Es común escuchar a la gente que en cada cambio de estación, justo en el equinoccio, acuden a zonas arqueológicas emblemáticas como una manera y vía para "cargar" energía con lo que llaman el nuevo sol. Pero esta acción tiene que ver más con proyección turística y mercadológica que una tradición ancestral de las comunidades indígenas o autóctonas.
Pero en realidad lo que paso según los expertos, es que los mitos contemporáneos tienen la costumbre de mezclar entre distintos tipos de tradiciones y creencias y sobre todo en aquello que tiene que ver con rituales relativamente superficiales, que ya no se pueden ni justificar a sí mismos, ni dar cuenta de su origen.
Fue sobre todo en los noventas cuando hubo una especie de explosión en la costumbre de ir a “cargarse de energía” a los antiguos centros ceremoniales durante este acontecimiento natural (que se da el 20 o 21 de marzo).
Un artículo publicado en el portal DMX, refiere que para muchos, ese ritual en especifico y que al final se cataloga su aparición contemporánea, está ligado a las creencias “New Age” y cuyo origen se encuentra en las costumbres de los pueblos prehispánicos, especialmente del centro del país. "Desde la madrugada, antes del equinoccio, cientos de personas se dirigen vestidas de blanco a zonas arqueológicas como Teotihuacán y Chichén Itzá a danzar, celebrar el “Fuego Nuevo”, hacerse limpias, rezar, cantar y si pueden, subirse a las pirámides".
Y agrega en muchos sentidos que los circuitos de turismo (tanto privados, como públicos) fomentan estas prácticas y aprovechan esta creencia para procurar que los viajeros se acerquen a los sitios arqueológicos.
Sin embargo, como explica Rosalba Delgadillo en su artículo “El equinoccio de primavera: mitos y realidades”, esta tradición daña más a los monumentos de lo que se piensa y en realidad poco se relaciona con los rituales y creencias de nuestros antepasados.
Pero en realidad, mientras que a nuestros antepasados sí les interesaban mucho las estaciones y los movimientos del sol y la luna, el asunto tenía menos que ver con “recargar energía” y mucho más que ver con los periodos agrícolas y con la necesidad de determinar con precisión la temporada de lluvias.
Rosario Delgadillo señala que en los antiguos recintos que sirvieron como observatorios (como el de Chichén Itzá en Yucatán y Monte Albán en Oaxaca) lo que se recaudaba era información que permitía generar calendarios muy exactos y estos servían para saber cuándo sembrar y cuándo cosechar.
De hecho, según el recuento de esta investigadora, los equinoccios no figuran realmente entre las fechas más relevantes para las culturas prehispánicas y la manera en que los entendemos hoy en día es francamente “desproporcionada”:
Por otra parte, un artículo de Paola Morales / RT un espacio de información explica que fue en la década de los noventa, cuando se popularizó la creencia de que en los centros ceremoniales prehispánicos, durante el equinoccio de primavera, los indígenas del México precolombino realizaban rituales encaminados a cargarse de energía, proceso que se concretaba al ascender a la parte superior de los monumentos. Por ello, se inició una intensa campaña mediática para que la gente concurriera a estos sitios con dicho fin, sin que hasta ahora exista sustento científico.
El equinoccio de primavera no es un fenómeno visible, lo que en realidad sucede es que la distancia de la Tierra al Sol, en su órbita, provoca que ese día dure exactamente lo mismo que la noche, explica el arqueólogo Rogelio Rivero Chong, director de la zona arqueológica de Teotihuacán, un amplio complejo en los municipios de Teotihuacán y San Martín de las Pirámides, Estado de México, y que solo el 21 de marzo de 2018, recibió 23.000 visitantes, en su mayoría con el fin de cargarse de energía por el fenómeno astronómico.
Pero en el portal del INAH, describe este momento que paso a ser de grupos New Age, a concheros y mexicaneros.
Y es que respecto a los grupos que suelen acudir durante el equinoccio de primavera, específicamente en la zona arqueológica de Teotihuacán, Estado de México, el también coeditor de la revista Archaeoastronomy: The Journal of Astronomy in Culture, mencionó que precisamente hacia la década de los 80, ésta era espacio de corrientes y "nuevos movimientos religiosos", más cercanos al New Age.
"Se trataba de grupos que invocaban a los dioses hindúes, o buscaban los sephiroth, que de acuerdo con la Cábala, son los senderos o las diez emanaciones de dios, a través de las cuales se creó el mundo".
"Para mediados de los 90, se dio un cambio, y a partir de esos tiempos, gran parte de las actividades que se desarrollan en este día, las realizan grupos de concheros y mexicaneros, quienes acuden con instrumentos de viento y bailan al mediodía del 21, aunque no sea precisamente el momento de equinocio.
Ascenso y descenso de Kukulkán
La proyección solar serpentina que recorre la alfarda norte de El Castillo, en Chichén Itzá, durante los equinoccios de primavera y de otoño, y que atrae a miles de visitantes a la zona arqueológica yucateca, es en realidad un mito arqueastronómico reciente, pues las referencias más antiguas sobre este fenómeno óptico no van más allá de los años 30 del siglo XX.
De acuerdo con el doctor Stanislaw Iwaniszewski, uno de los más reconocidos estudiosos en el mundo de la arqueoastronomía precolombina mesoamericana, no existe fuente arqueológica que pueda sustentar que este efecto visual fuera percibido por los Mayas antiguos, tal y como se aprecia hoy en día.
MÁS MITO QUE VERDAD
Por eso, si tiene planeado acudir en este fecha a "cargar energía" en las zonas arqueológicas, tome en cuenta que en realidad se trata de un evento que tiene que ver más con la tierra y hasta se le puede dar una interpretación mística, pero el hecho del nuevo sol no significa una limpia milagrosa sino que es el resultado de una creencia moderna y empujada por el afán de consumo y la promoción turística.