Surgidos en Morelos en la segunda mitad del siglo XIX como una edición tropicalizada de la costumbre europea, los carnavales locales no siempre han sido como son ahora: en un inicio, estas celebraciones, en que las autoridades permiten la ingesta de alcohol en la vía pública y el baile y la música durante el día y la noche, fueron una válvula de escape y un acto de protesta para los obreros que estaban cansados de los abusos de los hacendados. Hoy, en cambio, es un atractivo turístico y las autoridades se han involucrado directamente en su organización.
Según la tradición, el carnaval se realiza inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, que inicia con el Miércoles de Ceniza. En Morelos, el origen del carnaval se remonta a 1867, en plena época prerrevolucionaría, cuando, en un intento por contener el descontento de los campesinos de la región, los terratenientes concedieron a sus trabajadores un periodo de libertad en el que podían divertirse según lo desearan. Pronto, este sentimiento de “libertad” se difuminó por varios pueblos del estado: Tlayacapan, Yautepec y Tepoztlán fundaron una tradición que hoy sigue viva. Sin embargo, puede que aquellas primeras cuadrillas de pobladores nunca se imaginaran lo que pasaría después:
“Surgió como un movimiento de resistencia cultural y respuesta a la opresión de la gente, pero también como una necesidad de tener un espacio donde expresar sus sentimientos de manera festiva”, explica César Ortíz Triana, cronista de Yautepec.
¿Y la Cuaresma?
Un siglo y medio después de su nacimiento, esta fiesta ha logrado consolidarse como un atractivo turístico para 11 localidades morelenses: Jiutepec, Emiliano Zapata, Tlaltizapán, Tlayacapan, Tepoztlán, Yautepec, Atlatlahucan, Mazatepec, Miacatlán, Tetecala y Anenecuilco llevan a cabo sus propias versiones con la participación de pobladores, comerciantes y autoridades, entes que cada vez se ven más involucrados en la organización y que encuentran en esta celebración una oportunidad para aumentar la derrama económica de los municipios.
Sin embargo, lo que en un principio surgió como un desahogo colectivo antes de la llegada de la Cuaresma, hoy parece haberse olvidado de las fechas: hoy en día, los pueblos de Yautepec, Atlatlahucan, Mazatepec, Miacatlán, Tetecala y Anenecuilco realizan sus carnavales después del Miércoles de Ceniza, algo que tampoco parece importarle demasiado a los asistentes, que salen a brincar el Chinelo como lo harían en cualquier otra fecha.
Y hay pueblos que modifican más la tradición: en otras regiones del estado el carnaval se realiza en fechas distintas. En Totolapan, los pobladores han tomado la costumbre de realizar su carnaval a fin de año, antes de la celebración de la Navidad.
“Es un fenómeno que ha trascendido los límites territoriales y de fechas”, asegura Ortíz Triana.
Antecedente
En Morelos, el origen del carnaval se remonta a 1867, en plena época prerrevolucionaria, cuando, en un intento por contener el descontento de los campesinos, los terratenien-
tes concedieron a sus trabajadores un periodo de libertad en el que podían divertirse según lo desearan
“Es un fenómeno que ha trascendido los límites territoriales y de fechas”
César Ortíz Triana
Cronista de Yautepec