/ lunes 10 de abril de 2023

De festejos no vive el recuerdo de Emiliano Zapata

Las fiestas oficiales por el aniversario luctuoso del Caudillo del Sur han decaído; la memoria del general fue maleada por los gobiernos revolucionarios, acusan

Murió como un bandido y el tiempo lo convirtió en héroe. Desde 1919, la figura de Emiliano Zapata Salazar, representativa de los movimientos revolucionarios no sólo en México sino en el mundo, ha pasado por distintas etapas. Durante décadas, la fecha de su asesinato, el 10 de abril, representó la oportunidad ideal para que los gobiernos federal y estatal lograran conectar con las clases olvidadas, refrendando el eterno compromiso del apoyo al campo, hasta que, a partir de la década de 1960, una nueva rebeldía les arrebató el símbolo.

Actualmente, aquellas conmemoraciones multitudinarias, que en Cuautla daban pie a homenajes y desfiles que duraban al menos tres horas, están en el olvido. Hace varios sexenios que el Presidente de la República dejó de visitar la Plaza de la Revolución del Sur, donde descansan los restos del Caudillo, para recordarlo junto a los actuales campesinos y los descendientes que lucharon con él.

En 2010, en el centenario de la Revolución Mexicana, Felipe Calderón fue el último presidente que encabezó una ceremonia luctuosa. En 2013, la oposición a la termoeléctrica de Huexca sentenció el rechazo a los gobernantes en las ceremonias luctuosas, cuando el entonces gobernador de Morelos, Graco Ramírez Garrido, y el enviado de la presidencia de la República, el secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Jorge Ramírez Marín, tuvieron que abandonar la hacienda de Chinameca en helicóptero, entre abucheos de manifestantes.

Los campesinos demostraron entonces que no estaban de acuerdo en que la herencia ideológica de Zapata siguiera siendo manipulada por gobernantes que en la práctica habían abandonado el campo a favor de la industrialización.

El héroe de todos

En el artículo “Un siglo en el recuerdo”, publicado por la revista Nexos en 2019, el historiador y profesor investigador de la Universidad de Texas, Samuel Brunk, reconstruye la evolución de la figura de Emiliano Zapata desde que empezó a ser maleada por los gobiernos revolucionarios tiempo después de su muerte, cuando hallaron en ella el puente que permitiría conectar con las clases más bajas de la sociedad.

“El nuevo Estado revolucionario empezó pronto a ver los beneficios de convertir a Zapata en un padre fundador”, explica el investigador. De acuerdo con Brunk, aquella visión, aprovechada por el gobierno, llegó a su mejor momento en la conmoración del 10 de abril de 1950, cuando el presidente Miguel Alemán encabezó uno de los homenajes más memorables realizados en Cuautla, en el que abundaron discursos y flores y al que acudieron legisladores, autoridades locales y federales, hubo un desfile estudiantil y un contingente de motociclistas que ondeó pancartas y banderas en el recorrido por las principales calles del municipio.

Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

El desencanto

Esas celebraciones gloriosas fueron desinflándose con el paso de las décadas, conforme apareció la desilusión entre los campesinos que, si bien fueron beneficiados con la repartición de tierras, se enfrentaron a la falta de recursos para explotarlas adecuadamente.

Hacia la década de 1960, la rebeldía de los movimientos estudiantiles se unió al desencanto campesino, arrebatándole al gobierno la propiedad del símbolo de Zapata y erigiéndolo con nuevas causas.

Aunque las conmemoraciones oficiales continuaron, éstas tenían que hacer frente a manifestaciones y reclamos vigentes e, incluso, a peleas entre distintos frentes, como la que tuvo lugar en 2001, cuando la posesión de la Plaza de la Revolución del Sur se convirtió ehn una disputa por el micrófono y los equipos de sonido, según da cuenta Brunk:

“Estalló una refriega entre representantes de Cuautla y de la cercana ciudad de Ayala; ambos grupos buscaban controlar la ceremonia que pronto sería promulgada por los líderes morelenses del PRI”.

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Los nuevos movimientos sociales

De acuerdo con Édgar Castro Zapata, historiador y bisnieto del Caudillo del Sur, la figura de Emiliano Zapata y su muerte como símbolo de resistencia y rebeldía sigue presente en el país, cada vez menos visible en ceremonias oficialistas y más en las comunidades que siguen defendiendo el territorio y los recursos naturales.

“El Zapata rebelde, intransigente, todavía está presente en las comunidades, no tanto ya en el gobierno, sino como símbolo de rebeldía y, de hecho, de incomodad ante la clase gobernante, sino en las comunidades indígenas y campesinas”, explica Castro.

El descendiente por línea directa de Emiliano Zapata coincide en que el gobierno federal perdió el poder de manipulación que tuvo durante mucho tiempo sobre la memoria zapatista, que hizo posibles aquellos homenajes y desfiles multitudinarios, permaneciendo en los pueblos, tal como su bisabuelo anhelaba y como lo demostraban los campesinos morelenses durante la primera década posterior a su muerte, cuando, desprendidos de toda parafernalia, acudían a su tumba, en el panteón municipal de Cuautla, a dejarle flores en señal de respeto, sin que ningún gobernante tomara la palabra.

Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla



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Murió como un bandido y el tiempo lo convirtió en héroe. Desde 1919, la figura de Emiliano Zapata Salazar, representativa de los movimientos revolucionarios no sólo en México sino en el mundo, ha pasado por distintas etapas. Durante décadas, la fecha de su asesinato, el 10 de abril, representó la oportunidad ideal para que los gobiernos federal y estatal lograran conectar con las clases olvidadas, refrendando el eterno compromiso del apoyo al campo, hasta que, a partir de la década de 1960, una nueva rebeldía les arrebató el símbolo.

Actualmente, aquellas conmemoraciones multitudinarias, que en Cuautla daban pie a homenajes y desfiles que duraban al menos tres horas, están en el olvido. Hace varios sexenios que el Presidente de la República dejó de visitar la Plaza de la Revolución del Sur, donde descansan los restos del Caudillo, para recordarlo junto a los actuales campesinos y los descendientes que lucharon con él.

En 2010, en el centenario de la Revolución Mexicana, Felipe Calderón fue el último presidente que encabezó una ceremonia luctuosa. En 2013, la oposición a la termoeléctrica de Huexca sentenció el rechazo a los gobernantes en las ceremonias luctuosas, cuando el entonces gobernador de Morelos, Graco Ramírez Garrido, y el enviado de la presidencia de la República, el secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Jorge Ramírez Marín, tuvieron que abandonar la hacienda de Chinameca en helicóptero, entre abucheos de manifestantes.

Los campesinos demostraron entonces que no estaban de acuerdo en que la herencia ideológica de Zapata siguiera siendo manipulada por gobernantes que en la práctica habían abandonado el campo a favor de la industrialización.

El héroe de todos

En el artículo “Un siglo en el recuerdo”, publicado por la revista Nexos en 2019, el historiador y profesor investigador de la Universidad de Texas, Samuel Brunk, reconstruye la evolución de la figura de Emiliano Zapata desde que empezó a ser maleada por los gobiernos revolucionarios tiempo después de su muerte, cuando hallaron en ella el puente que permitiría conectar con las clases más bajas de la sociedad.

“El nuevo Estado revolucionario empezó pronto a ver los beneficios de convertir a Zapata en un padre fundador”, explica el investigador. De acuerdo con Brunk, aquella visión, aprovechada por el gobierno, llegó a su mejor momento en la conmoración del 10 de abril de 1950, cuando el presidente Miguel Alemán encabezó uno de los homenajes más memorables realizados en Cuautla, en el que abundaron discursos y flores y al que acudieron legisladores, autoridades locales y federales, hubo un desfile estudiantil y un contingente de motociclistas que ondeó pancartas y banderas en el recorrido por las principales calles del municipio.

Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla

El desencanto

Esas celebraciones gloriosas fueron desinflándose con el paso de las décadas, conforme apareció la desilusión entre los campesinos que, si bien fueron beneficiados con la repartición de tierras, se enfrentaron a la falta de recursos para explotarlas adecuadamente.

Hacia la década de 1960, la rebeldía de los movimientos estudiantiles se unió al desencanto campesino, arrebatándole al gobierno la propiedad del símbolo de Zapata y erigiéndolo con nuevas causas.

Aunque las conmemoraciones oficiales continuaron, éstas tenían que hacer frente a manifestaciones y reclamos vigentes e, incluso, a peleas entre distintos frentes, como la que tuvo lugar en 2001, cuando la posesión de la Plaza de la Revolución del Sur se convirtió ehn una disputa por el micrófono y los equipos de sonido, según da cuenta Brunk:

“Estalló una refriega entre representantes de Cuautla y de la cercana ciudad de Ayala; ambos grupos buscaban controlar la ceremonia que pronto sería promulgada por los líderes morelenses del PRI”.

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Los nuevos movimientos sociales

De acuerdo con Édgar Castro Zapata, historiador y bisnieto del Caudillo del Sur, la figura de Emiliano Zapata y su muerte como símbolo de resistencia y rebeldía sigue presente en el país, cada vez menos visible en ceremonias oficialistas y más en las comunidades que siguen defendiendo el territorio y los recursos naturales.

“El Zapata rebelde, intransigente, todavía está presente en las comunidades, no tanto ya en el gobierno, sino como símbolo de rebeldía y, de hecho, de incomodad ante la clase gobernante, sino en las comunidades indígenas y campesinas”, explica Castro.

El descendiente por línea directa de Emiliano Zapata coincide en que el gobierno federal perdió el poder de manipulación que tuvo durante mucho tiempo sobre la memoria zapatista, que hizo posibles aquellos homenajes y desfiles multitudinarios, permaneciendo en los pueblos, tal como su bisabuelo anhelaba y como lo demostraban los campesinos morelenses durante la primera década posterior a su muerte, cuando, desprendidos de toda parafernalia, acudían a su tumba, en el panteón municipal de Cuautla, a dejarle flores en señal de respeto, sin que ningún gobernante tomara la palabra.

Archivo Gude Servín | El Sol de Cuautla



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