Ubicada en Avenida Palmira 97, La casa de las cúpulas o popularmente conocida como La casa que se regala es objeto de la mirada de curiosos, quienes se asoman entre la maleza que la cubre.
El inmueble en su tiempo fue una pieza arquitectónica muy bella para la ciudad de Cuernavaca, pero hoy, totalmente en la orfandad, cae sobre ella la creencia de que es un lugar "embrujado".
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De acuerdo con el cronista Carlos Lavín, la casa en mención fue construida en el año 1970 y se le atribuye su posesión al dueño del Teatro Insurgentes de la Ciudad de México.
Se dice que durante su construcción un albañil murió al caerle un bulto de cemento desde el tercer piso, por lo que fue enterrado en los pilares de la casa.
Esta decisión, según se cuenta, la tomó quien dirigía la obra y a partir de ahí se desencadenaron más hechos, pues meses después murió la hija del dueño de la casa, a quien sepultaron en el jardín. Entonces el dolor por la pérdida de su vástaga orilló a los padres a suicidarse, pero antes dejaron como última voluntad que todos los cuerpos fueran llevados al sótano.
Y así nació la leyenda. Con el paso de los años la gente comenzó a creer que la casa estaba maldita y esas historias se fueron alimentando con más relatos de los vecinos del inmueble, ya que aseguraban ver sombras y escuchar voces en La casa de las cúpulas.
Esto hizo que durante años la gente creyera que la casa estaba maldita, aunado a que no se había habitado en años, supuestamente vecinos del lugar aseguraran en diversas ocasiones que se podían ver sombras o incluso oír voces desde la propiedad, sin embargo, esto nunca se pudo comprobar.
A raíz de esto, se dijo durante mucho tiempo que las personas que lograran pasar una noche entera dentro de la casa se convertirían en sus dueñas.
Posteriormente, en 1980 la casa fue adquirida por una empresaria del ramo turístico, pero nuevamente fue vendida y esta vez pasó a manos del pintor José Alberto Zabaleta, aunque nunca vivió ahí, ya que sólo la ocupó como una galería-taller para sus obras.
Lo llamativo del abandono
Fue hasta principios del año 2000 cuando nadie más quiso vivir ahí y lo que había sido una gran casa comenzó a deteriorarse, a tal punto que su aspecto se volvió lúgubre y poco estético.
Una década después y con la construcción de diferentes complejos habitacionales se intentó adquirir para sumarse al condominio Palmira 99, pero por razones ajenas el trato no se concretó.
Durante este periodo la casa se volvió el escondite ideal para aquellas personas amantes de lo paranormal y lo increíble, puesto que superar sus miedos fue el móvil para que todos los días se viera movimiento en el lugar.
“Son puros mitos que se han tejido alrededor de la casa, los jóvenes y muchachos hacían reuniones en las noches para demostrar su valor, algunos se quedaban a dormir y decían que los espantaban, pero puro mito”, dijo Carlos Lavín.
Esto sin dejar de lado a las personas que no contaban con un hogar y buscaban cubrirse del frío o de la lluvia, e incluso para aquellos que buscaban tener un “nidito” de amor, así como una historia de terror que era muy común.
También se cuenta que este sitio ha sido el refugio y escondite de ladrones. Para la apertura del Paso Exprés en 2007, Caminos y Puentes Federales la adquirió. Y fue necesario para alargar el puente Palmira sobre el libramiento cuando este se convirtió en Paso Exprés, y es que la demolición de su entrada imposibilitaba cualquier forma de acceso que no fuera peatonal, por lo que nuevamente la casa quedaría inservible.
Este predio adquirió popularidad de nueva cuenta en 2020, cuando un grupo de cibernautas curiosos a sólo cinco meses de haber iniciado la pandemia por el Covid-19 decidieron que era buena idea realizar una fiesta en La casa que se regala, por lo que a través de redes sociales difundieron la invitación para que solo aquellos valientes pudieran pasar la noche completa en medio de fantasmas, coronavirus y mucha adrenalina.
Dicha fiesta apostaba a tener DJ, shows de diferentes tipos de música, alimentos, así como la presencia de influencers.
Pero no todo salió como se esperaba, pues cuando la noticia llegó a oídos de las autoridades de Protección Civil, las cuales en aquel entonces estaban encabezadas por Gonzalo Barquín Granados, decidieron dar rondines en el lugar con el fin de evitar la propagación del virus, toda vez que estábamos en pleno pico de contagios por la pandemia de Covid-19.
El Sol de Cuernavaca quiso vivir la experiencia, sin embargo, ¿cuál fue la sorpresa? No hubo sustos ni espectros que nos pidieran salir de la mansión.
Lo que sí llama la atención, además del evidente deterioro de la casa, es el terrible y nauseabundo olor que la piscina desprende. Sólo para darte una idea, ésta tiene un color verde bandera, está llena de pasto que creció por los años y por el nulo mantenimiento que ha recibido, basura de todo tipo, desde envoltorios de maquillaje, preservativos, botellas, cajas de medicamento y hasta ropa.
También en el lugar se puede encontrar carteras viejas, partes de autos o motocicletas, incluso hay presencia de algunas jeringas usadas, aunado a la proliferación de insectos, lo que representa un foco de infección.
Todo esto sin contar el apreciable olor a orina que desprenden las orillas de la casa, o los incontables grafitis que cubren de uno a uno lo que en su momento eran paredes blancas.
Sin embargo, al contar con un dueño, las autoridades no han exigido que se le dé mantenimiento, por lo que hasta la fecha continuará siendo un foco de infección, lo cuál verdaderamente sí da terror.
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