/ domingo 31 de marzo de 2019

Jesús es el vigilante del Popocatépetl

Hernández Mendoza recoge la ceniza del coloso para analizarla e informar a las autoridades

La mañana del 21 de diciembre de 1994, las casas y calles de Tetela del Volcán amanecieron vacías: después de 67 años de silencio, el Popocatépetl despertó aquella madrugada arrojando ceniza. Para Jesús Hernández, que entonces tenía 33 años de edad, aquello sólo podía representar el principio del fin: un pueblo bañado en ceniza volcánica está condenado a la desaparición. Sin embargo, el tiempo le demostró lo contrario.


Pensé que nos iban a abandonar, porque ya nadie iba a querer venir a invertir; de hecho, mucha gente se fue a vivir a otros lados

Jesús Hernández, que hoy tiene 57 años


Hernández fue uno de los pocos habitantes que permaneció en el pueblo aquella mañana, en parte porque su familia no tenía adónde ir y porque, en el fondo, quería sentir la emoción de ver un volcán en erupción. Más de dos décadas después, Hernández lamenta que muchos de sus vecinos hayan decidido no volver a vivir a las faldas del volcán.


Foto: Emmanuel Ruiz


Un año después el pueblo reaccionó con ganas de levantarse y seguir viviendo, seguir fortaleciéndose; empezó a llegar mucho recurso para esta área, y ahora Tetela es mejor


EL VIGILANTE DEL VOLCÁN

Aquella mañana, Jesús Hernández Mendoza descubrió su destino: estudiante de Biología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante los años siguientes se dedicó a investigar todo lo que pudo sobre volcanes activos y sobre la historia del Popocatépetl, y fue en el año 2000 cuando, finalmente, se convirtió en el responsable de vigilarlo todos los días en el estado de Morelos. Ahora, aquel joven que ansiaba ver al volcán hacer erupción se ha convertido en un hombre que se despierta todos los días con el compromiso de hacer lo mejor para su pueblo.


Siempre tuve ganas de ver el volcán activo. Cuando era niño, lo veíamos al fondo y a veces leíamos notas de otros países con volcanes activos, nos preguntábamos por qué éste no sacaba nada


Durante casi dos décadas, Jesús Hernández, a quien muchos conocen como "El Chino", ha operado la Comisión Regional de Protección Civil en Morelos, ha aprendido a diferenciar una columna de ceniza de una nube, ha visitado Ayuntamientos y escuelas para instruir a autoridades y alumnos sobre la actividad del Popo y, cada vez que arroja ceniza, ha almacenado el material en bolsas de plástico que envía al Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), para su análisis y valoración. Le gusta trabajar en días de descanso.


Es que para mí fue como si hubiera querido hacer este trabajo desde el principio, y fue una coincidencia que los estudios que tenía me permitieran adentrarme en la actividad volcánica


DON GOYO, NUESTRO VECINO

Para el comisionado regional de la Coordinación Estatal de Protección Civil, la clave para vivir en la zona de riesgo del Popocatépetl está en un punto intermedio entre la calma y la atención: calma, para no actuar con miedo ni desesperación cuando no sea necesario; y atención, para valorar la importancia de la información que llega desde los especialistas, particularmente desde el comité científico de la UNAM, que monitorea de forma permanente la actividad del volcán.


El concepto de miedo no lo tengo, porque yo estudié el volcán de manera natural desde el principio: ahí está, ahí ha estado y ahí seguirá, es una actividad geológica normal de la tierra, y si queremos vivir aquí, cerca de él, tenemos que tener ese conocimiento

La mañana del 21 de diciembre de 1994, las casas y calles de Tetela del Volcán amanecieron vacías: después de 67 años de silencio, el Popocatépetl despertó aquella madrugada arrojando ceniza. Para Jesús Hernández, que entonces tenía 33 años de edad, aquello sólo podía representar el principio del fin: un pueblo bañado en ceniza volcánica está condenado a la desaparición. Sin embargo, el tiempo le demostró lo contrario.


Pensé que nos iban a abandonar, porque ya nadie iba a querer venir a invertir; de hecho, mucha gente se fue a vivir a otros lados

Jesús Hernández, que hoy tiene 57 años


Hernández fue uno de los pocos habitantes que permaneció en el pueblo aquella mañana, en parte porque su familia no tenía adónde ir y porque, en el fondo, quería sentir la emoción de ver un volcán en erupción. Más de dos décadas después, Hernández lamenta que muchos de sus vecinos hayan decidido no volver a vivir a las faldas del volcán.


Foto: Emmanuel Ruiz


Un año después el pueblo reaccionó con ganas de levantarse y seguir viviendo, seguir fortaleciéndose; empezó a llegar mucho recurso para esta área, y ahora Tetela es mejor


EL VIGILANTE DEL VOLCÁN

Aquella mañana, Jesús Hernández Mendoza descubrió su destino: estudiante de Biología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante los años siguientes se dedicó a investigar todo lo que pudo sobre volcanes activos y sobre la historia del Popocatépetl, y fue en el año 2000 cuando, finalmente, se convirtió en el responsable de vigilarlo todos los días en el estado de Morelos. Ahora, aquel joven que ansiaba ver al volcán hacer erupción se ha convertido en un hombre que se despierta todos los días con el compromiso de hacer lo mejor para su pueblo.


Siempre tuve ganas de ver el volcán activo. Cuando era niño, lo veíamos al fondo y a veces leíamos notas de otros países con volcanes activos, nos preguntábamos por qué éste no sacaba nada


Durante casi dos décadas, Jesús Hernández, a quien muchos conocen como "El Chino", ha operado la Comisión Regional de Protección Civil en Morelos, ha aprendido a diferenciar una columna de ceniza de una nube, ha visitado Ayuntamientos y escuelas para instruir a autoridades y alumnos sobre la actividad del Popo y, cada vez que arroja ceniza, ha almacenado el material en bolsas de plástico que envía al Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), para su análisis y valoración. Le gusta trabajar en días de descanso.


Es que para mí fue como si hubiera querido hacer este trabajo desde el principio, y fue una coincidencia que los estudios que tenía me permitieran adentrarme en la actividad volcánica


DON GOYO, NUESTRO VECINO

Para el comisionado regional de la Coordinación Estatal de Protección Civil, la clave para vivir en la zona de riesgo del Popocatépetl está en un punto intermedio entre la calma y la atención: calma, para no actuar con miedo ni desesperación cuando no sea necesario; y atención, para valorar la importancia de la información que llega desde los especialistas, particularmente desde el comité científico de la UNAM, que monitorea de forma permanente la actividad del volcán.


El concepto de miedo no lo tengo, porque yo estudié el volcán de manera natural desde el principio: ahí está, ahí ha estado y ahí seguirá, es una actividad geológica normal de la tierra, y si queremos vivir aquí, cerca de él, tenemos que tener ese conocimiento

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