"Soy reumatólogo. Terminé siendo jefe de piso en atención en enfermedades respiratorias", es una de las tantas anécdotas del médico Daniel Xavier Xibillé Friedmann, reumatólogo. del Hospital General Dr. José G. Parres, de Cuernavaca. En su largo andar como “héroe sin capa” cuenta que en un país en donde el sistema de salud carece de equipo, medicamentos y una cultura de la prevención que no abona, ser médico también conlleva a ser activista dentro su propio hospital.
El 23 de octubre de cada año se conmemora el Día del Médico en México, mismo que se celebra desde el año de 1937 luego de un acuerdo alcanzado en la Convención de Sindicatos Médicos Confederados de la República en honor al doctor Valentín Gómez Farías, y con ello vendrán un sinnúmero de eventos para celebrar, desde las medallas, estímulos económicos hasta desayunos.
Pero no es eso lo que les llena, el verdadero reconocimiento, ese que de pronto cala los huesos y llena de brillo los ojos es ver a un paciente irse a casa con vida, rescatarlo de “las garras” de la muerte.
¿Cómo sobrevive un médico en tiempos de Covid-19?
Con su impecable bata blanca, la médica internista, Marisol Hernández López, se aligera un poco con esa sonrisa que la caracteriza. Sentada sobre una banca de cemento afuera del Parres, juega un poco con sus manos mientras toma un sorbo de aire acepta responder cada una de las preguntas.
“Nos tocó también la pandemia de la influenza en el 2009 y ya habíamos tenido la oportunidad de vestirnos como astronautas, la verdad es que no fue grande tiempo, sí llegaban pacientes y estábamos en áreas dispuestas para ellos, ahora ciertamente fueron cosas totalmente diferentes. Tuvimos cambios sustanciales en el gremio”.
Los recuerdos van y viene en su mente, los que más duelen son los que no logran volver con vida a su casa.
"¿Cómo sobrevive un médico?" pregunté, a lo que ella respondió, “platicábamos justamente que tiene mucho que ver con la fortaleza que se tiene por dentro, yo creo que parte de la experiencia que hemos tenido este tiempo, esa fuerza y ese gozo de ser médico tuvo mucho que ver para hacer resiliencia y seguir adelante a pesar de las vicisitudes. Lo que somos cada persona, eso tiene mucho que ver”.
Los médicos internistas están acostumbrados a tratar a pacientes graves, relata. Pero ver a “camaradas” de trabajo morir “no es una experiencia agradable, tenemos varios amigos que fallecieron, primero uno no lo cree y segundo la molestia sobre una enfermedad que no nos ha permitido tener un tratamiento en específico para poder salvarlos”.
La dotación de insumos, equipos de protección para los trabajadores de la salud, en gran parte han sido gracias a que médicos y enfermeras levantan la voz para exigir, pero coinciden en que el Covid-19 debe ser una “pauta” para que las autoridades tomen acciones y fortalezcan el sistema de salud en todo el país.
“Hubo que pelearlo, aquí todo el tiempo es pelear pero sí tuvimos equipo”.
Hace falta una cultura de la responsabilidad
"Enfermedades que cobran la vida de cientos, de miles de ciudadanos, requieren de responsabilidad y solidaridad compartida, entre paciente y médico", dijo el médico Daniel Xavier Xibillé Friedmann, sobre todo en un país en el que hace falta la cultura de la prevención y el aumento de información falsa en las redes sociales ha permeado tanto.
“Al principio la queja era el Covid no existe, después pasamos a 'oigan ¿saben a dónde están recibiendo pacientes?, ¿en dónde hay botella de oxígeno?' y después fue '¿saben si alguien se ha muerto por vacunarse?', entonces para nosotros que hemos estado aquí encerrados nos extrañamos de la gente que duda de las vacunas”.
Enfatiza que preocuparse no solo por “suyos” sino por el resto de la sociedad, es lo que hace falta de parte del ciudadano.
Un reumatólogo atendiendo enfermedades respiratorias
“¿Cómo acabé de jefe de servicios?”, pregunta y suelta una gran carcajada.
“Esa es una historia interesante, yo creo que no sabían que hacer conmigo y por eso me pusieron de jefes, éramos tan poquitos que no había mucho de dónde agarrar, pero bueno tengo dos años de entrenamiento en medicina interna, entonces no estoy tan perdido. Todos teníamos que cumplir con un papel y esa fue mi colaboración”.
Y es que durante la contingencia muchos médicos fueron enviados a su casa debido a que tenían una enfermedad de riesgo, quedándose en su mayoría los más jóvenes, y aunque sin tener alguna especialidad a fin a la del sistema respiratorio, tuvieron que entrenarse en el momento mismo.
Pacientes imposibles
“Era alérgica a todo”, cuenta y sonríe la doctora Laura que labora en un consultorio privado, uno de tantos que se encuentran en el centro de Cuernavaca.
Egresada de la UNAM, eso dice su placa a la entrada del consultorio, prefiere no mencionar su nombre completo pero accede a contar una que otra anécdota, que se cuentan por cientos.
“Una de mis pacientes más complicadas, porque nada es imposible para nosotros los médicos, fue una persona que enfrentaba frecuentemente amigdalitis y ya había tomado de todos los antibióticos posibles, prescritos o automedicados, entonces la revisé y le pregunté a qué medicamentos era alérgica y me dio una lista que prácticamente me dejó sin opciones”.
La doctora menciona que finalmente le envió paracetamol y la mandó hacerse estudios clínicos más profundos “para ser más específica en el tratamiento. No me quise arriesgar a que le provocara una alergia algo más”.