Desde la calle, el taller de Andrés podría parecer una carpintería como cualquier otra: exhibe mesas en proceso, sillas, tablas y las típicas herramientas de un carpintero. Solo al detenerse un momento y echar un vistazo hacia el interior es que aparece la verdadera pasión de este hombre, un joven que encontró en la construcción de charangos la forma perfecta de enaltecer las culturas precolombinas y una alternativa ecológica a las prácticas que han puesto en peligro los bosques de la región.
Andrés Cerezo es un hombre de 36 años que lleva cerca dos décadas trabajando como carpintero. Su carpintería, como muchas otras, muestra un cuadro de Jesús de Nazaret ataviado como carpintero. Al lado se despliega una hilera de charangos tallados con figuras que rinden honor a las culturas maya, azteca e inca:
¿Qué es un charango?
“El charango es un instrumento sudamericano que se identifica mucho con nuestra cultura porque tiene los mismos fundamentos espirituales. Antiguamente se hacía con conchas de un animal conocido aquí, como el armadillo, pero en Sudamérica es una variante más pequeña, conocido quirquincho o mulita. Se pretendía hacer música para la Madre Tierra, usando alto de la tierra para satisfacerla. Así es como adquirió más fuerza”, explica Andrés, quien se ha encargado de embeber cuanta información ha encontrado en libros, documentales e internet.
Instrumentos y figuras
Andrés toma uno de los charangos que cuelgan de la pared y lo muestra por todos sus lados. Es uno de sus favoritos, porque recorre el centro y sur de América a través de tres de sus culturas clave:
“Este es el instrumento que tocaba en mis épocas de músico, hecho a mi medida”, dice, con orgullo, y, a medida que lo presenta, explica su diseño:
“En la pala, está Quetzalcóatl en su forma humana, un humano con penacho, pecheras y lengua de reptil. En la parte trasera, representé la cultura maya, y en el descenso del instrumento plasmé un indio inca sudamericano”.
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Su mirada brilla al hablar de la riqueza cultural que espera retratar a través de su trabajo, con piezas que realiza por encargo y que constituyen la mejor parte de su tiempo en el taller, como él mismo reconoce cuando dice que se dedica a la construcción de instrumentos por la mañana, cuando está más relajado y despejado, mientras que por la tarde asume el papel de un carpintero convencional.
Maderas nuevas
En una actividad cuyo ingrediente principal es la madera, contribuir en la preservación del medio ambiente puede resultar complicado. Sin embargo, Andrés ha encontrado la forma de mantener su conciencia tranquila utilizando la madera de árboles que son declarados muertos o que representan un peligro para las comunidades, gracias a la gente que conoce en las áreas de protección civil de la región, e, incluso, experimentando con especies más cercanas, como el guamúchil, en cuya madera ha encontrado grandes bondades.
“Este tipo de madera no solo es resistente, sino que tiene una resonancia única que potencia el sonido”, explica, acariciando la superficie de uno de los instrumentos en proceso, hecho con madera. Además del guamúchil, Andrés también utiliza la madera del sauce, el guaje, la parota y el naranjillo.
“He tratado de explotar y sacar el máximo potencial de maderas poco exploradas, como el guaje y el guamúchil. Son maderas que generalmente se usan para leña y no se valoran para otros usos… Quiero dejar un registro de la riqueza de nuestros recursos y demostrar que se pueden hacer cosas muy especiales con nuestra propia madera”.
Su taller se ubica en el número 19 de la calle Ejército Nacional, en la colonia Cinco de Febrero.