Entre el olor alegre de la barbacoa y la picante fragancia de chiles secos, en el mercado municipal de Cuautla y las cuatro calles que lo rodean hay un tesoro gastronómico que las comerciantes exhiben en pequeñas tinas de plástico. Con sus seis patas caminan en las tinitas, en cuyo centro suele haber un cono de papel o plástico que se eleva como una pirámide diminuta.
"Lleve sus chumiles, joven. ¿Quiere probarlos?", dice una mujer sosteniendo un montón en la mano izquierda.
Los chumiles (jumiles) son insectos comestibles pertenecientes a los escarabajos estafalínidos. Son muy pequeños, generalmente oscuros y se encuentran en diversas regiones de México, pero especialmente en Guerrero.
Andrés los recolecta en el Cerro del Tamarindo, en Iguala, Guerrero, y cada vez que le es posible los viene a vender al mercado. Es proveedor de varias comerciantes que luego los acomodan en sus tinitas de colores, con el cono de papel o el vaso de unicel, para ofrecérselos a los marchantes.
"El cerro es como un santuario. Allá llegan por temporadas, nada más. En el mes de noviembre es cuando empiezan a caer como enjambre, en medio de la hierba y en los pedregales. Nosotros vamos levantando la piedrita y sacudiéndola, y así es como se junta el chumil", explica Andrés.
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Los chumiles forman parte de la amplia variedad de insectos comestibles que se han consumido en México desde tiempos prehispánicos: las culturas maya y azteca los incluían en su dieta debido su disponibilidad, su valor nutricional y su sabor. Su nombre náhuatl es xotlimilli, que significa chinche del monte, y su nombre científico es Atisis taxcoensis, lo que da indicios de la zona en que los hay en abundancia. En noviembre, el pueblo de Taxco celebra la Feria del Jumil, una oda a la riqueza cultural de este alimento, en que los habitantes presumen sus mejores platillos.
¿El alimento del futuro?
Su sabor es ácido, perfecto para la salsa, pero en un taco de guacamole no saben nada mal.
Ángela compra pocos porque a sus hijos no les gusta el sabor que tienen, pero a ella y a su esposo sí; “así que ni modo, ellos se lo pierden”, dice Ángela y mete su ración recién comprada a la bolsa.
"Quien sabe comerlos solos, puede hacerlo; si no, en salsa", dice Norma Alanís, vendedora de Ángela, clienta de Andrés.
Se comen crudos o tostados, molidos o mezclados con sal y chile y dicen que son la comida del futuro.
En 2022, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura recomendó incluir insectos comestibles en la dieta global debido a las buenas perspectivas que presentan para la seguridad alimentaria y los medios de vida por cuatro razones principales:
- Son nutritivos (ofrecen energia, grasa, proteínas y fibra y, dependiendo del insecto, distintas cantidades de micronutrientes como el zinc, el calcio y el hierro).
- Son ecológicamente sostenibles. Ofrecen posibilidades económicas (el chumilero Andrés, que se despierta todos los días a las cinco de la mañana para subir el cerro, es un claro ejemplo).
- Son un recurso hasta ahora infrautilizado.
"Necesitamos soluciones innovadoras para satisfacer la demanda mundial de proteína y otras fuentes alimenticias nutritivas, y la cría de insectos ofrece una oportunidad para ayudar a satisfacer esta demanda creciente", dijo la FAO en septiembre de 2022.