El gusto por el dibujo lo llevó a convertirse en paisajista. En una de las banquetas de calle Hidalgo cada tarde convierte simples cucharas en escenarios de coloridas vistas, platos en lienzos de óleo que han sido trasladados no solo a entidades del país, sino a continentes como Estados Unidos, Europa y Asia.
Javier López comenzó a pintar cuadros en miniatura de 9 centímetros por 20 en 1985, ahora lo hace en cucharas, platos y ha elaborado murales en Cuernavaca y en Chiapas.
“La técnica es pintura al óleo con los dedos, dactilograma, o color con los dedos; nosotros le decimos chuscamente dedóleos; o también dadista pues se pinta con los dedos, hay paisajes que se prestan para pintar el cien por ciento con los dedos”, cuenta al tiempo de comenzar a pintar una cuchara con varios colores, naranja, azul, amarillo, y comienzan a formar un paisaje.
Las pinturas son llevadas por su memoria hasta el objeto que pintará, playas con atardeceres como Baja California Sur, Los Cabos, La Paz, Mazatlán, Veracruz, Acapulco, los paisajes verdes de Chiapas, las blancas casas de tejas de Tepoztlán, también son parte de su catálogo que va desde los 70 a 150 pesos la cuchara, hasta 300 pesos el plato, dependiendo del lugar.
Una cuchara le lleva 30 segundos pintarla, que resulta la más básica, en platos hasta media hora, y otros más elaborados hasta en horas; “hay trabajos especiales en los que me tardo varios días, la gente me encargan retratos, figuras de una mascota. Es el caso de una pintura de una camioneta color café que le encargaron desde Texas.
Quedarse en una banqueta para ofrecer sus piezas, dice Javier, es porque quiere que su talento esté al alcance de todos; “si yo pongo mi estudio los precios se elevan, mi obra la puede adquirir cualquiera, mi precio está al alcance de todos”.
Recuerda que una ocasión le pidieron que pintara alcatraces en una prótesis de rodilla, otra en un tornillo de un riel de tren; “un plato de plomo de cristal, sin yo saber el valor del material que estaba yo pintando, es carísimo”
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