Huazulco, un pueblo del oriente de Morelos, ubicado en el municipio de Temoac, a dos horas de la Ciudad de México, es conocido principalmente por sus dulces típicos, gran parte de ellos elaborados con la semilla de amaranto. La gente de los pueblos vecinos acude al lugar en busca de alegrías y obleas, pero también pulpa de tamarindo y otras delicias que, con ingenio y creatividad, los habitantes preparan todos los días.
Hay quienes compran para degustar en casa, pero también quienes lo hacen para abastecer un negocio propio: en Cuautla, por ejemplo, no son pocas las personas, mujeres y hombres, que se plantan a diario en alguna esquina y extienden los dulces comprados en Huazulco sobre un tapete, ofreciendo a quienes pasan por la calle.
“Mucha gente andaba buscando ese dulce por acá y tenían que moverse hasta Huazulco, pero para que no se movieran hasta allá vimos una oportunidad de negocio en Cuautla y gracias a Dios nos está funcionando muy bien”, cuenta Carlos Morales, de la dulcería Dulce Rey, repleta de todo tipo de golosinas artesanales.
Hace dos meses, en plena pandemia, Carlos se aventuró a abrir este local en el Centro Histórico del municipio, motivado, en primer lugar, por la necesidad, pero también para evitar que las personas que buscan los dulces de Huazulco para sí mismos o para sus negocios tuvieran que viajar hasta aquella comunidad, ubicada a 40 minutos de la ciudad.
“Y queríamos que más gente pudiera conocer lo que hacemos en el pueblo, eso también nos motivó: darle mayor relevancia al producto y que dejen de verlo sólo como un dulce, sino como un alimento”, agrega Carlos a distancia.
Carlos, habitante de Huazulco, ha viajado esta mañana fuera de la ciudad, pero se ha tomado el tiempo de explicarnos las motivaciones de la dulcería típica vía telefónica. En el local, son Jovanna y Luis, dos jóvenes cargados de entusiasmo, quienes atienden hoy a los clientes.
De alegrías y chupirules
Entrar a la dulcería Dulce Rey debe ser como un baño de nostalgia para aquellas personas que crecieron viendo “El Chavo del 8”, la popular serie de comedia setentera de Chespirito y, en general, para quienes vivieron su niñez en esa época. Ya desde la entrada, el personal se ha encargado de atraer la vista de los paseantes exhibiendo varios coloridos ejemplares de paletas “sicodélicas” (esas que Quico y la Chilindrina relamían ante el Chavo), pero eso es sólo el comienzo.
“Las generaciones de ahorita ya no se acuerdan del dulce típico de hace tiempo”, cuenta Luis Santiago, quien se ha encargado de mostrarnos, casi uno por uno, todos los dulces que se venden en el establecimiento, algo muy parecido a la visita de un museo.
Lo mejor de estos dulces es que están hechos por manos mexicanas. Aunque Huazulco no se había especializado en la producción de caramelos, de un tiempo a la fecha ha incursionado satisfactoriamente en este rubro de la dulcería típica.
“Todo es de manos morelenses”, afirma Jovanna Sosa, quien reconoce que hasta hace dos meses sabía muy poco sobre el tema. Hoy, finalmente, ha decidido que sus dulces típicos favoritos son el jamoncillo y la palanqueta.
“Hay muchas personas, como yo, que desconocemos el dulce típico, pero ahorita, en estos dos meses que hemos estado trabajando aquí y visto cómo lo hacen, la verdad es que son muy ricos y con una calidad garantizada”, agrega.
Pero donde más se luce la gente de Huazulco a la hora de hacer dulces es en el amaranto. Muchos podrán pensar que la preparación de golosinas tradicionales con esta diminuta semilla podría no ir más allá de las conocidas alegrías, pero en esta dulcería es posible encontrar obleas con sabores tan diversos que van de la fresa al rompope, así como paquetes de mazapanes hechos con amaranto. Luis afirma que estos mazapanes han sido un éxito.
“La gente dice que está muy rico, y es que aparte hay que apoyar a nuestro México”, dice Luis.
Una opción para hacer frente a la pandemia
Carlos y compañía abrieron Dulce Rey en plena pandemia, una época complicada para todo el mundo. A fuerza de voluntad y confianza en sus productos, el equipo ha logrado sacar adelante un proyecto que no sólo representa una fuente de ingresos para las familias involucradas en él, desde las manos productoras de Huazulco hasta las que le entregan el cambio a los clientes después de comprar, sino también para aquellas personas que, sin oportunidades laborales en medio de la crisis, encuentran en la venta de dulces típicos una oportunidad.
“A causa de la pandemia, mucha gente, personas mayores y madres solteras, se quedaron sin trabajo y ahora sí que por qué no poner un pequeño negocio fuera de su casa y que puedan vender, que puedan adquirir a precio económico y llevárselo, y sobrellevar esto de la pandemia”, explica Jovanna.
Para facilitar las cosas, la dulcería no sólo se encarga de vender lo mismo que está a la venta en Huazulco, pero además al mismo precio, tanto para quienes vienen por una sola alegría como a quienes se abastecen para su negocio, con un costo al mayoreo.
Elaborados en el taller “Tzoalli” (un alimento prehispánico usado como ofrenda a los dioses, ancestro de las actuales alegrías y calaveritas), los dulces típicos que trae Carlos a Cuautla no sólo están a la venta en este lugar. Se trata de un proyecto de varios años, cuyo éxito hoy permite llegar a Puebla, la Ciudad de México, Veracruz y próximamente el sureste mexicano, según afirma Morales. En Cuautla, Dulce Rey se ubica en la calle Valerio Trujano, a espaldas del mercado municipal, popularmente conocido como “el mercado viejo”.
Amaranto, una semilla prehispánica
Si piensas en amaranto piensas en Huazulco. Este pueblo, de tierra caliente, es fértil para la producción de esta planta cuya semilla ha consolidado a la localidad en el principal centro de abasto de dulces típicos para las familias y comerciantes de la zona, un flujo que durante décadas ha hecho mover la economía local y dado empleo a cientos de personas.
En los pueblos precolombinos, el amaranto llegó a ser una planta de alta consideración. De acuerdo con Wikipedia, las muestras arqueológicas de granos de amaranto hallados en Tehuacán, en Puebla, indican que la especie pudo haberse originado en Norteamérica.
No obstante, fue durante los periodos maya y mexica del Norte y de Centroamérica cuando la producción del grano tuvo su máximo apogeo. Para la cultura maya se trató de un cultivo de alto rendimiento, apreciado por su valor alimenticio.
Los aztecas, por su parte, lo conocían como “huautli”. Antes de la llegada de los españoles, la semilla se sembraba junto con otras plantas en chinampas, balsas cubiertas con tierra que se colocaban encima de los lagos y lagunas del Valle de México.
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