En los últimos cinco años, Luis Medina se ha convertido en un personaje recurrente de las principales calles y plazas de Cuautla. Es común verlo caminando con su triciclo, su bocina y su micrófono, entonando canciones de antaño, recordando a la gente que esa música, de cuyas letras ya pocos se acuerdan, aún es capaz de alimentar el corazón y el espíritu de las personas.
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“Desde niño me gustó cantar. Cantaba en fiestas y mi vocación es esa. Tengo muchas pistas en la casa”, cuenta Luis, de guayabera, sombrero de palma y pantalón negro, mientras canta “Mía”, de Pedro Infante.
Sale a cantar cada tercer día, o cuando el ánimo se lo pide. Y dice que no lo hace por necesidad, sino por gusto, porque cantar lo rejuvenece y le da sentido a su vida. Y porque recibe su Pensión para el Bienestar. Aun así, lleva consigo un botecito que extiende cada vez que alguien le ofrece una moneda.
“Cuando salgo a trabajar, me siento como que rejuvenezco y eso es una forma de alimentar mi espíritu y mi físico, porque, si yo me tiro en la cama, a ver la televisión o cualquier otra cosa, siento que mi cerebro se atrofia”, dice Luis, quien también pertenece al Ministerio de Canto de la Parroquia de Santo Domingo. Se podría decir, entonces, que lo lleva en el alma.
Sus recorridos inician a las 9:00 horas por las calles del centro de Cuautla, y va deteniéndose en donde hay más gente. Le gusta tener público, así que los sábados, cuando cientos de personas se amontonan en el tianguis Siglo XXI, de la colonia Juan Morales, en Yecapixtla, lo convierte en su escenario. Y no se retira cuando se cansa, o cuando logra juntar dinero suficiente, sino cuando se acaba la batería de su bocina.
“Depende de la vida de la batería. Cuando se acaba, me regreso a mi casa, aquí, en Cuautla”, donde vive solo, porque sus hijos y nietos están en la Ciudad de México.
Sus favoritas son las canciones de Pedro Infante y Javier Solís. Y aunque lleva consigo las letras en hojas engargoladas, no acostumbra a usarlas, porque se las sabe de memoria.