/ sábado 9 de noviembre de 2019

[Especial] Utilizan la calle para comer y dormir

Personas en situación de calle viven con la indiferencia social y las pocas o nulas acciones de las autoridades

Las calles de Morelos no sólo son utilizadas por las personas para transitar diariamente, algunas las usan para trabajar, descansar, incluso comer y dormir. Son personas nombradas de distintas maneras: indigentes, pordioseros, vagabundos o mendigos; lo cierto es que existe un gran tabú hacia ellas generando en ocasiones que sean olvidados por la misma sociedad y autoridades.

Este sector, que en México oscila en 14 millones 940 mil personas, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), es el más vulnerable debido a la indiferencia de los ciudadanos, quienes si bien se indignan cuando se abandona a una mascota en la calle, no lo hacen cuando es una persona la que está en esa situación y sólo desea una moneda para cubrir sus necesidades más básicas, como ir al baño o comer.

José Francisco Ríos Callera es un hombre con gestos amables, de complexión delgada y alto. A sus 67 años, las canas en el cabello y barba demuestran su amplia experiencia. Es oriundo del estado de Chihuahua, pero el destino lo trajo a Cuernavaca, donde reside desde hace ocho años, principalmente en la calle No Reelección, donde encontró un lugar para protegerse de la lluvia y el frío.

Sentado en la barda de Palacio de Gobierno, sobre calle Gutenberg, y acompañado de su mochila naranja, su fiel acompañante, recuerda que hace unos años decidió buscar un mejor futuro en California, Estados Unidos, donde trabajó por mucho tiempo en el área de construcción y donde experimento por primera ocasión el vivir en la calle, al no conocer a nadie.

El señor quien viste completamente de negro, pero sobresale una playera roja, disfrutó y cumplió por un tiempo el “sueño americano”; asegura que le iba bastante bien económicamente, se casó y tuvo una hija, pero el destino complicó sus planes. Al no ser residente, fue deportado a México hace aproximadamente 10 años. La edad no le permitió intentar regresar con sus seres queridos y decidió seguir su camino solo, aunque fuera en las calles.

Desde hace ocho años Cuernavaca se ha vuelto su hogar, y los callejones, vías y arterias, su única familia. Desde su deportación no ha vuelto a hablar con sus familiares reales, pero le invade la duda de si preguntarán por él, al menos si sigue vivo; “las fuerzas, la edad, todo se me vino encima y ya no pude. No saben dónde estoy. Fue muy difícil y en especial al dejarlos con la duda de si todavía estoy vivo”.

El apoyo de los ciudadanos, quienes le dan algunas monedas, le compran comida y hasta le han regalado ropa, ha sido su soporte para sobrellevar la soledad, así como su amor y fe en Dios; afirma que ha tenido una buena vida y el vivir en la calle no lo considera algo malo; al contrario, dijo, es una oportunidad para seguir luchando por salir adelante a su manera, en especial al mantenerse limpio y no caer en excesos que podría tener a la mano.

“Ya no puedo por la edad buscar otro tipo de trabajo. Todo lo que podía y tenía al alcance de mis manos era vivir en la calle”.

José Francisco siempre carga consigo sus cobijas y un pedazo de cartón sobre el cual se recuesta para hacer más cómoda la estancia donde lo desee. Con el dinero que recauda suple sus necesidades más básicas, como ir al baño; para bañarse aprovecha la temporada de lluvias o se mete a canales, los más limpios que pueda encontrar.

Con una sonrisa en la cara, la que no le faltó en ningún momento, asegura que no ha sentido rechazo por la sociedad, y si bien no desea pasar sus últimos momentos en la calle, afirma que no ha sido una mala experiencia; “sólo estoy haciendo tiempo para que llegue la edad de la vejez e ir a pedir ayuda al gobierno para meterme en un asilo. Mi experiencia ha sido muy buena, porque se tiene presente, se hace lucha y es una necesidad”.

En la misma capital del estado, en el centro histórico, frente a una tienda de Conveniencia, estaba Jesús García Catalán, de 27 años, sobre un pedazo de cartón y rodeado por unas cuantas botellas de cervezas vacías que se había tomado la noche anterior. El joven estudió hasta la secundaria; la falta de recursos y el ser un hombre violento lo orillaron a dejar los estudios, lo que generó que su familia le pidiera que se fuera de su casa.

