En un terreno de siete hectáreas, productores del campo y comerciantes de la zona inyectaron parte de su capital para hacer realidad la construcción de la Central de Abasto de Cuautla en 1985.
Tres años después abriría sus puertas siendo considerado como uno de los mayores complejos comerciales del estado y país. Así lo presumen orgullosos bodegueros e integrantes de la actual mesa directiva.
Próxima a cumplir 33 años de vida, la central enfrenta en estos momentos de pandemia su etapa más crítica ante la considerable baja de clientela provocada por los embates de la enfermedad respiratoria por Covid-19.
El promedio de mil 500 visitantes diarios se desplomó hasta en una tercera parte en este inicio de 2021, lo que preocupa y ocupa a sus dirigentes ante la difícil situación económica.
Por otro lado, aseguran que la estrategia sanitaria ha funcionado pues sólo tienen una defunción y en general los casos se han podido controlar.
El antecedente
El origen de la Central de Abasto de Cuautla (CAC) se remontan desde los primeros años de la década de los 80, en una época donde los mercados de Cuautla empezaron a verse rebasados por la sobre producción y oferta de los agricultores de todo Morelos.
Las calles aledañas al mercado Hermenegildo Galeana, de la colonia Emiliano Zapata, se vieron invadidas por comerciantes, muchos de ellos productores agrícolas que buscaban la manera de vender sus cosechas sin intermediarios.
En el también conocido como el Mercado Nuevo se vivió este fenómeno sobre las calles Francisco I. Madero e Ignacio Maya, donde el comercio de productos se extendió hasta dos cuadras (unos 300 metros) al norte del complejo, ocasionando la incomodidad de vecinos que tenían dificultad para salir de sus domicilios al verse invadidos sus exteriores con mercancía de los productores.
“Hace 40 años veníamos a Cuautla a vender nuestras cajas, costales y bultos, de lo que sembrábamos, era incómodo para los vecinos pero se volvió por un tiempo en una manera de ofertar nuestros producto en las calles”, recuerda José Zapata Neri, productor de Atlatlahucan.
El comienzo
La central de abastos inició su construcción con apoyo del Sistema Alimentario Mexicano que surgió en el año de 1980. Transcurría el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) cuando se aprovecharon las facilidades que brindaba el SAM para levantar el emporio comercial.
Aunque no fue una obra de gobierno porque su inversión es particular, los propietarios recibieron el apoyo con créditos con una tasa preferencial del 12 por ciento.
Cabe recordar que el Sistema Alimentario fue una política pública destinada a atender las necesidades alimentarias de la población, así como la incentivación a la producción y consumo de alimentos básicos en una época donde había una gran importación de productos como el maíz.
La primera piedra para la construcción de la CAC se dio en 1985, año fatídico para la capital del país que tenía fresco el embate de uno de los temblores que más destrucción ha dejado, pero también marcó el inicio de la construcción de este emporio comercial pocas semanas después en el vecino estado de Morelos.
“La construcción arrancó con la creación de un proyecto autorizado por el gobierno del estado, que era el único que podía autorizar la construcción de un condominio comercial conformado por varios propietarios, ya que el complejo es privado, pertenece a particulares que compraron y todos tienen sus escrituras”, comentó acerca de los inicios Samuel Márquez Vázquez, quien llegó a ser dirigente del consejo directivo por cuatro años.
Para la edificación, se fusionaron dos predios llamados los Mogotes y los Ciruelos, en la delegación de Tetelcingo, y corrió a cargo del ya fallecido Enrique Morán Canizal; “él compró y fraccionó”, comentó.
A lo largo del tiempo hay muchos propietarios iniciadores que ya no están.
Desarrollo y transformación
En aquellos inicios la central de abastos ofertaba productos del campo como frutas y verduras; ahora su principal oferta son los abarrotes, donde se abastecen gran parte de las tienditas de Cuautla y municipios del oriente.
“La Central de Abastos fue funcionando muy lentamente, al inicio sólo se tenían dos naves, la A y la B, cada una con 30 bodegas, hoy se tienen ocho naves con un total de 480 espacios entre bodegas y locales comerciales”, argumentó el presidente del consejo directivo, José de Jesús González de la Torre.
Reconoció que su éxito es por su estratégica ubicación, ya que es fácil de llegar por carretera para los miles de compradores que llegan de estados circunvecinos como el Estado de México, Puebla y la propia capital.
Remodelación
El inmueble envejeció tras casi tres décadas sin recibir mantenimiento, por lo que durante la presidencia de Samuel Márquez (2011-2015) se logró la remodelación.
“En más de 25 años no se le había hecho nada, el drenaje estaba inservible, colapsado, pero con aportación tripartita del gobierno federal, 50 por ciento; estatal, 44 por ciento y el 6 por ciento restante de los propietarios se logró remodelar”.
Con el recurso se trabajó además en los arcos de la entrada, la fachada, la pavimentación, la construcción de los baños públicos, un área para comidas y otra para cámaras de congelamiento, según detalló Márquez Vázquez.
Don Pepe le pone el sabor
El 22 de noviembre de este año la central de abasto cumplirá 33 años, mismo tiempo que tiene en función el local de don Pepe, uno de los pocos comercios que ofrecen alimentos preparados en el interior.
Son 25 diferentes platillos los que la gente pude degustar todos los días, de lunes a domingo.
“La birria es de lo mejor, yo prefiero los tacos de arroz con guisado”, afirman dos de los tres integrantes de una de las tantas familias que llegaron al lugar dispuestos a devorar lo que les pongan en el plato en la hora pico del día.