Cuando era niña pensaba que debajo de las macetas existía un mundo totalmente inexplorado. Encontraba fascinación observando con detalle todo lo que ahí habitaba. Debajo de una maceta puede haber hongos, insectos muy pequeños y cochinillas.
Contrario a lo que podemos pensar, las cochinillas no son insectos, sino más bien crustáceos, y son más cercanas a los camarones que a las hormigas. Su apariencia es muy peculiar, pues tienen cuerpos pequeños y ovalados con segmentos similares a escamas que les permiten enrollarse en una forma de esfera cuando se sienten amenazados, por eso se les llama "bichos bolita".
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Viven en hábitats terrestres, como suelos húmedos. Además, son detritívoros, es decir, se alimentan de materia orgánica en descomposición, por lo que debajo de las macetas lo tienen todo.
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Ayudan a reciclar nutrientes en los ecosistemas terrestres. Utilizan sus mandíbulas especializadas para triturar y consumir estos restos orgánicos. A medida que digieren los materiales extraen nutrientes valiosos, como nitrógeno, fósforo y carbono. Después de la digestión los bichos bolita excretan los nutrientes que se mezclan con el suelo.
Pero su importante labor no termina ahí: a medida que las cochinillas se desplazan por el suelo en busca de alimento, también mezclan los nutrientes reciclados en sus excrementos con el suelo. Esta actividad contribuye a la mejora de la calidad del suelo y a la redistribución de nutrientes en el ecosistema.
Como ya sabemos, estos bichitos son inofensivos para los seres humanos y no representan una amenaza para la salud ni para las plantas del jardín. De hecho, a menudo se consideran criaturas interesantes que se encuentran en todos lados.
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