/ sábado 4 de mayo de 2019

[Especial] Pactú, el mimo

Francisco José Helguera ha sacrificado todo por seguir su pasión

Desde hace varios años, Francisco José Helguera Díaz, mejor conocido como Pactú, un ícono de Cuernavaca, recorre cada día desde las 7:00 horas las calles de la ciudad de la Eterna Primavera para tratar que el arte de la mímica sobreviva al paso de los años y poder seguir contando historias a través de este arte silencioso.

Tras varios intentos para localizarlo en diferentes restaurantes del Centro Histórico y preguntar por su paradero; además de llamarle en varias ocasiones sin respuesta, Pactú el mimo contó su gran e inigualable historia, la cual está llena de enseñanzas y perseverancia ante las adversidades de la vida.

Pactú, como le gusta que lo llamen, nació en la Ciudad de México el 6 de enero de 1959 y gracias a la admiración que siente por Marcel Marceau, mimo y actor francés, decidió dedicar su vida a este oficio, aunque teniendo sus “pininos” en plaza Coyoacán, donde duró actuando por 20 años, sin importar que sus padres, Francisco Eduardo Helguera Ramírez y Ana María Díaz Mercado, no querían que se dedicara al arte callejero; teniendo estudios hasta sexto grado de primaria, fue más su pasión por el mundo artístico que decidió inscribirse al Centro de Capacitación Televisa (CEA).

Sentado en una banca del Zócalo, cargando consigo un morral en el cual guarda su maquillaje para retocarse ante el intenso calor de la ciudad, señala que desde muy pequeño encontró en el performance un medio para alzar la voz aunque no sea necesariamente con sonido.

Entre sus planes estaba ser comediante, mimo o actor, profesión que llevó a cabo en la época de los 80 participando en comerciales, películas y novelas, y hasta formando parte de la Asociación Nacional de Actores (ANDA); sin embargo, su amor por esta tesis del actor, como la describe, le ganó a cualquier otra aspiración. Arte que no cambió aunque trabajara en otros lugares como “office boy” o se mudara junto a su madre y sus ocho hermanos a Morelos, donde su mamá compró una casa, que ahora está en manos de uno de sus hermanos, con quienes cuenta ha perdido contacto aunque en cada cumpleaños siempre los llama para felicitarlos y saber como están.

La decisión de moverse a la entidad fue sencilla, en especial porque su mejor amigo, Martín San Ramón, a quien conoció desde los ocho años, vivía también en Cuernavaca, aunque hoy reside en San Diego, California, la distancia no ha sido impedimento para que sigan en contacto, ya que Pactú cuando puede lo va a visitar arribando primero a Tijuana.

El nombre de Pactú proviene del náhuatl “piedra que arrastra”, el cual fue acogido por Helguera Díaz al tener un parecido al diminutivo de Paco.

Portando un rosario de plástico, sombrero negro alto, playera de rayas y guantes, así como tener su cara maquillada en colores blanco y negro, afirma que las nuevas generaciones han dejado de lado el respeto hacia los mimos, a quienes llegan a confundir con los payasos, algo que le molesta, al ser artes completamente diferentes, siendo que la mímica ha estado presente en la evolución del ser humano.

"Tengo permiso para trabajar en Plaza de Armas, pero la gente nunca me pela, no se por qué, pero no lo hacen. La mímica es todo y nada; como diría un amigo, la mímica es un sentimiento”

Mi vida es muy chistosa porque la mímica es un sentimiento que se trae dentro porque antes la gente se comunicaba con señas y expresión corporal. Si te fijas todos somos mimos de una manera u otra. Antes a la gente sí le llamaba la atención pero ahora se ha perdido mucho por la tecnología, le ha hecho mal a la gente porque ya no piensa, exclamó terminando de hacer una pequeña demostración original.

Esta técnica, una de las más primitivas expresión artísticas, lo ha llevado a recorrer el mundo, considerándose por palabras propias “un nómada” desde Barcelona, España, a donde viajó a los 20 años en un barco carguero de Veracruz hasta Guatemala, así como diferentes estados de la República mexicana: Monterrey, Mérida, Tijuana y Chiapas, lugar que cambió por completo su perspectiva de vida al encontrar el amor y estar a punto de llegar al altar.

Bajando la mirada mientras mueve sus guantes que cambiaron de color blanco a gris, entre la suciedad del uso diario, recuerda aquel amor de juventud, a quien conoció trabajando a los 18 años y se armó de valor para invitarla a tomar una cerveza. Tras varias salidas y encuentros, el tiempo pasó volando, fue así como platicaron de casarse pero el miedo se apoderó de Pactú terminando el compromiso y decidiendo seguir su camino en solitario.

A pesar de esto, el amor y la pasión volvió a su vida en Cuernavaca, en esta ocasión con una chica estadounidense, quien le decía que se fuera con ella a Estados Unidos pero el famoso mimo rechazó la propuesta culminando así la relación. Actualmente se encuentra soltero y afirma en sus planes no está tener una relación nuevamente, “es mucho compromiso mental y económico”, comenta.

Sin importar los años y hasta las enfermedades que ha tenido que enfrentar, su amor y la gran pasión que siente por la mímica no ha impedido siga presente en las calles de Cuernavaca, donde muchos lo conocen y es parte ya de la vida del Centro Histórico.

Pactú el mimo de 60 años acentuó que no piensa mudarse de lacapital del estado, donde ahora tiene planes de relatar su vida a través de unlibro, vida que si bien ha llegado a ser complicada, solitaria, auténtica, hasido sobre todo plena y con muchas satisfacciones al hacer sonreír a losciudadanos con su gran pasión.

