A sus 78 años, lo que más le gusta a Samuel Vázquez de salir de su casa, enfundado en su traje de mariachi, es reunirse con sus amigos los sábados, domingos y días especiales en la alameda de Cuautla. Durante mucho tiempo, esta plaza fue el lugar de reunión de los mariachis de la región, en una época en que las familias estaban dispuestas a pagar cualquier cantidad con tal de llevar música en vivo a sus fiestas y hogares. Pero las cosas han cambiado mucho.
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"Ya casi no hay mariachis. De los que quedan, algunos no están aquí porque salieron a trabajar. Salieron temprano. Unos vienen, otros se van", dice Samuel.
Hoy es 10 de mayo y los mariachis llegaron con la esperanza de ser contratados para dar serenata a alguna mamá. Ojalá fueran varias durante el día, pero sólo uno de los tres grupos tuvieron la fortuna de ser contratados. El resto permanece en las jardineras esperando que la suerte mejore.
"En la casa se enfada uno, y convivir con los amigos es una gran bendición de Dios, porque Dios nos ha prestado mucha vida todavía, y de estar en la casa, soportando la tristeza, mejor nos vinimos con los compañeros. Estamos trabajando, harto o poquito, pero es bueno llegar a casa con un poco de dinero", dice Samuel.
Así, Samuel Vázquez refleja una nueva realidad para quienes hoy quieren seguir cantando: la música en streaming los ha hecho a un lado y, mientras que antes llegaban a cobrar canciones una tras otra, hoy simplemente lo hacen para conversar y convivir.
"Este es un trabajo que no tiene un salario fijo, que nos puede ir bien o mal, pero sí hay trabajo para todos hay", dice Samuel.