Si bien cada región, comunidad o familia morelense coloca una ofrenda distintiva en honor, memoria y recuerdo a sus muertos, es en las comunidades indígenas de la entidad donde predomina con mayor arraigo el colorido y la religiosidad por su origen prehispanico, además de la abundancia; Morelos aun tiene ofrendas llenas de magia y color que cambian de un zona a otra.
Roberto de la Paz, de Kadia sur promotor cultural, lo explica de una manera precisa, al señalar que la mayoría de las ofrendas rescatan el espíritu prehispánico donde se rescata el altar, los niveles que debe tener pero, sobre todo, el respeto a los fieles difuntos. "Es una sincronía entre la profesión religiosa y el ambiente, universo cultural que tenemos con tres características muy claras, la primera la de las comunidades originarias, en el centro, en el sur, y la zona oriente con ofrendas en primer plano, y también las ofrendas con niveles en los altares; hay ofrendas citadinas que han recobrado una gran tradición en ciudades como Cuernavaca, Cuautla, Jiutepec y Xochitepec, donde se destaca cómo era en vida el difunto y a partir de ello se construye una ofrenda recordando una característica esencial; y las ofrendas temáticas sobre personajes que han sido parte fundamental en la historia de Morelos como el centenario luctuoso del general Zapata y se hacen en honor a este héroe".
En lugar de desaparecer elementos, se han ido incorporando otros como los tapetes de aserrín que son parte ya fundamental, o también de flores, semillas, el papel picado. Pero lo que distingue a las ofrendas de Morelos es el uso de elementos naturales como flores y semillas.
La jefa de la Unidad regional de Culturas Populares de la Secretaría de Cultura, Jessica Morales, describe las diferentes ofrendas en la entidad, como, por ejemplo, en Coatetelco, donde realizan ofrendas colgantes que forman parte de una tradición que se realiza desde la época prehispánica para recibir a los fieles difuntos.
Así, la tradición indígena y popular continúa viviendo a través de las flores de cempasúchil, del copal y de la adoración al Miquixtli, enfatizó Yola Rivas.
COATETELCO
La ofrenda se coloca sobre una cama de huacapechtle (cama hecha de carrizo) con papactla (hoja de plátano) y se cuelga con lazos de mecate lo suficientemente gruesos para soportar el peso.
Posteriormente se colocan los alimentos y los floreros. Las veladoras y el sahumerio se colocan en el piso, enfrente de la ofrenda.
El agua se pone en un jarro grande porque las almas llegan con sed y se hace un camino de flor de cempasúchil junto con las ceras de huentle.
Colocan platillos y bebidas que más le gustaban a lo difuntos, así como alguna fotos y objetos.
XOXOCOTLA
Para recibir a las ánimas sahúman las casas con incienso. La ofrenda se coloca en un altar de la casa o en una camilla llamada cualpextle que va sobre los horcones, hecha con acahual y horquetas nuevas de huamúchil y forrada con hojas de plátano.
Colocan flores y jarros nuevos con agua, que se cambia diario para que beban los difuntos.
En el novenario hay repique constante de campanas, especialmente para los muertos.
De acuerdo con la creencia, todo tiene espíritu y lo puesto en la ofrenda los muertos se los llevan.
HUEYAPAN.
Lo preparativos inician en septiembre y octubre con un intercambio de productos con las comunidades colindantes del estado de Puebla.
Los jarros de barro, por ejemplo, se compran en San Marco Acteopan; los morrales de Ixtle se adquieren en San Bartolo, lugar donde también se efectúa un trueque de frutas y productos agrícolas por artículos de barro e ixtle.
El Consejo Indígena de Hueyapan refiere que a mediados de octubre comienzan a elaborarse petates de hojas de milpa que se tejen con las manos cuando la hoja de la milpa está amarilla.
El 28 de octubre es el día de los “Simones”; se coloca la ofrenda a los “Simoneros”, que son los fallecidos en accidentes.
El día 31 se coloca la ofrenda para los niños pequeños, en ésta solo utilizan flores blancas que simbolizan la pureza de los niños y se emplean trastes pequeños y alimentos en miniatura.
El día uno de noviembre se coloca la ofrenda grande. Todas las ofrendas se instalan al mediodía.
TETELCINGO.
La ofrenda se monta en un petate de palma en suelo firme, frente a las imágenes de algunos santos y vírgenes católicas veneradas en la localidad.
Los diferentes elementos que la conforman consisten en: jarras de agua colocadas al frente de la ofrenda, manojos de flores de cempasúchil, velas, morral, servilletas de tela blanca, tequila, cerveza, refresco, calabaza, pan con formas de animales y de figuras humanas, copal, veladoras, mole rojo y verde acompañado de pollo o guajolote, tamales hechos de masa, sal y frijol, además de la fruta como jícamas, plátanos, cacahuetes, naranjas, manzanas, también le ponen conservas de dulces con tejocote, calabaza y arroz con leche.
Del lado izquierdo le ponen bolsas de mandado a las señoras difuntas para que carguen sus cosas cuando se retiren.
El camino con flores de cempasúchil es importante para que no se pierdan.
Todos los utensilios que se colocan en la ofrenda deben ser nuevos, no de uso porque si no se enojan las almas que visitan a sus familiares, explica Apolinar Zapotitla Tamborero, habitante de la comunidad de Tetelcingo.
CUENTEPEC
En el poblado de Cuentepec, municipio de Temixco, se realiza desde la época de los aztecas hasta la actualidad, con cambios significativos, pero conservando la esencia de la espiritualidad y ritualidad.
De acuerdo con el lingüista y profesor Humberto García Sarpina, originario de Cuentepec, nos explica que tradicionalmente en esta comunidad las ofrendas se colocan en el suelo para estar en contacto con la madre tierra, sin embargo, actualmente muchos habitantes colocan sus ofrendas sobre la mesa o en kuahtlapextle (colgada como una cama de otate).
En Cuentepec, la celebración a los fieles difuntos es conocida como mehkailwitl, palabra en náhuatl que simboliza el Día de Muertos. También se utiliza la palabra Techia, que hace referencia a la acción de esperar.
Los componentes de toda la ofrenda en Cuentepec deben de ser nuevos para que los difuntos perciban el aroma.
Se les ofrece: el mole verde de pipián con una pieza de pollo (el pollo comúnmente es de rancho) junto con sus tamales nejos y agrios (blancos), envueltos con hoja de milpa y de totomoxtle (tamales planos), que comúnmente se les conoce tsopeo tamal de piedra. También el mole rojo y sus tortillas azules, rojas y blancas que comían en vida.
Se coloca agua bendita (traída del santuario de Chalma) que reanima al caminante porque es la vida y después de su largo camino del difunto calma su sed, el petate pinto o blanca en la antigüedad los envolvía para enterrarlos y en el descansan su cuerpo.