Roberto Vázquez Campuzano, de la Facultad de Medicina (FacMed) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que además de la velocidad con la que muta, el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) infecta linfocitos T, la base de nuestra respuesta inmune. Estos son dos de los problemas más importantes por los que no se ha podido desarrollar una vacuna contra el VIH, y asegura que ésta será una herramienta más en la lucha contra este virus.
Los primeros casos del VIH fueron detectados en 1981 en las ciudades de Nueva York y Los Angeles, en Estados Unidos. Desde entonces, según el estudio Eliminating HIV/AIDS disparities in US communities of colour (https://www.thelancet.com/journals/laninf/article/PIIS1473-3099(21)00088-8/fulltext), más de “32.7 millones de personas han muerto a causa de la enfermedad en todo el mundo y hoy, 38 millones de personas viven con ella”.
Desde la aparición del VIH, científicos de todo el mundo han intentado desarrollar una vacuna contra la enfermedad, pero sin éxito, a pesar de la inversión económica dedicada a la investigación. El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida, ONUSIDA, calcula que cada año se dedican “aproximadamente mil millones de dólares a la investigación y el desarrollo” de dicha vacuna.
En el 2009, por ejemplo, investigadores de Tailandia anunciaron el desarrollo de un tratamiento que reducía el riesgo de infección del VIH en más de 31%. No obstante, sólo era efectiva contra la cepa de VIH común en Tailandia por lo que fue descartada para ser producida de manera masiva.
Recientemente, el proyecto Mosaico, organizado por la red HIV Vaccine Trials Network (HVTN) y la farmacéutica Janssen, anunció el inicio de un ensayo clínico para la fase 3 de investigación de una vacuna. La primera en una década que llega a fase 3 y en la que participarán personas de México, Argentina, Brasil, Italia, Perú, Polonia, España y Estados Unidos.
Aunque la noticia fue recibida con beneplácito por la comunidad científica, para Roberto Vázquez Campuzano, del Departamento de Microbiología y Parasitología, de la FacMed, la vacuna por sí sola no erradicaría la enfermedad.
“Hay muchas esperanzas en la comunidad médica de que esta vacuna funcione, sin embargo, no es, ni será, la solución final a la pandemia de VIH. Aunque el objetivo de ONUSIDA es eliminar la enfermedad para el 2050, esto está más relacionado con el uso de medicamentos retrovirales. La vacuna sólo vendría a sumarse a los esfuerzos que se están haciendo; y quizá en lugar de eliminar la transmisión del virus para el 2050 se consiga mucho antes”.
¿Por qué ha tardado tanto?
Ante el rápido desarrollo de una vacuna contra el SARS-CoV-2, el virus causante de la Covid-19, en todo el mundo se preguntan por qué no se ha conseguido lo mismo para detener la propagación del VIH.
La respuesta, de acuerdo con Vázquez Campuzano, está en las diferencias entre los dos virus. “El Sars-CoV-2 es un virus que muta, pero lo hace muy despacio. Sus polimerasas –las enzimas que se encargan de copiar su material genético– producen mutaciones en el virus pero son muy lentas. El Sars-Cov-2 se adaptó a los humanos a partir de alguna especie animal que aún no se identifica, aún es un periodo muy corto.
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