El próximo 19 de septiembre se cumplirán cuatro años de aquel momento que ha marcado la vida de las y los morelenses, aquel día en que el reloj marcó las 13:14 horas y cimbró la tierra causando en la gran mayoría de los municipios del estado de Morelos pérdidas y afectaciones graves, particularmente en sus templos históricos y centros religiosos.
En su cuarto aniversario, el sismo del 19 de septiembre de 2017, que tuvo como epicentro el municipio de Axochiapan, ha dejado a su paso la añoranza, en ciertos casos, por volver a la normalidad, recordando aquellos inmuebles majestuosos que robaban la vista, que te transportaban y mostraban la historia, que daban paz y seguridad a la ciudadanía y claro, a la feligresía.
Y es que desde norte a sur, de este a oeste, las parroquias del estado fueron uno de los puntos más dañados, incluyendo la Ruta de los Conventos y los primeros monasterios del siglo XVI en las faldas del Popocatépetl, como ejemplo la Catedral de Cuernavaca, que sigue esperando puedan concluir su reconstrucción, pese a los insistentes llamados de la Iglesia Católica.
Al respecto, el vicario general de la Diócesis de Cuernavaca, Tomás Toral Nájera, informó que a la fecha, han sido entregados ya 117 templos, entre capillas y parroquias, aunque todavía faltan por finalizar los trabajos en un 40 por ciento, registrando sitios religiosos donde los trabajos de reconstrucción no han podido llevarse a cabo, al no contar con los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden).
“No se han rehabilitado y es preocupante porque hemos tenido otro sismo apenas y lo primero que se nos viene a la cabeza es: ‘¿y ahora qué sucedió con los daños que ya estaban antes en este nuevo sismo qué podrá suceder?’”.
Frente a este panorama donde han sido exiliados de los templos derruidos, la fe ha seguido presente aunque ha tenido que acoplarse a las circunstancias.
Al no poder utilizar las parroquias y capillas en el estado por el riesgo que representan, con el apoyo de los feligreses sacerdotes movieron montañas para encontrar sitios provisionales idóneos y continuar con las diferentes actividades litúrgicas; fue así como los atrios bajo lonas, casas ejidales o algún lugar común del poblado o de la colonia, se utilizan como parroquias provisionales.
El vocero de la iglesia católica morelense refirió que si bien en las iglesias de usos y costumbres, que son recintos sagrados antiguos, se han tratado de acomodar a esta situación, realmente hacer la práctica religiosa en esos lugares no es la finalidad, ya que además en tiempos de pandemia y lluvias ha costado mucho más trabajo realizar las actividades de culto.
“Recordemos que el templo, la iglesia (construcción) representa un lugar de centralidad para la vida del pueblo, por lo tanto se vive la fe. Se trata de dar respuesta y justamente, con la pandemia, se trata de dar respuesta en una situación difícil pero la fe continúa a través de otros lugares, de otras expresiones y sobre todo con la expresión de la eucaristía, que es la que da vida a los cristianos y católicos, la fe continúa”.
Para los católicos ir a misa, participar en actividades religiosas o realizar una oración, es el pan de cada día, en especial, ante hechos tan relevantes como enfermedades, diversos problemas y crisis; el deseo por estar más cerca de Dios no se olvida sin importar que los templos estén cerrados, que todo sea a distancia, (por el mismo protocolo de atención frente al SARS-CoV-2), y a pesar de que últimamente las iglesias han sido víctimas de la delincuencia.
Frente a la Covid-19 y al mantenerse Morelos en color naranja del semáforo epidemiológico, la presencia de fieles en los recintos religiosos ha disminuido, acatando el distanciamiento social y cualquier propagación del virus, esto ha traído consigo que muchas de las actividades tengan que seguir sólo por redes sociales.
Además, las fiestas populares o patronales se han cancelado, dejando como un recuerdo, desde hace un año, las ferias y el folclor que era la festividad en honor a un santo; actualmente se han enfocado a la contemplación, oración y convivencia pacífica, claro, sin grandes celebraciones y multitud de personas.
Como diría Víctor Hugo, “Una fe: He aquí lo más necesario al hombre”, es así como sin importar el panorama más adverso, los laicos morelenses han conservado su fe intacta, apoyando a la Iglesia como institución y a la religión en momentos donde más los necesitan, como cuando fueron víctimas de actos delictivos, el robo de objetos litúrgicos en cinco capillas del estado, sólo en lo que va del año, profanando el Sagrario y también destruyendo los mismos espacios, así ocurrió en Atlatlahucan.
“Las parroquias de nuestra Diócesis de Cuernavaca están viviendo una ola inaudita de robos. Anoche la Casa Parroquial y Oficinas de Atlatlahucan han sido robadas y saqueadas. ¡La tercera parroquia en 10 días! Como suele suceder, la impunidad habrá de reinar. Dios nos ayude”, reconoció, a principios de agosto, el obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, en sus redes sociales oficiales.
Para finalizar agosto, la jerarquía católica padeció su momento más grave y significativo, viviendo de primera mano una vez más la inseguridad y violencia que merma a Morelos, el asesinato del párroco José Guadalupe Popoca Soto de la iglesia del poblado de Galeana en el municipio de Zacatepec.
La Fiscalía General del Estado (FGE) informó que hasta el momento no había una línea de investigación clara; sin embargo, el vicario general, Tomás Toral Nájera, expresó que, de acuerdo con las primeras indagatorias, el homicidio del sacerdote se debió a un posible robo, ya que encontraron algunas de sus pertenencias fueron sustraídas después del hecho.
Por lo anterior, la Diócesis de Cuernavaca ha comenzado a analizar la forma de reforzar la seguridad personal de su clero, así como la de los mismos templos; en 14 iglesias han instalado ya cámaras de videovigilancia para controlar quién entra y sale de los recintos.
La fe morelense ha sido puesta a prueba desde hace cuatro años pero hoy se conserva, siendo una muestra y un ejemplo, por qué no, a nivel nacional.