Para conocer la historia de la Pozolería Karina hay que saber un poco sobre Zenaida Martínez, su fundadora: en 1985, el año del terremoto en México, Zenaida abrió este negocio que durante casi 37 años se ha consolidado como un pilar del buen pozole en Cuautla. Se ubica en el mercado municipal Pablo Torres Burgos, en la colonia del mismo nombre.
“En el año del terremoto, ella empezó este negocio. Quedó con seis hijos, y a los seis los sacó adelante, gracias a que ella aprendió la cocina, toda una tradición que, a su vez, le enseñó una tía abuela”, narra Karina.
Karina Herrera está orgullosa de su madre, así como de sus hermanos. Eran otros tiempos, pero las cosas nunca han sido fáciles para una madre soltera.
“Ella tuvo que mirar un equipo de trabajo y eran sus hijos: desde la más grande hasta el más pequeño tratamos de involucrarnos en el negocio de la comida. Como todos, sufrimos un poco, y ella trabajaba de día y de noche, hasta que, con el tiempo, se limitó a hacerlo por las tardes”, explica Karina.
Sobre la avenida Coahuila, la familia Herrera está acostumbrada al bullicio de la gente y los carros que pasan enfrente del negocio todos los días, todo el tiempo, pero también saben que, a veces, todo lo que un cliente necesita es un buen pozole o una tostada y un lugar donde se le respete, donde el vendedor sepa que todos pasamos por problemas y que eso no está mal.
“A veces las personas vienen afligidas, o han pasado por algo, y solo vienen por sentarse y comer una tostada, un taco. Siempre les damos la bienvenida, preguntamos cómo han estado. Con la pandemia, mucha gente ha fallecido, así que una palabra de aliento puede ser clave para alguien que está pasando por un momento difícil”, considera Karina.
La pandemia
Con la pandemia, nada ha sido seguro: desde que las autoridades decretaron la contingencia sanitaria por la covid-19 en marzo de 2020, los comerciantes de todas partes han vivido en una montaña rusa de cambios, ya sea por los cambios de semáforo con sus avances y retrocesos, la nueva normalidad, las nuevas normas, los contagios o los decesos.
Para la familia Herrera, la pandemia fue un periodo que requirió que la familia volviera a demostrar lo unida que estaba. Lejos de subcontratar el servicio de motomandados, como hicieron muchos otros negocios, todos sus integrantes se dedicaron a hacer entrega de pozole y tostadas a domicilio de la forma en que pudieran, hasta en taxi.
“Gracias a Dios, seguimos teniendo ventas con las llamadas, así que eso permitió que la pozolería estuviera en pie. Las entregas las hicieron mis hermanos, mis sobrinos, cuñados, y hasta en taxi, todo lo que pudiera, pero fuimos nosotros mismos, en familia”, recuerda Karina.
Con el tiempo, sus clientes recuperaron la confianza para salir a las calles, pero las cosas no han vuelto a ser como antes. Ante los últimos retrocesos registrados en el semáforo epidémico, Karina espera que la tradición de 36 años siga haciéndole frente a todas las adversidades y que su familia siga unida: actualmente, tres de los seis hermanos se hacen cargo del lugar, pero ya no sólo abren por las tardes, sino que de jueves a domingo abren todo el día, de las 10:00 a las 23:00 horas.
“Mis hermanos también están aquí, pero como es un negocio familiar nos repartimos los días. Somos tres hermanos los que estamos aquí”.
Buscan cumplir con las medidas sanitarias
Desde marzo de 2019, los comerciantes del mercado Pablo Torres Burgos, ubicado en la colonia del mismo nombre, han tenido que hacer frente a la pandemia tratando de cumplir con las medidas sanitarias impuestas por las autoridades. En colaboración con el ayuntamiento, hoy cuentan con varios tinacos colocados en los accesos a los pasillos que integran el complejo comercial, a cargo de los vendedores.
“Hay que seguir siempre las normas. Tratamos de limpiar siempre, de usar gel antibacterial, usar el cubrebocas, lavarnos las manos. Y siempre, antes de que se sienten, le pedimos a la gente que se lave las suyas. El ayuntamiento nos dio el tinaco, así que nosotros le ponemos agua y jabón y el mercado se lava todos los días. Siempre tratamos de ser limpios”, afirma Karina Herrera.
Ciertamente, la Pozolería Karina, nombrada así en su honor, es hoy por hoy uno de los locales con más clientela, gracias a su ubicación y la receta familiar del pozole, heredada a las nuevas tradiciones desde la tía abuela que le enseñó a doña Zenaida.
Zenaida, una emprendedora
Cuando sirve un plato de pozole, Karina también presume la tinga de pollo, que se prepara con un toque de chipotle y piloncillo; la patita de res con zanahoria, y la carne de puerco. Son las opciones para comerse las tostadas que suelen acompañar un plato de pozole.
El pozole es blanco, sin más ni menos trucos, tal como le enseñó a prepararlo su madre. Hoy, Zenaida, de 72 años de edad, está en casa. No ha dejado de trabajar, ya que sigue dando órdenes desde el hogar, pero ha sabido llegar a la etapa de su vida en que puede permitirse descansar tras años de trabajo incansable, gracias a la familia que sacó adelante, con sus hijas Silvia, Leticia, Karina y Rocío, y sus hijos José Antonio y Moisés. Todos con los apellidos Herrera Martínez.
“Ella fue emprendedora, una mujer muy fuerte y muy emprendedora, a tal grado que logró sacar adelante a cuatro mujeres y dos hombres”, dice con orgullo Karina.
Pozole, el platillo por excelencia
Del náhuatl “pozolli” (hervido, espumoso), el pozole es uno de los platillos tradicionales mexicanos por excelencia, particularmente protagonista de fiestas y eventos y festividades patrias, pero presente todos los días de la vida: sea el lugar al que vayas, siempre habrá al menos un establecimiento donde se venda pozole.
El platillo tradicional consiste en un caldo preparado a base de granos de maíz de un tipo conocido como cacahuazintle, al que se agrega carne de pollo o de cerdo como ingrediente secundario. Esta es su preparación básica, pero existen variantes, como el pozole verde, propio del estado de Guerrero; o el rojo, común en estados como Sonora, Sinaloa, Nayarit, Guanajuato, Jalisco y Tlaxcala. Además de la carne, el caldo se puede acompañar con orégano, chile, aguacate, lechuga y chicharrón.
El pozole fue mencionado por primera vez en el Códice Florentino del siglo XVI por Bernardino de Sahagún. En tierras aztecas, el platillo era consumido sólo en ocasiones especiales, ya que el maíz era una planta sagrada.
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