La doctora Leonor Pérez Martínez, Jefa del Departamento de Medicina Molecular del Instituto de Biotecnología (IBt), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reconoció que la medicina basada en la biotecnología es el presente y el futuro del país y del mundo, pues se trata de investigaciones que darían nuevas alternativas para solucionar problemas de enfermedades crónicas y ocasionadas por nuevos virus, con insumos que ya se tienen en el ecosistema.
“Es un departamento que aunque desarrolla distintas investigaciones tiene como punto común el desarrollo de estrategias para atender la salud humana; hay un grupo muy fuerte que se ha dedicado al desarrollo de vacunas, otro a caracterizar los componentes de alacranes ponzoñosos como alacranes y víboras y han desarrollado antivenenos logrando salvar miles de vidas en México y el mundo”.
Con sede en la ciudad de Cuernavaca, los investigadores han participado en proyectos para transformar la industria farmacéutica desde la biotecnología considerando el diseño de “anticuerpos cada vez más fino, más específico, en realidad se requiere una investigación y creación de protocolos novedosos”, y más rápidos para atender temas como el virus Covid- y sus variantes.
En el marco del 40 aniversario del IBt, se realizó el simposio “Medicina Traslacional. Del laboratorio a la cama del paciente”, en donde se habló sobre las aportaciones en materia de vacunas contra influenza, el zika, Sars-CoV-2. En el evento participaron 10 líderes académicos que expusieron temas como la cristolografía de proteínas, inmunología, procesos inflamatorios y el desarrollo de enfermedades crónico-degenerativas, venenos, entre otros.
La intención es recuperar también la vocación de México para ser punta de lanza en la producción de vacunas, como ya se producían en el país.
Obesidad igual a enfermedades crónicas, preocupa al IBt
Una persona con obesidad es capaz de desencadenar enfermedades crónicas como la diabetes Tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer, y “recientemente se ha demostrado que puede repercutir en el funcionamiento del cerebro”.
La búsqueda de fármacos con actividad antiinflamatoria de distintas fuentes como plantas y bacterias, y compuestos de animales ponzoñosos, las cuales están en fases preclínicas y clínicas, que pudieran estarse aplicando en humanos en 3 o 5 años ya en el mercado.
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