El asesinato de Gustavo Salgado, lo hacelevantar en alto la bandera del FPR y exigir justicia
Guadalupe no quiere hablar conmigo. Cuando doy elprimer paso, él se aleja dos. Cuando doy el segundo, él se echa acorrer hacia el otro lado de la calle, abriéndose camino entre losmanifestantes, gritando que no, no y no. Más tarde, en el regazode su madre, sus lágrimas revelarán las razones por las que sealejaba, y yo me sentiré culpable por haber sido taninsistente.
Guadalupe Fernández tiene 12 años, y el pantalónque usa remendado le queda grande; la playera azul tampoco es de sutalla. En los campos de cultivo de Ayala, los jornaleros no puedendarse el lujo de comprar ropa nueva para sus hijos, así que losniños, jornaleros también, crecen con playeras y pantalonesviejos, que han pasado de generación en generación.
El héroe de los jornaleros En loscultivos de Ayala, la cuna del zapatismo, los niños no veneran aEmiliano Zapata, sino a Gustavo Salgado, el joven que ayudó a suspadres a adueñarse de un predio para que construyeran sus propiascasas, lejos de los campamentos que solían instalar en loscultivos de caña y ejote; allá, donde la diferencia entreinfancia y madurez se desvanece con el sudor, porque todos trabajanigual.
“Gustavo era mi amigo; él nunca me dejaba solo”,dijo al fin Guadalupe. Su madre, Gloria de la Cruz, es lapresidenta del Comité de la Comunidad Proletaria Gustavo SalgadoDelgado, nombre con el que bautizaron el predio expropiado tras elasesinato del joven activista, quien murió decapitado en febrerode 2015.
“Él quería mucho a los niños, jugaba con ellos;siempre nos decía que quería lo mejor para nuestra comunidad yque ellos llegaran a ser deportistas, que tuvieran estudios, quelograran una carrera y no fueran delincuentes”, expresó Gloriacuando su hijo rompió en llanto y ella se entregó por completo enun abrazo.
Guadalupe, quien soñaba con ser futbolista, hoyquiere parecerse a Gustavo. Para lograrlo, hay que seguir variospasos, pero alguien debió decirle que se empezaba agitandoenérgicamente la bandera del Frente Popular Revolucionariomientras se grita. Cuando el pueblo se levante por pan, libertad ytierra, temblarán los poderosos de la costa hasta la sierra... yél lo hace.
Al principio, tímidamente, como lo haría cualquierotro niño. Después, con cada vez más fuerza, como lo haría unGustavo. Cuando al fin me doy cuenta que está ahí y me aproximo atomarle fotos, me detiene con una mirada fulminante, una mirada dellena de rencor.
“¡Pero lo mataron!”, traducirá más tarde surencor, y será lo último que diga antes de soltar el llanto.
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