/ sábado 3 de abril de 2021

[Especial] Los apantles están en peligro de extinción

La Heroica puede presumir de una invaluable riqueza de mantos acuíferos, sin embargo, la mayoría fueron absorbidos por la mancha urbana

Cuautla puede presumir en su historia de una invaluable riqueza de incontables mantos acuíferos, la mayoría de ellos para infortunio de sus habitantes, fueron absorbidos a partir del siglo XX por la mancha urbana.

Donde hubo yacimientos de agua que formaron varios apantles todavía en épocas de la Revolución, ahora hay cemento, contribuyendo al aumento en las temperaturas ambientales en esta temporada de primavera-verano, la más cálida del año.

Pobladores en la actualidad con más de 50 años de edad, todavía de niños pudieron disfrutar de las aguas cristalinas del Río Cuautla, por ejemplo, hoy contaminadas por la mano del propio hombre.

Sabemos que el 70 por ciento de la superficie de nuestro planeta está cubierta por agua, pero sólo el 2.5 por ciento es agua dulce (unos 35 millones de kilómetros cúbicos).

En las grandes ciudades el vital líquido ha ido desapareciendo a la par del crecimiento poblacional.

Algo así ha sucedido con Cuautla, donde habitantes viejos recuerdan con añoranza como de niños el refrescarse en estas épocas de calor en los manantiales no tenía costo alguno “los balnearios eran naturales y había muchos lugares para ir a nadar”.

En la década de los años 40 se inició el primer balneario con costo: el Balneario Agua Hedionda, y así le siguieron otros más, de tal manera que la Heroica Ciudad de Morelos llegó a ser nombrada la Ciudad de los Balnearios, mote que heredó su equipo de futbol profesional, los Arroceros del Cuautla, que en la década de los 50 era más conocido como El Fantasma del Balneario por vencer aquí a grandes equipos de aquella época en el máximo circuito.

Los balnearios de paga se empezaron a multiplicar hacia la década de los 60, con la construcción de Los Limones, más adelante El Almeal que dejó de ser rústico, Las Tazas en Cuautlixco, Agua Linda, entre otros.

Comenzó una época moderna, en la que desde luego los inversionistas ofrecieron ciertas comodidades a los bañistas, y empezó a quedar atrás aquella época en la que la niñez y juventud principalmente, tenían una relación muy cercana con la naturaleza misma del lugar.

La riqueza natural

Todavía en los años 50 y 60, existía este tipo de lugares paradisiacos en Cuautla, que eran parte su riqueza natural. Sus habitantes tenían de dónde escoger para mitigar el clima caluroso de estas fechas.

Familias enteras podrían pasar un día de campo en completo relax, en lugares como La Playita en el Río Cuautla, el Moro, el Centavito, Xochitengo, Santa Inés, la atarjea de Cuautlixco, La Poza de Aguazul, Santa Rosa, y para los más intrépidos, la Poza del Diablo ubicada entre Amilcingo (colonia Otilio Montaño) y Agua Hedionda.

Prácticamente por todos los puntos cardinales de la ciudad había lugares paradisiacos para nadar y pasar un día rodeado del verdor de la naturaleza.

Hoy el 80% de esos lugares han sido tragados, como agujero negro en el espacio, por la voraz mancha urbana de la ciudad.

“Éramos afortunados por tener tanta riqueza natural, tanta dicha, nada nos faltaba, hoy añoramos esos días donde sobre todo había una gran armonía familiar rodeado de una gran paz social”, señala Vicente Castillo, habitante del Centro de Cuautla de 73 años de edad.

“Recuerdo en aquellos años de juventud, con los amigos nos íbamos a echar la cáscara al campo de futbol de San José, hoy Unidad Deportiva; terminamos llenos del barro característico del lugar y no había mayor problema pues nos íbamos al apantle de al lado, que todavía circula por ese lugar, para quitarnos toda la mugre, eran entonces aguas cristalinas, todo era campo, no como ahora que son aguas muy contaminadas pues pasa por las construcciones que se han ido levantando desde entonces”.

Cuautla añora sus apantles para nadar.

La quebrada cuautlense

Cuautla tuvo en aquellos años, como en Acapulco, su quebrada, claro está, de agua dulce y de características muy distintas.

