La discapacidad motriz no es impedimento apara ser activos, trabajar y ser participativos económicamente, aseguró Magdalena Esperanza Solano, directora del proyecto “Enchúlame la Silla”, asociación civil que emplea a personas con alguna discapacidad y, al mismo tiempo, repara sillas de ruedas.
Magdalena informó que el proyecto permite el empoderamiento y la inclusión de personas que padecen alguna discapacidad motriz; el plan se concretó con la creación de un taller de reparación de sillas de ruedas, el cual cuenta con el apoyo de Rotary International.
Al explicar acerca de “Enchúlame la Silla”, Solano comentó que primeramente se reconoció que existían muchas personas que requerían la rehabilitación de su sillas de ruedas, pero que no contaban con los recursos para hacerlo; por ello, el taller surgió para apoyarlas. Por lo tanto, Rotary Internacional dona la pieza y los beneficiados sólo cubren el costo de la mano de obra, el cual oscila entre los 50 y 400 pesos.
También la asociación cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de varios municipios, pues dentro de proyecto están los talleres ambulantes, los cuales son montados en diferentes localidades. A través de ellos la gente puede ver que los encargados de las reparaciones están a cargo de personas con alguna discapacidad, lo que demuestra que este sector puede ser activo ya que cuenta con las ganas de trabajar.
En el taller trabajan 13 personas, de ellas sólo una padece un impedimento auditivo y el resto emplea silla de ruedas o en muletas. “Lo que queremos es romper con estigmas en el tema de la discapacidad, necesitamos gente valiosa con coraje, con deseos de seguir trabajando y mostrarle al mundo que aquí estamos y podemos hacer muchas cosas”, resaltó Magdalena Esperanza.
Indicó que en materia gubernamental sí se ha trabajado, pero recalcó que es tiempo de unir esfuerzos y lograr que estos proyectos funcionen.
Una oportunidad de seguir
María Isabel Hernández perdió desde los 15 años la fuerza en las piernas, por lo que durante dos años sufrió una depresión causada por su desconcierto ante la realidad de depender de un aparato funcional para desplazarse.
Sin embargo, desde hace cuatro años, cuando llegó a la asociación civil, empezó a trabajar en la reparación de sillas de ruedas; “me va bien, me gusta lo que hago”, refirió.
Isabel llegó a la agrupación como otra clienta más, pues compraba sus refacciones, pero luego se topó con la necesidad de trabajar y, por lo tanto, se acercó para encontrar un puesto y desde entonces labora en el taller.
“El simple hecho de estar en una silla de ruedas no nos hace menos personas , echarle ganas y no dejarse vencerse”, expresó María Isabel.