En busca de otros horizontes, se mudó a California, Estados Unidos. Ahí trabajó como jardinero y encontró el amor; sin embargo, como miles de mexicanos, fue deportado y desde hace tres meses divide su tiempo entre las calles de Iguala, Guerrero, y Morelos, donde junta dinero para moverse y realizar sus necesidades más básicas. Trabaja como limpiaparabrisas y se mantiene sólo del dinero que le da la gente.

No obstante, al costar cinco pesos los sanitarios públicos en el centro de Cuernavaca ha tenido la necesidad de hacer del baño en la calle, aunque, asegura, la gente siempre lo regaña.

Si he sufrido agresiones verbales, pero no me gusta pelear, entonces me alejo de los problemas. A veces tomo pastillas para aliviar el cuerpo, y alcohol, cerveza y una botella azul.

En Cuautla la situación no es diferente, en varias zonas del municipio se pueden observar hombres y mujeres deambulando por las calles.

Ahí se encontraba una mujer a quien nombraremos María “N”, sentada en una banca, callada; sin embargo, al acercarnos empezó a retarnos. Al preguntarle su nombre, dijo no recordarlo, pero entrecortado atinó a decir: “¿me das para un taco y un fuertecito?”

María dijo no recordar de dónde viene y desde cuándo se encuentra en esas condiciones, pero admitió que le gusta consumir alcohol y que en ocasiones le molesta que la gente la observe y es cuando les grita como mecanismo de defensa para que la dejen de ver. Viste y calza de lo que le llegan a regalar y a veces duerme en la calle o en el campo, donde le llegue la noche.

Debido a que en ocasiones ha sido agredida, ella ha decidido ser igual con algunas personas, no así con quienes le han tendido la mano. “Con ellos no, con ellos les doy las gracias por la ayuda que siempre me dan, porque hay personas que a veces me dan ropa, zapatos y de comer”, manifestó.

De acuerdo con datos previos de la oficina de asistencia social del Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (SMDIF), sólo se atiende a los adultos que permanecen en situación de calle cuando existe alguna denuncia, sin embargo, de manera constante y en temporadas de frío se les dota de ropa y cobijas, ya que señalaron que no existe actualmente un albergue en donde puedan ser atendidos.

BUSCA AYUNTAMIENTO BRINDARLES VIDA DIGNA

Del 1 al 11 de octubre, la Secretaría de Bienestar Social y Valores, a través del área de Programas Sociales, inició un censo, en una primera etapa, a 31 personas en situación de calle, con el objetivo primordial de encaminarlos a tener una vida digna y poder salir de las calles, lo cual llegan a considerar como su única opción.

Eduardo Gallegos Delgado, subsecretario de Programas Sociales, informó que la encuesta se realizó en cuatro puntos de Cuernavaca: Palacio de Gobierno, entre Las Plazas y Humboldt; el crucero del Adolfo López Mateos, en la esquina del Vergel y Patios de la Estación; el crucero de avenida Cuauhnáhuac y calle Vicente Estrada Cajigal, así como el crucero de Río Balsas.

De los 31 encuestados, la mayor parte son hombres, solo 10 eran mujeres, en edades entre los 21 a 40 años de edad. Destacaron que los jóvenes son quienes consumen drogas como un mecanismo para evitar el hambre. Mientras que su sustento llega a ser limpiar parabrisas, principalmente, así como vender diferentes productos, los cuales adquieren de sus mismas ganancias, como una inversión.

Señaló que los indigentes encuestados provienen, la mayor parte, de otros estados de la República, específicamente de Guerrero, siendo que nacidos en Cuernavaca solamente fueron cinco personas. La mayoría cuenta con estudios, al menos hasta la primaria, pero por situaciones económicas decidieron dejarlos..

Afirmó que el ayuntamiento capitalino junto con el Sistema DIF municipal implementan un programa que incluirá atención psicológica buscando crear conciencia de que la calle no es su única opción. El censo a personas sin hogar continuará.

