El juego es un rasgo que identifica a todos los cachorros del reino animal, necesario y muy importante para el desarrollo del aprendizaje, la coordinación de los movimientos y la adquisición de nuevas habilidades y conocimientos que ayuden a la supervivencia en la vida adulta. En el caso de los niños no se trata sólo de eso, sino que, además, es un elemento fundamental que permite el desarrollo de la creatividad y la sensibilidad. La sensibilización a través del juego, punto importante de partida.
No es de extrañar que los niños de hoy se encuentren inmersos en la televisión, el control remoto y la tecnología; después de todo, nos hemos convertido en una sociedad cada vez más robotizada y alienada. ¿Han quedado en el olvido los tradicionales juegos que alguna vez nos enseñaron nuestros padres y que llegaron a jugar incluso nuestros abuelos? ¿Dónde quedó el balero, el trompo de manera y las muñecas de cartón de las que tanto habló Cri Cri en sus canciones? ¿Dónde, las antiguas reuniones alrededor de la mesa en la que chicos y grandes se divertían jugando a la Lotería, al juego de La Oca o Serpientes y Escaleras? “¡Este es el juego de la Oca Oca, a quien le pegue, ya no le toca, 1, 2, 3!, ¡Pórtate bien cuatito, si no, te lleva el coloradito, ¡El diablo!, para el sol y para el agua ¡El paraguas!, ¡El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija, ¡El árbol!” ¿Te suenan?
México tiene una antigua tradición juguetera en la que abundan los objetos creados con madera tallada y colores vivos, los cuales son exportados a diferentes partes del mundo. No es casualidad que México sea el tercer productor de juguetes a nivel mundial, después de China y España, con más de 220 empresas fabricantes de juguetes. Una de las más antiguas es la marca Premiere, de la dinastía de los hermanos Zentella Olavarría, muy popular en los 80 y reconocida por la creación de su original “trompo azteca”. Sin embargo, la producción del tradicional juguete mexicano de madera se concentra en pequeños talleres del Estado de México y la Ciudad de México, y sus principales consumidores no son los mexicanos, son los países de Europa.
Los juguetes mexicanos tradicionales son herederos de las culturas precolombinas, en las que se creaban pequeñas figuras zoomorfas, trastecitos y muñecos de cerámica articulados, algunos dotados de ruedas; sin embargo, su uso era más bien de carácter ritual. De este legado prehispánico provienen las muñecas Pames, elaboradas con palma y cabellos de maíz, las cuales se siguen produciendo en Querétaro y San Luis Potosí. Otro buen ejemplo está en las famosas muñecas artesanales otomíes Hñahñu o mejor conocidas como Lele, originarias de Querétaro, que en su vestimenta colorida representan a las mujeres de la etnia; ataviadas de listones de colores en el cabello, faldas amplias y bordadas y con un bebé cargando.
Estas muñecas son realizadas por mujeres artesanas de diferentes regiones indígenas del estado, con su principal centro de producción ubicado en la comunidad de Amealco. La popularidad que ha alcanzado esta tradicional muñeca la ha llevado a realizar un tour mundial llamado “Herencia Cultural”, el cual inició el pasado 30 de marzo por diversas regiones de Europa, para lo que se llevó a cabo la construcción de un Lele gigante de 6 metros de altura con la vestimenta tradicional de la región.
Símbolo de nuestra identidad, muchos de los juguetes y juegos típicos que conocemos son el resultado del sincretismo cultural y la mezcla de dos épocas y culturas: La prehispánica y la europea que llegó a México con la conquista española. Sus materiales y sus diseños coloridos y variados, hacen que los tradicionales juguetes mexicanos sean únicos en su tipo y reflejen el carácter alegre y festivo del mexicano.
El trompo, el balero, la pirinola, la matraca, las marionetas, el yoyo y otros tradicionales juegos de mesa como la Lotería, Serpientes y escaleras, El juego de la oca, las Damas chinas y la Matatena, serán hoy y siempre motivo de orgullo para los artesanos de nuestro país y para todos nosotros, que nos enorgullecemos con las raíces de nuestra cultura, imposibles de ser olvidadas.