Era la Poza del Diablo que gozaba de gran profundidad y también de un peligroso remolino que formaban el encuentro de las corrientes de Agua Hedionda y del escurrimiento de una barranca conocida como los arquitos de Amilcingo. En ese sitio los jóvenes de la ciudad se divertían con los clavados, ya que en el lugar existía una lomita que daba una altura de unos 15 metros hasta el encuentro con el agua.

Los jóvenes además, se trepaban a un árbol que tomaban como trampolín, y de ahí caían empinados al agua; “era un lugar muy peligroso pues hubo muchos ahogados que eran jalados por el remolino, por lo que no cualquiera se atrevía a saltar”, comentó el cronista de la ciudad, Samuel Hernández Beltrán.

Hoy esa lomita rústica con el paso de los años fue invadida por las construcciones, acabándose con ello esa tradición de la quebrada cuautlense.

De la misma forma en el apantle del Centavito que ahora es parte del centro de Cuautla, “los habitantes se reunían para desde los árboles, aventarse sus clavados; era muy común que los troncos de estos seres vivos de la naturaleza verde, fueran utilizados como trampolines para la diversión”, agregó Hernández Beltrán, quien como dato curioso señaló que el nombre a este lugar se le dio porque había un hombre que hacía limpieza y cobraba a los usuarios un centavo como cooperación para mantener aseado el espacio.

La playita

De la misma forma, en orillas del Río Cuautla, por aquellos años existió un lugar que los nativos le nombraron La Playita; se encontraba justo a espaldas de lo que hoy es el Balneario El Almeal en el Río Cuautla, ya que era una zona de mucha arena del río.

Ese sitio era muy socorrido por los habitantes ya que al salir de la escuela, “nos íbamos a nadar ya que había muchos árboles de limón y aguacate; pasábamos por las tortillas y la sal, después de hacer hambre con la nadada, cortamos los aguacates para hacer tacos y comer en ese ambiente tan sano y natural”, comentan.

En esos años el Río Cuautla era de los lugares preferidos por los lugareños para ir a nadar, incluso de muchos turistas que llegaban de la Ciudad de México y Estado de México, principalmente, “los que no teníamos para pagar la entrada a Agua Hedionda, nos íbamos a nadar al río”, agregó Humberto Ariza, de 74 años, vecino de la colonia Gabriel Tepepa.

Pobladores en la actualidad con más de 50 años de edad, todavía de niños pudieron disfrutar de las aguas cristalinas del Río Cuautla.

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Cuautla puede presumir en su historia de una invaluable riqueza de incontables mantos acuíferos, la mayoría de ellos para infortunio de sus habitantes, fueron absorbidos a partir del siglo XX por la mancha urbana.

Donde hubo yacimientos de agua que formaron varios apantles todavía en épocas de la Revolución, ahora hay cemento, contribuyendo al aumento en las temperaturas ambientales en esta temporada de primavera-verano, la más cálida del año.

Pobladores en la actualidad con más de 50 años de edad, todavía de niños pudieron disfrutar de las aguas cristalinas del Río Cuautla, por ejemplo, hoy contaminadas por la mano del propio hombre.

Sabemos que el 70 por ciento de la superficie de nuestro planeta está cubierta por agua, pero sólo el 2.5 por ciento es agua dulce (unos 35 millones de kilómetros cúbicos).

En las grandes ciudades el vital líquido ha ido desapareciendo a la par del crecimiento poblacional.

Algo así ha sucedido con Cuautla, donde habitantes viejos recuerdan con añoranza como de niños el refrescarse en estas épocas de calor en los manantiales no tenía costo alguno “los balnearios eran naturales y había muchos lugares para ir a nadar”.

En la década de los años 40 se inició el primer balneario con costo: el Balneario Agua Hedionda, y así le siguieron otros más, de tal manera que la Heroica Ciudad de Morelos llegó a ser nombrada la Ciudad de los Balnearios, mote que heredó su equipo de futbol profesional, los Arroceros del Cuautla, que en la década de los 50 era más conocido como El Fantasma del Balneario por vencer aquí a grandes equipos de aquella época en el máximo circuito.

Los balnearios de paga se empezaron a multiplicar hacia la década de los 60, con la construcción de Los Limones, más adelante El Almeal que dejó de ser rústico, Las Tazas en Cuautlixco, Agua Linda, entre otros.

Comenzó una época moderna, en la que desde luego los inversionistas ofrecieron ciertas comodidades a los bañistas, y empezó a quedar atrás aquella época en la que la niñez y juventud principalmente, tenían una relación muy cercana con la naturaleza misma del lugar.

