cuando el lugar estaba lleno, pero eso sí, siempre había un espacio o rinconcito disponible.

Los hombres eran los primeros en salir disparadores hacía las albercas, pues únicamente se quitaban la ropa y debajo ya tenían su short o traje de baño, las mujeres aprovechabamos para ir al vestidor con mamá y por supuesto, bañarnos en bloqueador antes de hacer cualquier actividad.

Pasábamos horas en las albercas, incluso si no sabíamos nadar, con el simple hecho de estar en el agua, ya era un momento increíble. Diversos juegos hacíamos en el agua, el clásico de jugar con una pelota estilo vóleibol, clavados, aventurarse a los toboganes o ver quién aguantaba más tiempo bajo el agua.

Lo único que nos hacía salir de las albercas, era el momento de comer, por supuesto, mi familia solía llevar su propia comida, pues en los balnearios todo estaba más caro, por eso no faltaban los sándwiches de queso y jamón, o los de atún con mayonesa y verdura, en ocasiones, también llevaban carne para asar; la comida la acompañabamos con refrescos de sabores, y por cierto, teníamos que cuidarnos de las abejitas que rondaban el lugar por el sabor dulce, desafortunadamente a más de uno le tocó piquete de abeja en algún momento por un descuido. Después de comer, la eterna discusión con los papás era sobre cuánto tiempo teníamos que esperar para poder volver a las albercas.

Cerca de las 17:00 horas comenzaba el regreso a casa, todos salíamos de las albercas, nos cambiabamos la ropa y recogiamos las cosas, ya cansados pero muy felices por el grato momento que pasamos.

Sin duda, aquellos recuerdos fueron instantes que nos causaron mucha felicidad y nos permitieron estar en familia, disfrutar juntos de la naturaleza, alejados del bullicio de la ciudad, con una convivencia que desafortunadamente se ha perdido por muchos factores, la falta de interés y tiempo de las nuevas generaciones y el preferir pasar el tiempo en los dispositivos móviles como celulares y tabletas en lugar de estar en familia.

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Bañarse en apantles, canales y fuentes ha dejado de ser una costumbre morelense frente al cierre al público de los espacios que por décadas fueron paseos familiares

Morelos es un estado considerado un paraíso natural con un excelente clima, entre las bondades naturales que lo caracterizan, están los ríos y apantles que lo rodean, que en décadas pasadas eran el lugar ideal para disfrutar de las vacaciones de Semana Santa y un buen chapuzón cada Sábado de Gloria.

De acuerdo con la historia, se cuenta que la tradición de mojarse durante el sábado santo surge a raíz de que la Iglesia católica era considerada un peligro para el Imperio Romano, entonces los feligreses solían asistir a los templos para ser bautizados antes de que Jesús resucitara. En ese acto, se reunían tantas personas que los sacerdotes optaron por mojar a todos juntos en lugar de bautizarlos uno a uno.

La costumbre permaneció durante muchos años, pues los fieles consideraban que mojarse en Sábado de Gloria era una forma de rebautizarse, librarse de pecados y purificarse.

"Me da mucho gusto regresar un poco el cassette de mi memoria en aquellas épocas, ahora que se acerca la Semana Santa. Recuerdo que cuando éramos niños y adolescentes, nuestro principal camino a seguir después de ir a los oficios de la Iglesia era buscar algún río o apantle para refrescarnos. Íbamos a Chapultepec y ahí sólo metíamos los pies porque el agua estaba muy fría. Pero también había apantles que pasaban en San Antón sobre la calle, era el agua que regaba los guayabos de las huertas. Los apantles que pasaban ahí de agua limpia que venían del norte, nos permitían meternos porque no era muy profundo, pero era una gran diversión y nada de trajes de baño, sólo nos quitábamos el pantalón, y en calzoncillos ahí andábamos todos nadando" César Salgado Castañeda.

Asimismo, recordó que también solían acudir a las barrancas, donde el agua estaba muy limpia y eran un lugar maravilloso para la recreación.

"Podíamos ir también a las barrancas, sobre todo las que tenían acceso al sur del Salto de San Antón, donde hay un camino que te lleva hacia la barranca que era muy limpia, ahí se hacían pozas de agua con las piedras que hay en el río y eran como nuestras albercas. Y cuando estábamos más grandes íbamos a jugar futbol y solíamos aprovechar los apantles en Atlacomulco, Acapantzingo, Santa María y Chamilpa. Recuerdo que por Chipitlán había esas barrancas, y no se diga el apantle que venía de Chapultepec, que ahora da a la carretera, ahí era un día de campo para ir a nadar y pasar un día con la familia y amigos en Sábado de Gloria".

Disfrutar de los verdes árboles, la flora, el agua cristalina y al punto ideal para nadar, en compañía de los seres queridos, era un momento único y valioso, que con el tiempo se fue perdiendo.

"En aquellos momentos, éramos muy afortunados, además de ir a nadar a los ríos o apantles, nos agarrabamos a cubetazos en casa para mojar a todos. Después llegó la escasez de agua y se convirtió en una prohibición, aunque en aquellos tiempos en los apantles corría el agua y no había necesidad de agarrarla de otros lugares, era agua que inclusive podíamos tomar, ese es el Cuernavaca que ojalá algún día pudiéramos rescatar".

