En el municipio indígena de Coatetelco la celebración para los fieles difuntos empezó el 28 de Septiembre, con la visita a los panteones con las ofrendas de la cosecha, tamales, elotes, calabazas, y los que no siembran les llevan la fruta y comida que comparte y degustan en las tumbas de sus muertos, y este año se llevó con las medidas sanitarias de la nueva normalidad. “Todos los días al caer el sol se pone un vaso de agua y se les prende una vela y así hasta el mes 2 de octubre”.
En Coatetelco, Maribel Epitacio Moreno, promotora de la danza prehispánica, y vecina de este lugar, refiere que el regreso de los muertos del Aztlán, es parte de la cultura ancestral, que con la conquista de los españoles generó esta importante mezcla y tradición que se preserva hasta nuestros días, y aquí a diferencia de otros pueblos la vista al panteón es el 28 de septiembre en la víspera de San Miguel, para el dos se noviembre es poca la gente que acude al panteón.
Este año las afluencia de visitantes al panteón cayó un 30% en comparación al año pasado, informaron las autoridades del municipio indígena, quienes colocaron filtros sanitarios para garantizar que todos los visitantes leven sus cubrebocas, se aplicaran gel al entrar y salid, de acudir a compartir la ofrenda de la prime cosecha del temporal, y llevan las cruces de pericón que previamente dejaron en sus parcelas y en las puertas de sus casas.
Este año por la pandemia Covid-19, las autoridades pretendieron prohibir que se compitieran los alimentos, como es costumbre, ya que todas las familias llevan suficiente; elotes asados, hervidos, esquites, tamales, atoles, dulce de calabaza, comida y fruta entre otras, pero la arraigada tradición, no permite que se regresen con sus propia comida, eso no es bueno, y sin mayor convivencia, solo lo repartieron.
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Y desde el 28 de septiembre hasta el 2 de noviembre se celebra a los muertos: “todos los días a partir de las 18 o 19 horas, se prende una veladora y se pone por lo menos un vaso de agua, para que los muertos vayan identificando el camino” y a los niños muertos se les pone ofrenda el 28 de octubre, 30 a los que fueron asesinados, y el primero a todos los fieles difuntos.
Se cree que desde el 28 de septiembre empiezan a salir del Aztlán, empiezan a caminar los muertos y a visitar las tumbas, desde ese día hasta el día de las ofrendas se ponen vaso de agua. Y el día de la ofrendas se les pone de comer todo lo que les gustaba y ese día se acompaña la ofrenda hasta que se levanta.
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El fervor de ofrendar a los muertos es una de las tradiciones más arraigadas y todos los días al empezar a caer la noche entre las 18 y 19 horas tocaban las campanas de la iglesia, esa era la señal, se pone una pequeña ofrenda, desde un jarro con agua y una veladora, hasta comida o bebidas, ofreciendo lo que más le gustaba en un lugar al interior de la casa, con excepción de los que mataron, a esos la ofrenda se pone en el patio.
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