Con más de 20 años como afilador, todavía, don Eduardo Donaciano recorre la calles de Cuernavaca. Asegura que el oficio es una actividad que, desafortunadamente, se ha ido perdiendo con el paso del tiempo debido a que las personas han perdido la constumbre de llevar sus cuchillos, tijeras y demás productos.
Con su asiento de bicicleta, don Eduardo recorre todas las colonias, calles, mercados, carnicerías y centros comerciales de la ciudad. Sus principales clientes son las estéticas de belleza y las barberias, a donde acude regularmente y pone en marcha los pedales de su bicicleta para que funcione la piedra de afilar.
El vive al día como miles de mexicanos más, que buscan en sus oficios el sustento para comer y mantener a sus familias. Sus ventas, a pesar de no ser malas ya no son las de antes; dependiendo de la herramienta, los costos van desde los 10 pesos.
El sonido peculiar de lo afiladores anuncia su llegada a distancia. Este oficio característico en México tuvo sus inicio, incluso, en el Siglo XVII, época en la quesu medio de trabajo era una rueda de piedra que el afilador cargaba sobre su espalda, pero fue hasta la época de la colonia que llegó al país directo de España. Y aunque es un oficio que está en peligro de extinción, aún existen personas como don Eduardo que se ganan la vida afilando cuchillos y tijeras.