En Morelos hay decenas de personas que se dedican a la elaboración de artesanías, un trabajo que exige un gran nivel de perfección, sin embargo, la gente que realiza este oficio aún no reciben el reconocimiento que merecen, por lo que no se generan espacios que permitan a los autores vender sus piezas a un público extenso.

De acuerdo con el artesano, Marcos Zenteno Aguayo, que tiene dos décadas de experiencia en la elaboración de alebrijes y que participó en festivales de Europa, la falta de impulso es un tema que aplica tanto para el Gobierno municipal como para el estatal:

“Ni el Gobierno municipal ni el estatal se acercan a nosotros. Hemos tenido experiencias malas, de indiferencia, así que, por nuestra parte, decidimos dejar de buscarlos”, reconoció el cuautlense.

En muchos casos, la falta de espacios de comercialización obliga a los artesanos a tener que abaratar sus piezas. Como el caso del maestro artesano, Andrés Gil, autor de los sombreros más reconocidos de Morelos, en festivales y concursos de arte popular, pero cuyas piezas de lujo son vendidas en 350 pesos, cuando confeccionar cada una le lleva una semana.

Por falta de clientes, Gil sigue almacenando decenas de sombreros en su casa, en el poblado de Chinameca, del municipio de Ayala, esperando la oportunidad de venderlos y sólo subsiste gracias a los premios que gano.

De acuerdo con Mariana Barreda, cartonera del municipio de Cuautla, una de las necesidades primordiales para los artesanos es contar con espacios permanentes, que honren la calidad de sus obras y las ofrezcan al gran público: “Nos hacen falta tiendas y mercados para vender”.

La artesana reconoció que el Fondo de Aportaciones Estatales para el Desarrollo Económico (FAEDE) es el único incentivo que contribuye a la producción de artesanías, ante la falta de esfuerzos locales y municipales.

“Son cinco mil pesos anuales lo que nos dan al final del año, pero es una cantidad mínima. Los gobiernos no han prestado importancia a nuestra labor”, lamentó.

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