En el estado de Morelos se alza Tepoztlán, un pueblo mágico que amalgama la riqueza de su pasado prehispánico con la vitalidad de su presente. Es un destino turístico donde la aventura y la conexión con la naturaleza te invitan a vivir una experiencia única: recorrer sus paisajes en bicicleta para luego ser recibido por venados de cola blanca que parecen salidos de una fábula.
Pedalear por calles empedradas y de terracería es un cóctel de emoción y cautela. Si, como yo, eres un principiante en esto de andar en bici, cada piedra en el camino se convierte en un pequeño desafío, una prueba para tu equilibrio y tu destreza. Las llantas crujen y rebotan en el suelo irregular mientras vas aprendiendo a navegar las imperfecciones del suelo.
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Lo que se aprecia en este escenario de calles silenciosas, casi desiertas de tráfico motorizado, es la magnífica intimidad que se genera entre el ciclista y la naturaleza circundante. Los vehículos son escasos, permitiéndote escuchar el rumor del viento en las hojas de los árboles y el canto de las aves. En el trayecto, los paisajes: las fachadas de las casas, dignas de fotografía, o las cruces antiguas en el camino que solían marcar los límites del pueblo.
A medida que avanzas te das cuenta de que el viaje no es solo físico, sino también una travesía interior que te enfrenta con tus propias limitaciones y te invita a superarlas, pedaleo a pedaleo. En el Valle de Atongo, cada vuelta de rueda es un acercamiento más profundo al alma del lugar y, quizás, un poco más a ti mismo.
Tepoztlán Adventures es un proyecto que se especializó en ofrecer recorridos en bicicleta por este pueblo mágico. "Estamos de ocho de la mañana a cinco de la tarde, viernes, sábados y domingos, y días festivos", me cuenta Adrián Cortés.
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No es casualidad; las rutas que atraviesan el Valle de Atongo y culminan en la cascada, el mirador y el Santuario de los Venados añaden un toque extraordinario a la visita.
El valle de Atongo está enclavado entre formaciones montañosas y es parte de la riqueza natural que rodea al pueblo mágico. Su entorno es rural, con extensos campos y áreas naturales que lo convierten en un lugar ideal para actividades al aire libre, como senderismo, paseos en bicicleta y observación de fauna y flora.
"El recorrido básico nos lleva hacia la parte baja del pueblo, hacia el valle. También tenemos rutas más técnicas para ciclistas más experimentados", aclara Adrián.
El proyecto nació en 2012, pero su estructura actual tomó forma en 2015. Desde entonces, ha sido un viaje lleno de pedaleo y exploración.
Para sumergirse en esta experiencia, que inicia en el centro del pueblo, no se requiere ser un deportista de élite. Los caminos varían en dificultad, y para los novatos, Adrián y su equipo ofrecen instrucciones básicas.
"Muchos de nuestros clientes vienen de la Ciudad de México y no están muy acostumbrados a los cambios de velocidad en las bicicletas. Les ajustamos el asiento, revisamos los frenos y les damos indicaciones generales", explica.
El bosque de los venados
Lo que hace realmente único a este recorrido es su destino final: el Santuario de los Venados, un espacio donde la naturaleza se mantiene prácticamente intacta, a cargo de Fausto Almazán.
"Aquí tienes el privilegio de verlos de cerca. Incluso puedes darles de comer con tu mano", dice Fausto.
El santuario también es el hogar de una serie de pinturas rupestres y un mirador con vistas al valle, un complemento perfecto para una jornada de ciclismo.
"La intención de este espacio es para que haya un lugar donde puedan venir a ver este tipo de venados, que son silvestres y hay muy pocos", añade Fausto.
El costo de la entrada al santuario es de 20 pesos, una tarifa que muchos consideran simbólica para lo que ofrece: la oportunidad de interactuar con estos hermosos animales, subir al mirador y visitar la cascada.
Tepoztlán es un lugar que desafía las expectativas, que te invita a pedalear entre su historia y su naturaleza para culminar en un encuentro íntimo con su fauna. Una experiencia que no se agota en el simple turismo, sino que se convierte en un relato personal de descubrimiento y conexión con el entorno. No solo regresas con fotografías, sino con la sensación de haber sido parte de un lugar que, pese a su fama mundial, conserva su esencia pura y su magia intacta.
"Es como que el tiempo no ha pasado", concluye Fausto.
Y es que, en Tepoztlán, el tiempo se detiene para que tú puedas seguir avanzando, aunque sea sobre dos ruedas.
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