La biodiversidad siempre ha inspirado historias fantásticas, unas más reales que otras, pero hay una en particular que me encanta contar. Se dice que cuando un ser querido parte de este plano, regresa a nosotros en forma de un ave libre de hermosos colores tornasol, el Colibrí.
Mi abuelita solía llamarles Chupamirtos, pero también he escuchado que les llaman Chupaflor o Chuparosa. Estas aves fascinantes son muy conocidas en muchos lugares por su carisma y belleza. Los nombres comunes hacen referencia a su alimentación ya que consumen néctar principalmente, pero en ocasiones llegan a consumir pequeños invertebrados.
El tamaño de estas aves es algo peculiar: los hay más pequeños que un escarabajo (llegando a pesar sólo 2gr) o tan grandes como una lagartija (midiendo hasta 18 cm). Una de sus características más sobresalientes es su vuelo porque lo hacen hacia todas direcciones de manera muy hábil, incluso de reversa y haciendo maniobras sorprendentes en el aire. Algunas especies durante el cortejo llegan a aletear hasta 200 veces por segundo alcanzando velocidades de hasta 90 km/hr. Debido a que su metabolismo es rapidísimo, deben consumir suficiente energía para mantenerse. Deben absorber al menos la mitad de su peso al día en alimento.
Su función como polinizadores también es destacable, ya que se calcula que polinizan alrededor de 1,000 especies de plantas con flores. Algunas personas han hecho jardines naturales para atraerlos, mientras que otras utilizan bebederos con azúcar para hacerlo. Lo ideal es que los atraigamos de la manera más natural posible, plantando flores en los jardines, incluso en macetas, sobre todo si vivimos en zonas urbanas. Otorgarles espacios en los que puedan alimentarse y descansar, puede ser más útil, pero si optamos por un alimentador artificial, debemos asegurarnos de que la calidad y la cantidad de azúcar sean las adecuadas, además de que el bebedero siempre debe estar en condiciones de extrema limpieza.
Además, si les gusta creer como a mi, que nuestros seres queridos se convierten en Colibries después de la muerte, estoy segura de que disfrutarían mucho más su visita si embellecemos las ciudades con flores disponibles para ellos todo el tiempo.