Desde hace varios años, Francisco José Helguera Díaz, mejor conocido como Pactú, un ícono de Cuernavaca, recorre cada día desde las 7:00 horas las calles de la ciudad de la Eterna Primavera para tratar que el arte de la mímica sobreviva al paso de los años y poder seguir contando historias a través de este arte silencioso.

Tras varios intentos para localizarlo en diferentes restaurantes del Centro Histórico y preguntar por su paradero; además de llamarle en varias ocasiones sin respuesta, Pactú el mimo contó su gran e inigualable historia, la cual está llena de enseñanzas y perseverancia ante las adversidades de la vida.

Pactú, como le gusta que lo llamen, nació en la Ciudad de México el 6 de enero de 1959 y gracias a la admiración que siente por Marcel Marceau, mimo y actor francés, decidió dedicar su vida a este oficio, aunque teniendo sus “pininos” en plaza Coyoacán, donde duró actuando por 20 años, sin importar que sus padres, Francisco Eduardo Helguera Ramírez y Ana María Díaz Mercado, no querían que se dedicara al arte callejero; teniendo estudios hasta sexto grado de primaria, fue más su pasión por el mundo artístico que decidió inscribirse al Centro de Capacitación Televisa (CEA).

Sentado en una banca del Zócalo, cargando consigo un morral en el cual guarda su maquillaje para retocarse ante el intenso calor de la ciudad, señala que desde muy pequeño encontró en el performance un medio para alzar la voz aunque no sea necesariamente con sonido.

Entre sus planes estaba ser comediante, mimo o actor, profesión que llevó a cabo en la época de los 80 participando en comerciales, películas y novelas, y hasta formando parte de la Asociación Nacional de Actores (ANDA); sin embargo, su amor por esta tesis del actor, como la describe, le ganó a cualquier otra aspiración. Arte que no cambió aunque trabajara en otros lugares como “office boy” o se mudara junto a su madre y sus ocho hermanos a Morelos, donde su mamá compró una casa, que ahora está en manos de uno de sus hermanos, con quienes cuenta ha perdido contacto aunque en cada cumpleaños siempre los llama para felicitarlos y saber como están.

La decisión de moverse a la entidad fue sencilla, en especial porque su mejor amigo, Martín San Ramón, a quien conoció desde los ocho años, vivía también en Cuernavaca, aunque hoy reside en San Diego, California, la distancia no ha sido impedimento para que sigan en contacto, ya que Pactú cuando puede lo va a visitar arribando primero a Tijuana.

El nombre de Pactú proviene del náhuatl “piedra que arrastra”, el cual fue acogido por Helguera Díaz al tener un parecido al diminutivo de Paco.

Portando un rosario de plástico, sombrero negro alto, playera de rayas y guantes, así como tener su cara maquillada en colores blanco y negro, afirma que las nuevas generaciones han dejado de lado el respeto hacia los mimos, a quienes llegan a confundir con los payasos, algo que le molesta, al ser artes completamente diferentes, siendo que la mímica ha estado presente en la evolución del ser humano.

"Tengo permiso para trabajar en Plaza de Armas, pero la gente nunca me pela, no se por qué, pero no lo hacen. La mímica es todo y nada; como diría un amigo, la mímica es un sentimiento”

Mi vida es muy chistosa porque la mímica es un sentimiento que se trae dentro porque antes la gente se comunicaba con señas y expresión corporal. Si te fijas todos somos mimos de una manera u otra. Antes a la gente sí le llamaba la atención pero ahora se ha perdido mucho por la tecnología, le ha hecho mal a la gente porque ya no piensa, exclamó terminando de hacer una pequeña demostración original.

Esta técnica, una de las más primitivas expresión artísticas, lo ha llevado a recorrer el mundo, considerándose por palabras propias “un nómada” desde Barcelona, España, a donde viajó a los 20 años en un barco carguero de Veracruz hasta Guatemala, así como diferentes estados de la República mexicana: Monterrey, Mérida, Tijuana y Chiapas, lugar que cambió por completo su perspectiva de vida al encontrar el amor y estar a punto de llegar al altar.

Bajando la mirada mientras mueve sus guantes que cambiaron de color blanco a gris, entre la suciedad del uso diario, recuerda aquel amor de juventud, a quien conoció trabajando a los 18 años y se armó de valor para invitarla a tomar una cerveza. Tras varias salidas y encuentros, el tiempo pasó volando, fue así como platicaron de casarse pero el miedo se apoderó de Pactú terminando el compromiso y decidiendo seguir su camino en solitario.

A pesar de esto, el amor y la pasión volvió a su vida en Cuernavaca, en esta ocasión con una chica estadounidense, quien le decía que se fuera con ella a Estados Unidos pero el famoso mimo rechazó la propuesta culminando así la relación. Actualmente se encuentra soltero y afirma en sus planes no está tener una relación nuevamente, “es mucho compromiso mental y económico”, comenta.

Sin importar los años y hasta las enfermedades que ha tenido que enfrentar, su amor y la gran pasión que siente por la mímica no ha impedido siga presente en las calles de Cuernavaca, donde muchos lo conocen y es parte ya de la vida del Centro Histórico.

Pactú el mimo de 60 años acentuó que no piensa mudarse de lacapital del estado, donde ahora tiene planes de relatar su vida a través de unlibro, vida que si bien ha llegado a ser complicada, solitaria, auténtica, hasido sobre todo plena y con muchas satisfacciones al hacer sonreír a losciudadanos con su gran pasión.

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