Todas las mañanas David viaja en combi con su mamá desde Olintepec, en Ayala, hasta el Centro Histórico de Cuautla.
Al llegar a la parada de la Cruz Roja el pequeño de 10 años de edad desciende del transporte mientras que su madre continúa el trayecto hacia la Central de Abastos.
Esa es la rutina del niño que, a las 9:00 horas, debería estar en la escuela pero en lugar de eso vende dulces en la Plaza y Fuerte de Galeana. Nunca pierde la sonrisa y aprovecha cada oportunidad para abrazar a las personas: “Es que en mi casa nunca me dan un abrazo ni me dicen que me quieren”, expresa.
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Hacia las 16:00 o 17:00 horas su madre lo recoge para regresar a casa e irse a comer. El niño dice que su trabajo es vender lo necesario, no menos de cien pesos, pues de lo contrario lo castigan físicamente.
Esta historia, como la de David, se repite en varias partes del estado de Morelos. En los semáforos, cruceros, plazas, banquetas u otros espacios públicos es común ver a menores de edad trabajando, tanto así que para la gente que va de un lado a otro ya les resultan indiferentes.
Hay quienes trabajan como payasitos, venden fruta o verduras en bolsas, churros; otros más ayudan a tapar baches o a cortar caña de azúcar en los viveros.
Cifras preocupantes
Sobre el tema, la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2019 arrojó que en México existen más de 3.2 millones de niñas, niños y adolescentes de entre cinco a 17 años que realizan alguna actividad económica, de cuya cifra al menos 1.7 millones tienen ocupaciones no permitidas.
A su vez, Morelos se ubica en la posición número 17 en cuanto a la tasa de trabajo infantil con el 10.9 por ciento. Los primeros lugares los ocupan los estados de Oaxaca (21.5 por ciento) y Puebla y Chiapas (18.3 %); la tasa más baja la tienen Baja California (5.3 %) y la Ciudad de México (5.4 %).
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) refiere que los motivos por los cuales los menores de edad trabajan son:
- Por gusto o para ayudar.
- Para pagar su escuela y/o sus propios gastos.
- Porque el hogar necesita de su trabajo o aportación económica.
- Para aprender algún oficio, pagar deudas o porque no estudian.
Esto, a sabiendas de que la Convención sobre los Derechos del Niño exhorta en su Artículo 32 a proteger a las niñas y niños de ser víctimas de explotación económica y de desempeñar cualquier trabajo que pueda ocasionarles daño, entorpecer su educación o que sea perjudicial para su salud y desarrollo.
Aun así en los cruceros de Cuautla es menor el número de niños trabajando, pero en las calles, plazas, campos y en el área de la construcción se puede ver a muchos menores ejercer algún trabajo.
Hijos de migrantes
En la zona sur del estado llegan familias de artesanos provenientes de Tlamacazapán, municipio de Taxco, y de otros pueblos aledaños a Chilapa o Chilpancingo, en el estado de Guerrero.
Desde muy pequeños los niños de esas familias deben aprender a ofrecer productos. Lo hacen en compañía de sus padres o abuelos al principio, para que después ellos lo realicen completamente solos en las calles.
Los menores, de entre siete u ocho años de edad, recorren los mercados y parques para vender diferentes artículos. Forman forman parte del paisaje local y en fechas festivas como Semana Santa se les ve con más frecuencia porque ofrecen las palmas para el Domingo de ramos, así como en septiembre la flor de pericón y en diciembre los ramos de pascua.
Los hijos de familias migrantes también están en los campos aprendiendo a cortar caña. Supuestamente lo hacen cuando no tienen clases, por eso sus padres dicen que están ahí para aprender el oficio y así, cuando tengan 15 años, puedan casarse, como acostumbran en las comunidades de Guerrero y Puebla.
Tareas no remuneradas
También en la zona sur de Morelos hay pueblos donde los niños arrean el ganado, les dan de comer a los animales del corral, llevan agua hasta los bebederos, lavan las urnas de los marranos, entre otras actividades sin que por ello reciban una compensación económica. Lo deben hacer porque así lo dicen sus papás y porque son labores en las que deben apoyar.
Factores determinantes
El trabajo infantil existe por varios factores, entre los principales está el hecho de que sus propios padres los envían a la calle a buscar recursos, pues ven en ellos la forma de salir de sus problemas económicos; otro es que gran parte de los menores lo hacen por decisión propia, toda vez que prefieren estar afuera que permanecer en sus casas donde padecen violencia.
Sobre el tema, la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños, Adolescentes y la Familia del municipio de Cuautla explicó que ante estos casos primero se identifica a los padres de los menores para hacerles un llamado e invitación a que retiren a sus hijos de los trabajos, de tal forma que no se vean expuestos a un riesgo.
Pero cuando existe denuncia directa se atiende de forma confidencial e inmediata, con el objetivo de salvaguardar la integridad del o de los menores implicados.
