/ lunes 29 de marzo de 2021

Rosario Valdéz, promueve estudios sobre la violencia

"Incorporar estudios de las agresiones hacia las mujeres en instituciones no ha sido una tarea fácil", relata la investigadora

Incorporar estudios sobre violencia hacia las mujeres en instituciones que antes no lo asumían como un problema de salud pública a pesar de serlo, no fue fácil pero la constancia y la lucha feminista dentro de la academia logró que las autoridades tomaran en serio el tema, relata la investigadora Rosario Valdéz Santiago, antropóloga y doctora en Ciencias de la Salud del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).

Y de los ideales feministas y los sueños de una universitaria, es posible en la actualidad que el INSP aplique la Encuesta Nacional De Violencia Contra Las Mujeres participando desde su diseño conceptual en la ENVIM 2003 y 2006, ha coordinado también la Encuesta de Salud Y Derechos de las Mujeres Indígenas (ENSADEMI, 2008).

“Cuando yo llego al instituto en 1996 no había una línea, por ejemplo, de investigación en la violencia de género, de hecho, no existe como tal es una línea de investigación que engloba lesiones intencionales y no intencionales y dentro de esa línea se ha trabajado la violencia contra las mujeres, entonces en esa época no existía y era increíble porque siendo el Instituto de Salud Pública no sabía llevar a cabo ningún proyecto de ese tema”.

Cómo surge esa inquietud, cuestioné. “De ideas más humanas, más cotidianas que traía desde el feminismo del que soy parte; en ese momento se consideraban más importantes otros problemas de salud pública y no el de la violencia”.

“La academia no consideraba que ese era un problema de salud pública, estamos hablando del 96, 98, me ha tocado dar la batalla dentro de la institución y de la academia, hoy todo mundo reconoce que las violencias son problemas de salud pública, y esa ha sido como mi tarea visibilizar que es un problema de derechos humanos, sí hay que dar ayuda a las víctimas, a las niñas, no se instrumenta como tal en la actualidad, pero ya no tan fácil pueden decir que no es necesario.

En su infancia tuvo como ejemplo el de su madre, quien también fue una mujer preparada académicamente “inusual para su época”, por lo que romper con los estereotipos de una mujer no le costó trabajo, incluso su padre, cuenta, la trabaja igual que a sus hermanos.

“Mi familia siempre me decía tú vas a estudiar, vas a ser una persona preparada, no vas a quedarte en tu casa para hacer quehacer, mi papá me decía a ver si vas a tener las mismas condiciones que tus hermanos también debes aprender cosas que hacen tus hermanos cómo cambiar una llanta, el me trataba con equidad, nunca hubo distinciones”.

Pero el primer desencanto sobre la inexistencia de esa equidad de género que había en su familia vino en su etapa de universitaria, pues fue fiel testigo del ahora llamado “pacto patriarcal” con el que los hombres líderes estudiantiles hacían aun lado su discurso y minimizan a las mujeres.

“Te hablo de los ochentas, comencé a participar en el movimiento estudiantil en la UNAM como líder y ahí fue cuando me sorprendí de ver que ser líder no era suficiente para tener las mismas condiciones que los hombres; ahí me cayó el veinte de que como esos líderes hombres que tenían todo ese discurso de justicia social a la hora de que tú eras una líder, pero eras mujer, esperaran que las mujeres se alistaran en los movimientos estudiantiles en los roles tradicionales, se suponía que eran hombres de vanguardia”.

Fue justo ahí cuando decidió que el camino no era ese.

Ingresó como pasante al Centro de Apoyo a Mujeres Violadas de la Ciudad de México pues un estudio sobre violencia sexual contra la mujer de su carrera de Psicología se lo exigió, para después convencerse de que este problema no era reconocido como un problema social, de salud pública y derechos humanos.

“Desde entonces mi foco de atención fue visibilizar la violencia contra las mujeres, y ese ha sido mi aporte desde el 87”.

Hoy en día uno de sus mayores impulsos es su hija, con quién también se ocupa de inculcarle que existen otras alternativas para ser mujer, y que se pueden romper con los estereotipos sociales.

“Es importante empoderarnos, tener conciencia nosotras mismas, sumarnos para poder revertir la situación de impunidad que existe, el problema de los feminicidios es tremendo y el Estado no reacciona, necesitamos seguir agrupándolos, sumando nuestros diferentes liderazgos, desde nuestras trincheras seguir transmitiendo, sobre todo a las niñas que son fundamentales, a las nuevas generaciones, que existen otras alternativas, distintas oportunidades de ser mujeres, que pueden romper estereotipos y pueden aspirar a ser todo lo que ellas quieran ser, y por supuesto nosotros como sociedad brindarles esos espacios”.