La riqueza natural

Todavía en los años 50 y 60, existía este tipo de lugares paradisiacos en Cuautla, que eran parte su riqueza natural. Sus habitantes tenían de dónde escoger para mitigar el clima caluroso de estas fechas.

Familias enteras podrían pasar un día de campo en completo relax, en lugares como La Playita en el Río Cuautla, el Moro, el Centavito, Xochitengo, Santa Inés, la atarjea de Cuautlixco, La Poza de Aguazul, Santa Rosa, y para los más intrépidos, la Poza del Diablo ubicada entre Amilcingo (colonia Otilio Montaño) y Agua Hedionda.

Prácticamente por todos los puntos cardinales de la ciudad había lugares paradisiacos para nadar y pasar un día rodeado del verdor de la naturaleza.

Hoy el 80% de esos lugares han sido tragados, como agujero negro en el espacio, por la voraz mancha urbana de la ciudad.

“Éramos afortunados por tener tanta riqueza natural, tanta dicha, nada nos faltaba, hoy añoramos esos días donde sobre todo había una gran armonía familiar rodeado de una gran paz social”, señala Vicente Castillo, habitante del Centro de Cuautla de 73 años de edad.

“Recuerdo en aquellos años de juventud, con los amigos nos íbamos a echar la cáscara al campo de futbol de San José, hoy Unidad Deportiva; terminamos llenos del barro característico del lugar y no había mayor problema pues nos íbamos al apantle de al lado, que todavía circula por ese lugar, para quitarnos toda la mugre, eran entonces aguas cristalinas, todo era campo, no como ahora que son aguas muy contaminadas pues pasa por las construcciones que se han ido levantando desde entonces”.

Cuautla añora sus apantles para nadar.

La quebrada cuautlense

Cuautla tuvo en aquellos años, como en Acapulco, su quebrada, claro está, de agua dulce y de características muy distintas.

Era la Poza del Diablo que gozaba de gran profundidad y también de un peligroso remolino que formaban el encuentro de las corrientes de Agua Hedionda y del escurrimiento de una barranca conocida como los arquitos de Amilcingo. En ese sitio los jóvenes de la ciudad se divertían con los clavados, ya que en el lugar existía una lomita que daba una altura de unos 15 metros hasta el encuentro con el agua.

Los jóvenes además, se trepaban a un árbol que tomaban como trampolín, y de ahí caían empinados al agua; “era un lugar muy peligroso pues hubo muchos ahogados que eran jalados por el remolino, por lo que no cualquiera se atrevía a saltar”, comentó el cronista de la ciudad, Samuel Hernández Beltrán.

Hoy esa lomita rústica con el paso de los años fue invadida por las construcciones, acabándose con ello esa tradición de la quebrada cuautlense.

De la misma forma en el apantle del Centavito que ahora es parte del centro de Cuautla, “los habitantes se reunían para desde los árboles, aventarse sus clavados; era muy común que los troncos de estos seres vivos de la naturaleza verde, fueran utilizados como trampolines para la diversión”, agregó Hernández Beltrán, quien como dato curioso señaló que el nombre a este lugar se le dio porque había un hombre que hacía limpieza y cobraba a los usuarios un centavo como cooperación para mantener aseado el espacio.

La playita

De la misma forma, en orillas del Río Cuautla, por aquellos años existió un lugar que los nativos le nombraron La Playita; se encontraba justo a espaldas de lo que hoy es el Balneario El Almeal en el Río Cuautla, ya que era una zona de mucha arena del río.

Ese sitio era muy socorrido por los habitantes ya que al salir de la escuela, “nos íbamos a nadar ya que había muchos árboles de limón y aguacate; pasábamos por las tortillas y la sal, después de hacer hambre con la nadada, cortamos los aguacates para hacer tacos y comer en ese ambiente tan sano y natural”, comentan.

En esos años el Río Cuautla era de los lugares preferidos por los lugareños para ir a nadar, incluso de muchos turistas que llegaban de la Ciudad de México y Estado de México, principalmente, “los que no teníamos para pagar la entrada a Agua Hedionda, nos íbamos a nadar al río”, agregó Humberto Ariza, de 74 años, vecino de la colonia Gabriel Tepepa.

Pobladores en la actualidad con más de 50 años de edad, todavía de niños pudieron disfrutar de las aguas cristalinas del Río Cuautla.

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