Sin duda, otro de los factores que ha terminado con esta tradición es los altos índices de contaminación que desde hace algunos años sufren estos sitios, perdiendo su flora, fauna y belleza.

"Durante su trienio Alfonso Sandoval Camuñas quiso recuperar estos lugares y logró una limpieza de agua en El Salto chico, El Salto grande y el paseo ribereño. Para que viéramos las bellezas que tenemos en nuestras barrancas. El agua del túnel que sale de esas cascadas representa un 25 por ciento del surtir a Cuernavaca, es agua limpia, casi potable con algunos minerales pues le tienen que poner cloro mínimo y controlado. Antes acostumbramos a tomar el agua así como salía de las mangueras y con el paso del tiempo empezamos a ver mucho plástico botellas y garrafones, algo que sin duda ha afectado mucho por la contaminación que se genera".

César Salgado hizo una reflexión acerca de la importancia de tener agua limpia en estos espacios naturales.

"La conveniencia de tener el agua limpia y que la gente entienda que no debe vertir los drenajes a cielo abierto a las barrancas es porque hay personas que siguen acudiendo a los ríos y apantles, y cuando van a estos espacios se pueden contaminar. Si todos colaboramos con nuestro granito de arena podríamos regresar a nadar a estas barrancas y espacios sin problemas y volver a disfrutar de las bondades naturales. Además, entre los beneficios de tener el agua limpia es que nuestros vecinos de Temixco, Puente de Ixtla, Xochitepec y hasta el sur en Guerrero tengan agua semitratada en los campos para las siembras".

Sin duda, disfrutar de esas bondades de la naturaleza con agua cristalina, la compañía de la familia y amigos, era una verdadera joya.

¡Vamos a nadar! Un paseo en los balnearios de Morelos

Durante mi infancia, a mediados de los noventa y principios de los dos mil, recuerdo la felicidad que sentía con la llegada de las vacaciones en Semana Santa, pues sabía que papás, tíos, hermanos y primos nos reuniríamos en casa de los abuelos, y en algún momento de la semana, los adultos iban a expresar la frase mágica ¡Vamos a nadar!, pues representaba la mejor actividad de las vacaciones. La principal organizadora era mi tía la maestra que venía desde el Estado de México, como decía mi papá, ella era 'La yegua de la campana', es decir la que va por delante y se encarga de arrear a los demás.

Solíamos elegir el destino entre balnearios como Las Huertas, El Rollo, Los Manantiales, la ex Hacienda de Temixco o Palo Bolero. El día de la esperada salida llegaba, y desde las 7:00 horas, todos estábamos listos para emprender la aventura, como éramos tantos siempre nos íbamos en distintos vehículos, por supuesto los primos tratábamos de ir juntos para empezar la diversión desde el trayecto.

Llegando al balneario, era como entrar a un paraíso, pues el contacto con la naturaleza siempre da paz y alegría.

Encontrar un lugar para dejar las cosas y descansar fuera de las albercas, a veces era una odisea cuando el lugar estaba lleno, pero eso sí, siempre había un espacio o rinconcito disponible.

Los hombres eran los primeros en salir disparadores hacía las albercas, pues únicamente se quitaban la ropa y debajo ya tenían su short o traje de baño, las mujeres aprovechabamos para ir al vestidor con mamá y por supuesto, bañarnos en bloqueador antes de hacer cualquier actividad.

Pasábamos horas en las albercas, incluso si no sabíamos nadar, con el simple hecho de estar en el agua, ya era un momento increíble. Diversos juegos hacíamos en el agua, el clásico de jugar con una pelota estilo vóleibol, clavados, aventurarse a los toboganes o ver quién aguantaba más tiempo bajo el agua.

Lo único que nos hacía salir de las albercas, era el momento de comer, por supuesto, mi familia solía llevar su propia comida, pues en los balnearios todo estaba más caro, por eso no faltaban los sándwiches de queso y jamón, o los de atún con mayonesa y verdura, en ocasiones, también llevaban carne para asar; la comida la acompañabamos con refrescos de sabores, y por cierto, teníamos que cuidarnos de las abejitas que rondaban el lugar por el sabor dulce, desafortunadamente a más de uno le tocó piquete de abeja en algún momento por un descuido. Después de comer, la eterna discusión con los papás era sobre cuánto tiempo teníamos que esperar para poder volver a las albercas.

Cerca de las 17:00 horas comenzaba el regreso a casa, todos salíamos de las albercas, nos cambiabamos la ropa y recogiamos las cosas, ya cansados pero muy felices por el grato momento que pasamos.

Sin duda, aquellos recuerdos fueron instantes que nos causaron mucha felicidad y nos permitieron estar en familia, disfrutar juntos de la naturaleza, alejados del bullicio de la ciudad, con una convivencia que desafortunadamente se ha perdido por muchos factores, la falta de interés y tiempo de las nuevas generaciones y el preferir pasar el tiempo en los dispositivos móviles como celulares y tabletas en lugar de estar en familia.

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