Con información de Ofelia Espinoza

Las calles de Morelos no sólo son utilizadas por las personas para transitar diariamente, algunas las usan para trabajar, descansar, incluso comer y dormir. Son personas nombradas de distintas maneras: indigentes, pordioseros, vagabundos o mendigos; lo cierto es que existe un gran tabú hacia ellas generando en ocasiones que sean olvidados por la misma sociedad y autoridades.

Este sector, que en México oscila en 14 millones 940 mil personas, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), es el más vulnerable debido a la indiferencia de los ciudadanos, quienes si bien se indignan cuando se abandona a una mascota en la calle, no lo hacen cuando es una persona la que está en esa situación y sólo desea una moneda para cubrir sus necesidades más básicas, como ir al baño o comer.

José Francisco Ríos Callera es un hombre con gestos amables, de complexión delgada y alto. A sus 67 años, las canas en el cabello y barba demuestran su amplia experiencia. Es oriundo del estado de Chihuahua, pero el destino lo trajo a Cuernavaca, donde reside desde hace ocho años, principalmente en la calle No Reelección, donde encontró un lugar para protegerse de la lluvia y el frío.

Sentado en la barda de Palacio de Gobierno, sobre calle Gutenberg, y acompañado de su mochila naranja, su fiel acompañante, recuerda que hace unos años decidió buscar un mejor futuro en California, Estados Unidos, donde trabajó por mucho tiempo en el área de construcción y donde experimento por primera ocasión el vivir en la calle, al no conocer a nadie.

El señor quien viste completamente de negro, pero sobresale una playera roja, disfrutó y cumplió por un tiempo el “sueño americano”; asegura que le iba bastante bien económicamente, se casó y tuvo una hija, pero el destino complicó sus planes. Al no ser residente, fue deportado a México hace aproximadamente 10 años. La edad no le permitió intentar regresar con sus seres queridos y decidió seguir su camino solo, aunque fuera en las calles.

Desde hace ocho años Cuernavaca se ha vuelto su hogar, y los callejones, vías y arterias, su única familia. Desde su deportación no ha vuelto a hablar con sus familiares reales, pero le invade la duda de si preguntarán por él, al menos si sigue vivo; “las fuerzas, la edad, todo se me vino encima y ya no pude. No saben dónde estoy. Fue muy difícil y en especial al dejarlos con la duda de si todavía estoy vivo”.

El apoyo de los ciudadanos, quienes le dan algunas monedas, le compran comida y hasta le han regalado ropa, ha sido su soporte para sobrellevar la soledad, así como su amor y fe en Dios; afirma que ha tenido una buena vida y el vivir en la calle no lo considera algo malo; al contrario, dijo, es una oportunidad para seguir luchando por salir adelante a su manera, en especial al mantenerse limpio y no caer en excesos que podría tener a la mano.

“Ya no puedo por la edad buscar otro tipo de trabajo. Todo lo que podía y tenía al alcance de mis manos era vivir en la calle”.

José Francisco siempre carga consigo sus cobijas y un pedazo de cartón sobre el cual se recuesta para hacer más cómoda la estancia donde lo desee. Con el dinero que recauda suple sus necesidades más básicas, como ir al baño; para bañarse aprovecha la temporada de lluvias o se mete a canales, los más limpios que pueda encontrar.

Con una sonrisa en la cara, la que no le faltó en ningún momento, asegura que no ha sentido rechazo por la sociedad, y si bien no desea pasar sus últimos momentos en la calle, afirma que no ha sido una mala experiencia; “sólo estoy haciendo tiempo para que llegue la edad de la vejez e ir a pedir ayuda al gobierno para meterme en un asilo. Mi experiencia ha sido muy buena, porque se tiene presente, se hace lucha y es una necesidad”.

En la misma capital del estado, en el centro histórico, frente a una tienda de Conveniencia, estaba Jesús García Catalán, de 27 años, sobre un pedazo de cartón y rodeado por unas cuantas botellas de cervezas vacías que se había tomado la noche anterior. El joven estudió hasta la secundaria; la falta de recursos y el ser un hombre violento lo orillaron a dejar los estudios, lo que generó que su familia le pidiera que se fuera de su casa.

