Desde finales de la década de 1960, Scooby Doo ha formado parte de la cultura popular no sólo de Estados Unidos, sino también de otros países. A varias generaciones nos resulta fácil identificar a Scooby, Shaggy y el resto de los personajes que viajaban en “La máquina del misterio”, pero también un elemento recurrente de la serie, las Scooby Galletas. Con ellas, Shaggy y Scooby tomaban valor para servir de carnada en ciertas misiones y, aunque nacieron en la ficción, hoy son un producto real.
Jaime Rodríguez sabe de esto. Durante varios años, Jaime y su familia se han dedicado a llevar a varias partes del país productos que han aparecido en el cine y la televisión pero consumibles en la vida real. Las Scooby Galletas, fabricadas por Kellog’s, son sólo uno de ellos, pero la lista es larga.
“Tenemos una gran variedad de dulces, la mayoría japoneses. El ramen coreano, que ahorita está de moda, y algunos otros como las papas de sabores no tan comunes para los mexicanos: de pulpo, camarón, mariscos y algunos otros”, explica Jaime.
Estos productos son elaborados por marcas internacionales y traerlos a México puede constituir toda una hazaña, especialmente durante una época tan difícil como la que inició la pandemia.
“Ahorita es un poco complicado, porque con la pandemia se escaseó todo el producto. Hay muchos problemas para introducirlos al país, entonces es un poco complicado conseguir variantes. Se tarda mucho un producto para entrar y después desaparecer un poco, en dos o tres meses, hasta que volvemos a tener en el mercado”, explica.
En el puesto de Jaime es posible encontrar varios tipos de ramen, pero también de chocolates de Willy Wonka, chocolate con tocino traído de Los Simpson y el cereal que comía Andy en la primera película de la saga de Chucky, “Child’s Play” (1988).
Generalmente, los productos de este tipo sólo pueden comprarse a través de internet y fuera del país, en parques temáticos o eventos especiales, un trabajo que esta familia facilita a los fanáticos al visitar sus comunidades en festivales de anime y actividades temáticas.
“Es un impulso muy grande porque mueve la economía. Nos da trabajo a todos, porque podemos ofrecer nuestros productos”, dice Jaime.
El precio de los productos es definitivamente más alto que el de un similar que puede encontrarse en otra tienda o supermercado y, por lo general, es algo por lo que sólo están dispuestos a pagar verdaderos fanáticos y coleccionistas.
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