“Cuando Antonio Banderas vino, nos quedamos toda la noche esperando que saliera, primero del Hotel Cuautla, donde estaba hospedado, y luego de su camerino, que estaba, según recuerdo, por la biblioteca Abraham Rivera”.

El testimonio es muy vívido en el recuerdo de Daniela, una ciudadana cuautlense que recuerda como si fuera ayer la ocasión en que el prestigioso actor español rodó escenas para la película “Pecado original” en la antigua estación del ferrocarril interoceánico, junto con la actriz estadounidense Angelia Jolie.

“Venía Angelina Jolie también. A ella también la vimos, sólo que no era tan famosa como ahora”, agrega Daniela.

Aunque la película protagonizada por Banderas retrata una historia que tiene lugar en Cuba, fue rodada en varias locaciones del estado de Morelos, así como de la República Mexicana. En la trama, Antonio Banderas encarna a Luis Vargas, un hombre acaudalado que sostiene una relación a distancia, por medio de cartas, con Julia Russell, interpretada por Jolie, una americana que, en principio, parece ser todo lo que él necesita para casarse y proyectar el estatus social al que aspira. Cuando ella desaparece, él inicia un viaje hacia el pasado de aquella mujer.

La película no tuvo éxito en crítica ni taquilla, pero su filmación fue una de las ocasiones en que la ciudad de Cuautla se entregó con más intensidad a una producción hollywoodense.

En febrero del año 2000, periódicos como El Universal cubrieron el rodaje de la película en territorio morelense, deteniéndose en el hermetismo con el que fue filmada por parte de la producción, así como un gran despliegue de seguridad para evitar la infiltración de personas ajenas al casting y el equipo técnico, empezando por la prensa.

Además de la antigua estación de Cuautla y la hacienda de Oacalco, la producción también hizo uso de escenarios de estados como Tlaxcala, Campeche, Puebla y el Distrito Federal. Finalmente, el filme fue estrenado al año siguiente.

“La película no pretende ser sutil. Es un melodrama sudoroso a la luz de las velas, alegremente cutre y con una fotografía que se revuelca en su suntuosa decadencia”, escribiría el crítico de cine del “New York Post”, Jonathan Foreman. Y fue una de las reseñas más gentiles con el resultado final.

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