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Incorporar estudios sobre violencia hacia las mujeres en instituciones que antes no lo asumían como un problema de salud pública a pesar de serlo, no fue fácil pero la constancia y la lucha feminista dentro de la academia logró que las autoridades tomaran en serio el tema, relata la investigadora Rosario Valdéz Santiago, antropóloga y doctora en Ciencias de la Salud del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).

Y de los ideales feministas y los sueños de una universitaria, es posible en la actualidad que el INSP aplique la Encuesta Nacional De Violencia Contra Las Mujeres participando desde su diseño conceptual en la ENVIM 2003 y 2006, ha coordinado también la Encuesta de Salud Y Derechos de las Mujeres Indígenas (ENSADEMI, 2008).

“Cuando yo llego al instituto en 1996 no había una línea, por ejemplo, de investigación en la violencia de género, de hecho, no existe como tal es una línea de investigación que engloba lesiones intencionales y no intencionales y dentro de esa línea se ha trabajado la violencia contra las mujeres, entonces en esa época no existía y era increíble porque siendo el Instituto de Salud Pública no sabía llevar a cabo ningún proyecto de ese tema”.

Cómo surge esa inquietud, cuestioné. “De ideas más humanas, más cotidianas que traía desde el feminismo del que soy parte; en ese momento se consideraban más importantes otros problemas de salud pública y no el de la violencia”.

“La academia no consideraba que ese era un problema de salud pública, estamos hablando del 96, 98, me ha tocado dar la batalla dentro de la institución y de la academia, hoy todo mundo reconoce que las violencias son problemas de salud pública, y esa ha sido como mi tarea visibilizar que es un problema de derechos humanos, sí hay que dar ayuda a las víctimas, a las niñas, no se instrumenta como tal en la actualidad, pero ya no tan fácil pueden decir que no es necesario.

En su infancia tuvo como ejemplo el de su madre, quien también fue una mujer preparada académicamente “inusual para su época”, por lo que romper con los estereotipos de una mujer no le costó trabajo, incluso su padre, cuenta, la trabaja igual que a sus hermanos.

“Mi familia siempre me decía tú vas a estudiar, vas a ser una persona preparada, no vas a quedarte en tu casa para hacer quehacer, mi papá me decía a ver si vas a tener las mismas condiciones que tus hermanos también debes aprender cosas que hacen tus hermanos cómo cambiar una llanta, el me trataba con equidad, nunca hubo distinciones”.

Pero el primer desencanto sobre la inexistencia de esa equidad de género que había en su familia vino en su etapa de universitaria, pues fue fiel testigo del ahora llamado “pacto patriarcal” con el que los hombres líderes estudiantiles hacían aun lado su discurso y minimizan a las mujeres.

“Te hablo de los ochentas, comencé a participar en el movimiento estudiantil en la UNAM como líder y ahí fue cuando me sorprendí de ver que ser líder no era suficiente para tener las mismas condiciones que los hombres; ahí me cayó el veinte de que como esos líderes hombres que tenían todo ese discurso de justicia social a la hora de que tú eras una líder, pero eras mujer, esperaran que las mujeres se alistaran en los movimientos estudiantiles en los roles tradicionales, se suponía que eran hombres de vanguardia”.

Fue justo ahí cuando decidió que el camino no era ese.

Ingresó como pasante al Centro de Apoyo a Mujeres Violadas de la Ciudad de México pues un estudio sobre violencia sexual contra la mujer de su carrera de Psicología se lo exigió, para después convencerse de que este problema no era reconocido como un problema social, de salud pública y derechos humanos.

“Desde entonces mi foco de atención fue visibilizar la violencia contra las mujeres, y ese ha sido mi aporte desde el 87”.

Hoy en día uno de sus mayores impulsos es su hija, con quién también se ocupa de inculcarle que existen otras alternativas para ser mujer, y que se pueden romper con los estereotipos sociales.

“Es importante empoderarnos, tener conciencia nosotras mismas, sumarnos para poder revertir la situación de impunidad que existe, el problema de los feminicidios es tremendo y el Estado no reacciona, necesitamos seguir agrupándolos, sumando nuestros diferentes liderazgos, desde nuestras trincheras seguir transmitiendo, sobre todo a las niñas que son fundamentales, a las nuevas generaciones, que existen otras alternativas, distintas oportunidades de ser mujeres, que pueden romper estereotipos y pueden aspirar a ser todo lo que ellas quieran ser, y por supuesto nosotros como sociedad brindarles esos espacios”.

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