La pandemia por Covid-19 y sus múltiples estragos
Miguel Ángel Chávez Díaz, presidente de la asociación civil Comprometidos y Humanistas, informó que según datos del Inegi, la pandemia por Covid-19 tuvo un papel coadyuvante para que ocurriera deserción escolar en menores de 18 años de edad, quienes tuvieron la necesidad de ingresar al mundo laboral. Dijo que la mayoría de los menores empezaron a trabajar en el área de albañilería, campo y en la ganadería:
“La razón principal por la que se dio esto fue por la falta de apoyo social y el acercamiento de las autoridades, pero también por irresponsabilidad y desorientación de los padres y por la falta de conocimiento de apoyos gubernamentales para que pudieran seguir estudiando”.
Agregó que durante la contingencia sanitaria creció el número de menores trabajadores, ya que las familias se encontraban en situación desprotegida y no recibían apoyos alimenticios.
Por ejemplo, en el tianguis dominical de Xoxocotla es común ver a niños y niñas trabajando al lado de sus papás ya sea en un puesto de jugos, aguas, churros y hasta plantas. Don Jesús cuenta que toda la familia ayuda en el negocio porque, además de tradición, todos necesitan apoyar para los gastos de la casa. En esa misma zona se encuentra una niña que ofrece palmas de Madagascar. Ya tiene experiencia haciéndolo pues le pide al cliente escoger la que más le guste, da recomendaciones sobre cómo cuidar y tratar a la planta. Su papá la observa desde lejos.
En otros puestos se ven caras de niños aburridos, abrumados por el intenso calor en la zona sur de Morelos y a pesar de eso deben atender a los clientes cuando sus padres les reclaman poner atención.
Niños que tapan los baches o pintan topes
En varias carreteras del estado se pueden encontrar a niños bacheando o pintando topes a cambio de unas monedas: “Nos ha tocado ver crecer a un grupo de niñas en la carretera que va de San José Vista Hermosa a Puente de Ixtla, que tienen entre seis y nueve años de edad; se trata de un tramo carretero en deplorable estado".
Las niñas viven en una humilde casa de carrizo y techo de cartón. A veces venden jícamas o sandías, pero cuando no tienen esos productos se dedican a bachear a cambios de unas monedas.
En Zacatepec, en el libramiento Casa Blanca, una mujer con sus hijas e hijos se dan a la tarea de regar el deteriorado tramo carretero.
Otra familia se encuentra sobre la avenida Emiliano Zapata, del crucero de Cuatro Caminos a la colonia Benito Juárez, ahí se ponen a pintar topes.
Y en Tlaltizapán hay una familia de payasos que desde la pandemia no les quedó de otra más que salir a los semáforos y a las carreteras para tener en sus mesas algo de comer.
En Jojutla, la zona comercial del sur del estado, hasta hace cuatro años era común ver una gran cantidad de niños trabajando, vendiendo chicles en los parques y el mercado, así como padres con sus hijos limpiando parabrisas en los semáforos.
Giovanni Romero Cruz, director del DIF de Jojutla, reconoce que por todo el movimiento comercial que hay en esa localidad llega gente de diferentes lugares e incluso del estado de Guerrero.
Explica que en estas familias han encontrado niños trabajando, pero se les pide que no lo hagan porque es un delito.
Se debe buscar el pleno desarrollo de las infancias
Luis Flores, director general del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en Cuernavaca, manifestó la postura que tienen institucionalmente con respecto a este tema, pues insistió en que ellos buscan el pleno desarrollo de las infancias y promueven los derechos a la educación, a una vida libre de violencia y el resto de derechos que sus familias y el estado les tiene que respetar.
“Los niños no tienen que estar trabajando porque afecta su desarrollo, además de que al trabajar en automático se violentan sus derechos; mucho menos estamos de acuerdo con la explotación infantil”, detalló el funcionario.
Comentó que existen casos de trabajo infantil que parten de la necesidad económica que hay en las familias, es decir, laboran todos los miembros y el peso no recae en los menores, ya que simplemente colaboran con algunas actividades.
Indicó que en estos casos son los mismos padres o tutores los que protegen el desarrollo y los derechos fundamentales de los niños. Explicó que para intervenir en un caso de abuso o explotación infantil es necesario una denuncia ante el DIF o la Fiscalía, después se actuará conforme marque la Ley, dejando los derechos de los menores de edad por encima de todos.
Desde niño sé ganar mi propio dinero
Vicente Barbosa ha trabajado desde los 11 años lavando carros. Actualmente tiene 35 y a pesar de que se pudiera pensar que su vida ha sido difícil, él asegura sentirse orgulloso por todo lo que ha hecho.
A los ocho años de edad su papá le dijo que debía dejar la escuela y ponerse a trabajar en la venta de pollos junto con él.
Pero Vicente no aguantó mucho en ese trabajo y prefirió buscar otra actividad, por lo que decidió lavar coches.
Cuenta que a pesar de que se ha enfrentado a muchos peligros, como asaltos, accidentes y que ha visto la muerte de varias personas, su vida es tranquila y pese a todo se siente y se considera feliz.
"Me siento muy tranquilo y feliz, no dependo de nadie, no hay gente que me diga qué tengo que hacer. Me siento orgulloso porque desde niño me he sabido ganar el respeto de la gente, pero también mi propio dinero", externa.
Actualmente Vicente aún lava carros en la calle Bollas sin Cabeza, en el Centro de Cuautla, donde se ha ganado la confianza de la gente: "Seguiré trabajando así hasta que Dios me lo permita".
Con información de Dulce Gaviña y Valeria Díaz
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