Justina Ayala se gana la vida en Cuautlavendiendo pan y frutos que cosecha con su marido
Cuautla y sus colonias son un atractivo mercado paradoña Justina Ayala Aguilar, una de las muchas habitantes deJumiltepec que a diario llegan al municipio para ganarse la vidaante la falta de oportunidades de trabajo en su comunidad.
Para ganarse 200 pesos al día, Justina debe hacer unlargo recorrido por la calles para ofertar sus productos: eltradicional pan de Jumiltepec y frutos de la temporada, en estecaso, el chayote y aguacate que ella y su marido cosechan en unpequeño terreno de su propiedad.
Antes de llegar a la Heroica, el día de ventaempieza a las 4:00 horas, cuando va por las piezas que le vende unpanadero de su localidad donde se surte de borrachos, cuernos,cemitas y conchas, todas de un tamaño superior al normal y de unsabor peculiar, "lo doy a 12 pesos, pero rinde lo de trespiezas normales", comentó.
Llena su caja con 60 piezas y regresa a casa paraprepararse para salir en la primera ruta con destino a Cuautla, lacual hace casi una hora en el recorrido. Las jornadas sonagotadoras y se prolongan hasta por seis horas.
"Inicio mi venta a las 7:15 horas y, por logeneral, cuando me tardo más, acabo a la 13:00 horas, a veces unpoco menos... es variable, pero no regreso a mi casa hasta noterminar", explicó.
En algunas oficinas de Gobierno, como el SistemaOperador de Agua Potable y Saneamiento de Cuautla (SOAPSC), lepermiten unos minutos realizar su vendimia, mientras toma fuerzaspara reanudar su recorrido.
Cargar la fruta y el pan, al mismo tiempo, no essencillo, pero se las ha ingeniado; sin embargo, el cargamento sealigera conforme fluye la venta.
"Me tomo mis descansos, como en este momento queme dan permiso en esta oficina de vender un rato", acotó.
Dice tener clientes que ya saben que llegará aofrecer sus productos en determinados días a la semana; "vengo losmartes, viernes y sábado, el resto me dedico a trabajar en mi casaporque siempre hay trabajo, aunque no nos paguen", expresó.
A sus 48 años de edad, doña Justina se sientefuerte para trabajar, "empecé hace ocho años para apoyar enel gasto familiar y sigo entera", agregó.
Aunque tiene tres hijos, dos de ellos se hanindependizado de la familia, pues "se juntaron hace poco,decidieron su propio camino y no dependen de nosotros; la únicaque tenemos estudiando es una niña de 9 años que va en tercero deprimaria, allá en Jumil", comentó.
Su marido, dos años mayor que ella, es uno más dela amplia lista de mexicanos deportados de Estados Unidos.
"Allá trabajó en Texas y en Pensilvania, se fuehasta cuatro veces, en la tercera regresó por su cuenta al paso detres y dos años, pero en la cuarta lo agarró la migra yprácticamente le cerraron las puertas para siempre",dijo.
Asimismo, señaló que con lo que ganó en ocho añosde trabajo, su esposo pudo adquirir un terreno y una casa, asícomo una camioneta que ocupa para las actividades en el campo a lasque se dedica.
Aunque la señora Justina sabe que la vida cada vezes más difícil, pues ahora para salir adelante tienen quetrabajar los dos, "vivimos tranquilos, en paz, trabajando y enespera que nos vaya mejor", concluyó.