Es posible que muchos tepoztlenses no hubieran sido capaces de reconocer a Rius al verlo caminar por las calles de su pueblo. Rius, el autor de aquellos libros que circulaban en preparatorias y universidades, prestados entre maestros y alumnos, eligió a Tepozltán como su hogar definitivo, luego de vivir en Cuernavaca, trabajar en la Ciudad de México y haber nacido en Zamora, Michoacán, el 20 de junio de 1934.
Pero entre todos los habitantes de este municipio, cuyo misticismo ha atraído a gente de todas partes del mundo, Jesús Sedano siempre supo reconocerlo. No sólo eso: llegado el momento, mientras estudiaba comunicación, aquel joven le preguntó al impredecible Rius si quería apadrinarlo y, para su maravilla, le dijo que sí.
“Él con gusto aceptó, y fueron varios encuentros, acompañados con largas charlas, consejos, gran aportación a mi carrera, inolvidables recuerdos, imágenes y carcajadas junto al gran Rius, cinéfilo de corazón, amante de la música clásica, jazz, del café y vino tinto”, recuerda Jesús Sedano Hernández, promotor cultural de Tepoztlán y actual director del Auditorio Illhuicalli, de donde se despidió del caricaturista la última vez que lo vio.
Lo recuerda bien
“La última vez que nos vimos fue en el zócalo del pueblo de Tepoztlán. Tuvimos una plática intensa, aunque sí, él me dijo ‘aprovéchame porque me voy’, ‘ya me siento muy cansado, ya me quiero jubilar, así que aprovéchame’. Tuve el privilegio de sus últimos consejos y saber de sus últimos proyectos. Caminamos hasta llegar a la entrada del auditorio, nos dimos un abrazo. Su mirada era cansa, diferente a la que siempre tenía. Siempre que nos despedíamos le decía cuídese, y él me volteaba a ver y contestaba ‘¿me cuido’, ¿de quién o de qué?’ Y terminaba con una sonrisa”.
Eduardo del Río García
Si antes dijimos que Rius era impredecible, es probable que también lo fuera para sí mismo. Si no, ¿cómo explicamos que un joven que deseaba ser sacerdote terminara por convertirse en un caricaturista crítico con gobierno y declararse ateo? Pero el camino así es, y Eduardo no sólo se alejó del catolicismo, sino que fue excomulgado de la Iglesia por el contenido de su obra, particularmente de “El manual del perfecto ateo”, un libro que garantiza que “en muy poco tiempo cualquier lector descreído, o que apenas empieza a abrigar algunas dudas sobre diosito, podrá graduarse en esta materia tan trascendente y ejercer a la perfección el ateísmo”, según su propia sinopsis.
De Rius se ha dicho que era de difícil trato con los editores de las revistas en las que colaboraba. Durante su carrera, Eduardo del Río hizo trabajos para las principales revistas de México, como “Proceso”, “Siempre!” y “Sucesos o Política”; así como para periódicos de izquierda y derecha como El Universal, La Prensa y la Jornada (sus ideas, eso sí, eran plenamente izquierdistas). Además, contribuyó en la creación de revistas de humor político y blanco como “La Gallina”, “Marca Diablo”, “La Garrapata”, “El Chahuixtle” y “El Chamuco y los hijos del averno”.
Su trabajo, que abrazaba lo didáctico, también tuvo éxito fuera del país: en 1976, la adaptación al inglés de su libro “Marx para principiantes” se convirtió en un éxito de ventas en Estados Unidos y dio impulso a las series de libros “For Beginners”.
El Tepoztizo
Así se autodenominaba: tepoztizo. Y aunque le gustaba vivir en Tepoztlán, no todas las costumbres del pueblo lo atraparon. Por ejemplo, no le gustaba el carnaval.
“El pueblo y las fiestas de sus barrios, para todo tocan campanas y avientan tanto cuete; sé que es parte de un pueblo con usos y costumbres. Y cuando llega su carnaval, qué puedo decir, con ganas de salir corriendo, pero aún así me gusta vivir aquí”, le habría confesado a Sedano.
Rius murió el 8 de agosto de 2017 a la edad de 83 años. La última vez que Jesús pudo abrazarlo, Rius llevaba consigo una premonición: “ya me siento muy cansado, ya me quiero jubilar”, le había dicho. Y agregó: “mi jubilación me la dará la muerte”.
“Rius fue, sin proponérselo, uno de los grandes educadores de México del siglo XX… Rius fue el más entrañable de los caricaturistas y su vastísima obra no sólo es la educación política de los mexicanos sino su educación sentimental”, escribía Elena Poniatowska tras el fallecimiento del caricaturista.