Es roja y se le conoce de varias formas: de pitos y de colorín, pero probablemente su nombre más conocido sea el de tzompantle. Se trata de la especie Erythrina coralloides y, aunque también es un árbol ornamental, en México es un alimento que se puede preparar de varias formas.
De acuerdo con Miguel Arenas Arenas, titular de la Dirección de Turismo y Cultura del Ayuntamiento de Tetela del Volcán, en esta localidad, ubicada a las faldas del volcán Popocatépetl, la flor de tzompantle es una herencia que ha pasado de generación en generación y que hoy sigue siendo un manjar para los habitantes de esta localidad.
Es una herencia gastronómica de nuestros abuelos, una flor que se prepara en una gran gama de platillos típicos y de la región. En Tetela la puedes deleitar en un mole verde (pipián), o tortitas con huevo en espacias, entre otros, menciona.
Pero la flor de tzompantle no sólo se come en Tetela: se trata de una especie que, desde diciembre, empieza a florecer en árboles que pueden encontrarse en varias partes del estado. En Cuautla, considerada como una zona urbana, las mujeres que llegan a vender productos de los pueblos en las aceras siguen ofreciendo este alimento, y la gente lo sigue comprando.
En Yecapixtla, la flor de tzompantle también se acostumbra comer preparada en tortas con huevo. Hasta hace algunos años, las mujeres que recorrían las calles de las comunidades, ofreciendo plantas comestibles cosechadas en la región de Los Altos, ofrecían esta flor a las amas de casa. Hoy son cada vez menos las personas que recorren las calles como antaño.
Un manjar, pero también un riesgo
Antes de la llegada de los españoles a México, los aztecas consideraban el tzompantle como un árbol sagrado que podía ser utilizado con fines medicinales. En el siglo XVII, el botánico Francisco Hernández de Toledo se refirió a ella como una planta medicinal cuyo juego, exprimido y depositado en la boca de los niños, producía sueño.
De acuerdo con el blog "El nahual", sus semillas, que son rojas, son venenosas si se consumen maduras, ya que contienen un alcaloide llamado Coraloidina que paraliza los nervios motores y tiene efectos narcóticos. Sin embargo, la flor ha sobrevivido a los años como una opción culinaria para quienes se sienten atraídos por la cocina tradicional.