En busca de otros horizontes, se mudó a California, Estados Unidos. Ahí trabajó como jardinero y encontró el amor; sin embargo, como miles de mexicanos, fue deportado y desde hace tres meses divide su tiempo entre las calles de Iguala, Guerrero, y Morelos, donde junta dinero para moverse y realizar sus necesidades más básicas. Trabaja como limpiaparabrisas y se mantiene sólo del dinero que le da la gente.

No obstante, al costar cinco pesos los sanitarios públicos en el centro de Cuernavaca ha tenido la necesidad de hacer del baño en la calle, aunque, asegura, la gente siempre lo regaña.

Si he sufrido agresiones verbales, pero no me gusta pelear, entonces me alejo de los problemas. A veces tomo pastillas para aliviar el cuerpo, y alcohol, cerveza y una botella azul.

En Cuautla la situación no es diferente, en varias zonas del municipio se pueden observar hombres y mujeres deambulando por las calles.

Ahí se encontraba una mujer a quien nombraremos María “N”, sentada en una banca, callada; sin embargo, al acercarnos empezó a retarnos. Al preguntarle su nombre, dijo no recordarlo, pero entrecortado atinó a decir: “¿me das para un taco y un fuertecito?”

María dijo no recordar de dónde viene y desde cuándo se encuentra en esas condiciones, pero admitió que le gusta consumir alcohol y que en ocasiones le molesta que la gente la observe y es cuando les grita como mecanismo de defensa para que la dejen de ver. Viste y calza de lo que le llegan a regalar y a veces duerme en la calle o en el campo, donde le llegue la noche.

Debido a que en ocasiones ha sido agredida, ella ha decidido ser igual con algunas personas, no así con quienes le han tendido la mano. “Con ellos no, con ellos les doy las gracias por la ayuda que siempre me dan, porque hay personas que a veces me dan ropa, zapatos y de comer”, manifestó.

De acuerdo con datos previos de la oficina de asistencia social del Sistema Municipal para el Desarrollo Integral de la Familia (SMDIF), sólo se atiende a los adultos que permanecen en situación de calle cuando existe alguna denuncia, sin embargo, de manera constante y en temporadas de frío se les dota de ropa y cobijas, ya que señalaron que no existe actualmente un albergue en donde puedan ser atendidos.

BUSCA AYUNTAMIENTO BRINDARLES VIDA DIGNA

Del 1 al 11 de octubre, la Secretaría de Bienestar Social y Valores, a través del área de Programas Sociales, inició un censo, en una primera etapa, a 31 personas en situación de calle, con el objetivo primordial de encaminarlos a tener una vida digna y poder salir de las calles, lo cual llegan a considerar como su única opción.

Eduardo Gallegos Delgado, subsecretario de Programas Sociales, informó que la encuesta se realizó en cuatro puntos de Cuernavaca: Palacio de Gobierno, entre Las Plazas y Humboldt; el crucero del Adolfo López Mateos, en la esquina del Vergel y Patios de la Estación; el crucero de avenida Cuauhnáhuac y calle Vicente Estrada Cajigal, así como el crucero de Río Balsas.

De los 31 encuestados, la mayor parte son hombres, solo 10 eran mujeres, en edades entre los 21 a 40 años de edad. Destacaron que los jóvenes son quienes consumen drogas como un mecanismo para evitar el hambre. Mientras que su sustento llega a ser limpiar parabrisas, principalmente, así como vender diferentes productos, los cuales adquieren de sus mismas ganancias, como una inversión.

Señaló que los indigentes encuestados provienen, la mayor parte, de otros estados de la República, específicamente de Guerrero, siendo que nacidos en Cuernavaca solamente fueron cinco personas. La mayoría cuenta con estudios, al menos hasta la primaria, pero por situaciones económicas decidieron dejarlos..

Afirmó que el ayuntamiento capitalino junto con el Sistema DIF municipal implementan un programa que incluirá atención psicológica buscando crear conciencia de que la calle no es su única opción. El censo a personas sin hogar continuará.

Con información de Ofelia Espinoza

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