El municipio de Tepoztlán además de ser uno de los municipios con mayor afluencia turística en el estado por su misticismo y belleza natural, también resalta por sus tradiciones, mismas que sus pobladores se han encargado de transmitir de generación en generación.
Fieles a sus tradiciones, en este municipio realizan en mayo los rituales de peticiones de lluvias, los cuales tiene un origen prehispánico, ligados al ciclo agrícola y al culto a la tierra, relacionándolo con los periodos de siembra y cosecha, para lo cual elaboran ofrendas en chiquihuites, acompañados de flores juguetes, velas y sahumerios.
Autoridades municipales explicaron que estos rituales son efectuados por los graniceros, los hacedores de lluvias, los quipequis, qlamazcaqui, o Tatas que son algunos de los distintos nombres que adquieren los guardianes y conocedores de esta tradición.
Los graniceros adquieren este don al ser alcanzados por un rayo y lograr sobrevivir a él. Cuentan que entran, tras el impacto del rayo, a una especie de sueño durante el cual son instruidos y el periodo de su instrucción varia. Esta instrucción la reciben de los aires, ahuaques o los trabajadores del tiempo. Al término de la misma han adquirido la sabiduría que les permite manejar la lluvia, el viento, la tormenta y el granizo.
Estos rituales se realizan durante mayo, aunque se ligan a los periodos agrícolas de siembra y cosecha, en la cosmovisión de estas comunidades, las montañas tienen un carácter sagrado ya que ellas son las generadoras de lluvia, y asimismo de los nacimientos y corrientes de agua, así como las cuevas con lugares privilegiados para efectuar rituales, todos ellos forman parte de una geografía sagrada que se revela en sueños a través de un médium.
Las ofrendas que preparan en chiquihuites se colocan fruta como sandía, melón, piña, manzana, guayabas, plátanos, tlaxcales, pan, tamales nejos o de frijol, mole verde, pulque, aguardiente, pequeños juguetes, todo envuelto en papel de colores llamativos y flores, velas y sahumerios.
El viernes pasado, en la comunidad e San Andrés de la Cal se llevo a cabo este ritual, en esta comunidad se lleva a cabo en dos días, no hay fecha exacta, pero este ritual ha coincidido con caer en últimos viernes del mes de mayo por lo que la noche del jueves, las mujeres y hombres de la comunidad se juntan para empapelar la fruta, hacer los tamales y tlaxcales, adornar con lazos multicolores y cocinar los elementos que lleva la ofrenda.
Al siguiente día muy temprano, el párroco del lugar bendice las trece ofrendas en los trece chiquihuites. Los jóvenes de la comunidad se dividen en dos grupos y avanzan hacia el punto más lejano donde dejan la primer ofrenda avanzan al punto más cercano colocando una por una.
En cada punto el granicero grita a “los aires” invitándoles a que lleguen a comer la ofrenda y les pide que no le hagan daño a las personas o a las siembras y reza para que las lluvias sean buenas.
Terminado de colocar todas las 13 ofrendas la gente se reúne en el punto de partida: la iglesia de la comunidad, donde las abuelas esperan con sahumerio en mano, para con el humo limpiar y quitar los malos aires a cada uno de los participantes que realizaron el recorrido en la colocación de ofrendas.