Por David Hernández López
Eclipsadas por los ataques israelíes en el Líbano y Gaza, y el aumento de la tensión con Irán; el pasado 6 de octubre se celebraron elecciones presidenciales en Túnez. El actual mandatario, Kais Saied, logró su reelección con casi el 90 por ciento de los votos emitidos. Para estas elecciones, de los 17 posibles candidatos presidenciales, 14 fueron detenidos o vetados de la contienda. Los resultados reflejan la crisis institucional que el país enfrenta.
En 2011, Túnez fue origen de las protestas de la llamada “primavera árabe” y, afortunadamente, sus cambios políticos no resultaron en una guerra civil como en Libia y Siria. Durante los siguientes años, se convirtió en ejemplo global de una transición pacífica desde la autocracia. Como resultado de tal proceso de concertación social y política, se esperaban mejoras en el bienestar de la población y el rápido desarrollo de su economía. Pero no sucedió. Desde 2021, cuando el presidente Saied disolvió el Poder Legislativo, promovió la aprobación de una nueva constitución y amplió sus facultades, Túnez enfrenta una profunda crisis multisectorial.
Aunque no se niega la gravedad de las crisis en territorio libanés y gazatí, los comicios tunecinos tampoco deben ser ignorados por la comunidad internacional. A continuación, algunos apuntes sobre la importancia de este proceso dada la coyuntura actual.
Se esperaba que tras la transición pacífica del poder en 2011, la economía tunecina fuera impulsada, la inversión extranjera llegara y, por tanto, se catapultara el desarrollo y bienestar general, pero estas promesas no lograron concretarse. El Banco Mundial afirma que la tasa de desempleo en ese país es una de las más altas en Medio Oriente y Asia Central, incluso entre los países en guerra, debido principalmente al deterioro institucional de la última década. La población más joven es la más afectada. La falta de empleo impacta en otras áreas que, en conjunto, mantiene en un nivel bajo el bienestar y desarrollo de las y los tunecinos. En consecuencia, las recientes elecciones podrían agravar aún más o, por lo menos, mantener en ese mismo estado las retadoras condiciones de vida en el país.
Es claro que este contexto de marginación económica, social y política podría resultar en retos para la seguridad del país y del mundo. Desde hace varios años grupos terroristas como el autodenominado Estado Islámico mantienen presencia en territorio tunecino. El ataque de marzo de 2015 en el Museo Nacional del Bardo es sólo un ejemplo de esta problemática. La debilidad institucional, la falta de legitimidad gubernamental y la crisis política desvían la atención de los retos de seguridad.
Voces expertas afirman que estos grupos podrían usar las dificultades, principalmente económicas, para sumar simpatizantes en búsqueda de ingresos para sobrevivir. En consecuencia, las capacidades de las organizaciones terroristas aumentarían y, por tanto, también los episodios violentos tanto en Túnez como en Europa. Para entender mejor su importancia en este fenómeno, en las últimas dos décadas, Túnez ha sido el principal país de origen de los miembros de los grupos terroristas activos en Siria e Irak, principalmente del Estados Islámico.
Por otro lado, por su posición geográfica en el norte del continente africano, Túnez es uno de los pasos más importantes para las y los migrantes que buscan llegar a Europa. El recién reelegido presidente tunecino ha emprendido una política de persecución a través de expulsiones no oficiales. Al Jazeera reporta que las y los migrantes son transportados clandestinamente hacia el desierto y ahí son abandonados. La Unión Europea coopera con las autoridades tunecinas para aumentar sus capacidades de gestión migratoria, pero con un gobierno poco democrático, los controles contra la corrupción y los esfuerzos para respetar los derechos humanos de las y los migrantes son inexistentes. La reelección de Saied sólo reduce las posibilidades de mejorar la atención de este fenómeno.
Finamente, Túnez se une al grupo de países donde la democracia se está deteriorando. La sociedad civil y activistas coinciden en que el país pasa por un proceso de erosión de su régimen democrático. Desde las irregularidades en las recientes elecciones, hasta la represión de la oposición y la censura de los comedios de comunicación, los críticos acusan a Saied de desmantelar los avances en la materia alcanzados tras las protestas de 2011. Este contexto agranda las posibilidades de corrupción, mal manejo de retos como la migración y el terrorismo, y, en consecuencia, disminuyen las posibilidades de mejorar el acceso a empleo, salud, educación y alimentación, entre otros servicios básicos.
De seguir esta tendencia, Túnez podría convertirse en un punto de tensión que, incluso, tendría que ser atendido por la comunidad internacional por sus posibles consecuencias regionales. Aunque el mundo tiene puesta su mirada en Gaza, Israel, Líbano e Irán, dada la urgencia y nivel de amenaza actual, lo cierto es que Túnez vive tiempos profundamente retadores que también merecen ser vigilados.
DAVID HERNÁNDEZ LÓPEZ es subdirector de análisis en el Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques del Senado; cursó la maestría en Estudios Internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); es profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; y asociado del Programa de Jóvenes del Consejo Mexicano de Asuntos Internacional (PJ Comexi). Twitter@DavidHdzLpz / Linkedin/davidhernándezlópez