A unos pasos del quiosco en el que Emiliano Zapata iniciara la Revolución Mexicana en el estado de Morelos, el Mercado Municipal Otilio Edmundo Montaño Sánchez es un lugar en el que los pobladores de Ayala han sabido subsistir en una época plagada de tiendas de autoservicio y de conveniencia, con la misma alegría con la que atendían sus padres y abuelos.
La historia del mercado
El mercado municipal de Villa de Ayala fue fundado hace más de 70 años por un grupo de hombres y mujeres que llegaron un día a comerciar los productos de la época a sólo unos pasos del histórico quiosco, una construcción que hoy sigue en pie como testigo mudo de la lucha del Caudillo del Sur.
“Al principio el mercado sólo era de una planta y la gente cubría sus negocios con láminas”, explica Saúl Montaño Guevara, representante del la Unión de Locatarios del mercado.
Con el tiempo, aquel pequeño grupo de pobladores fue creciendo más y más. Actualmente, el edificio, que fuera reconstruido hace 18 años, alberga a 70 vendedores y tiene capacidad de cobijar a un total de 140, que es el número de locales que hay dentro.
Dentro, uno encuentra de todo: desde pozole y tacos de arroz con buen sabor y a muy buen precio, hasta joyería y ropa de temporada. Pero si algo caracteriza a este lugar, a diferencia de otros merados de la región, es la sencillez y alegría con la que los vendedores atienden a los clientes, el trato especial que le dan a cada consumidor, sobre todo si viene de fuera.
Cuando nos visita más gente es en Semana Santa (cada año, los ayalenses escenifican la Pasión de Cristo en las calles del pueblo), en Navidad y en diciembre, por la fiesta de la Virgen de Guadalupe
Saúl Montaño
Montaño, de 49 de edad, llegó al mercado hace 19 años. Este hombre, como toda la gente que trabaja aquí, empezó a vender siguiendo la tradición de su familia. Cada uno de los propietarios de los locales se ha encargado de honrar la herencia de las generaciones que los precedieron. Ello, con los años, ha fortalecido el vínculo que tienen con el mercado, del que hablan como si se tratara de un ser vivo, con gran afecto.
Ambulantaje, el enemigo
Doña Josefina tiene 82 años de edad y lleva 34 vendiendo en su local. Es un pequeño negocio de verduras, ella atiende pacientemente todo el tiempo. Claro que Josefina ha conocido tiempos mejores. Ahora, tanto ella como el resto de vendedores tienen que lidiar con la competencia que supone la presencia de vendedores ambulantes fuera del mercado, quienes se han negado a instalarse en los locales disponibles. Después de todo, afuera están libres de cualquier responsabilidad.
“No quieren pagar”, dice Josefina mientras limpia su puesto.
Desde hace tiempo, la Unión de Locatarios ha ofrecido los locales que se encuentran vacíos a los comerciantes que se instalan en el exterior del mercado. Desde ahí, este grupo ha logrado acaparar las compras de la gente que pasa por la calle principal. Y, como sería de esperarse, han rechazado la propuesta.
Con mucho gusto
Pese a todo, los comerciantes quieren mucho a su mercado y esperan que éste exista por muchísimos años más. Actualmente, los locatarios ansían que las obras de remodelación emprendidas por las autoridades municipales, para recuperar la imagen histórica del centro de Ayala, concluyan rápido. Ello permitirá que los empleados regresen al palacio municipal, actualmente en proceso de reconstrucción, y las ventas sigan siendo provechosas.