/ viernes 12 de julio de 2019

Uso, simbolismo y folklor de las aves. Un diálogo con los saberes locales

Todavía se siguen encontrando datos fascinantes de las interacciones de los humanos con las aves

El grupo de las aves es uno de los mejor conocidos por el humano, manteniendo una relación constante, variada y rica en símbolos y mitos, así como en manifestaciones artísticas presentes en distintas culturas y épocas.

Esta relación histórica fue un elemento clave para que la ornitología surgiera como una disciplina propia desde el siglo XVI en Europa; sin embargo, formaba parte de los estudios zoológicos descriptivos, a los que se consideraba “un pariente pobre del arte herbolario, aunque a los animales también se les tenía por compañeros inmediatos y auxiliares del hombre, porque ofrecían útiles lecciones morales y porque algunos de ellos ejercían una fascinación exótica o simbólica".

Ya fue en el siglo XIX y hasta la actualidad, que varios conceptos y teorías biológicas tuvieran como fuente original el estudio de las aves, tanto en aspectos ecológicos, fisiológicos, etológicos, biogeográficos, entre muchos otros. También en ese momento, la ornitología, se desarrolla en México.

Es en esa tradición donde todavía se siguen encontrando datos fascinantes de las interacciones de los humanos con las aves, así uno puede recurrir a los textos de Aldrovandi, el conde de Buffon, y ya más en lo local, a los diversos estudios publicados en la Revista “La Naturaleza”, para recuperar esas pequeñas historias, las narrativas propias de las cosmovisiones construidas a través de los mitos y de la atribución de recursos simbólicos.

Es en este contexto que hago algunos comentarios a este nuevo libro escrito por la Dra. Lourdes Navarijo, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM, y profusamente ilustrado por las acuarelas de Albino Luna, llamado: “Aves: Uso, simbolismo y folklor”, quién recupera esa tradición, de entablar diálogo con los saberes locales, para recuperar fragmentos de historias de nuestra larga relación con las aves y lograr ensamblarlo en este nuevo libro, de su, ya de por sí, vasta e importante producción académica.

Por sus páginas se logra recrear nuestra atención sobre las aves del mundo; así transitan el emú y el kiwi; nos recuerda nuestra vieja deuda en una de las dramáticas extinciones provocadas por la ignorancia humana, la del dodó; o bien retoma la cercanía con grupos como el de los patos, con las diversas gallináceas, incluido nuestro viejo conocido el guajolote; o bien los pericos, que son tratados de forma más genérica, pues tienen demasiadas historias, y, tal vez, ese grupo requiera de un libro para ellos solos. También encontramos a los flamencos y, en general, una diversidad de aves, sean acuáticas o terrestres, sean vadeadoras o zambullidoras; carnívoras u omnívoras, de diversos puntos del planeta, y así hasta cubrir registros de 27 órdenes de aves, es decir que prácticamente de la mayoría de los órdenes conocidos en la taxonomía clásica, se encontró una historia que contar.

El carácter extensivo del libro de la Dra. Navarijo, en tanto buscó abarcar lo más posible de todas las aves, deja un poco de lado los datos producidos por las antiguas culturas mexicanas. Aunque en varios de sus trabajos previos, como los que se encuentran en los relativos a la pintura mural mesoamericana, se puede hallar la información respectiva.

En suma, los textos del libro en comento, nos hablan de que todas las culturas tienen una serie de saberes, basados en la observación y el conocimiento, estableciendo diversas relaciones, que van desde la alimentaria y la medicinal, hasta la conformación de medios económicos y tecnológicos; así como de su integración en el arte y la religión, como un componente de la cosmovisión.

Sin embargo, hasta el momento, continua la pregunta de si varias de estas culturas antiguas particularizaban sus objetos de estudio, por tanto, si especializaban sus métodos de estudio o cuáles eras sus formas de verificación. Por algunas de sus evidencias, sean representaciones o restos orgánicos, así como la evidencia etnográfica, nos permite reconocer esos saberes, pero poco sabemos sobre sus formas de producción y transmisión dentro de las sociedades. Lo poco que se conoce en detalle, proviene de las fuentes históricas, por tanto, son aspectos que seguirán formando parte de la agenda de investigación para disciplinas como la arqueozoología, la etnozoología, y la propia historia de la ciencia.

El libro de la Dra. Navarijo, hace además en la parte introductoria un breve y sustancioso resumen sobre los parámetros en los que ellas se basó para determinar los componentes de uso, simbolismo y folklor, así como para ubicarlos dentro del contexto biocultural, aspecto que hace el libro muy pertinente en el momento actual, aspecto en el que me extenderé un poco más, retomando algunas ideas que ya he expuesto previamente.

En años recientes, se formuló el concepto de lo biocultural como parte de los debates y las prácticas de la etnobiología y la etnoecología, de manera central. Ello responde, sobre todo, a la necesidad de redefinir un campo de estudio donde las fronteras entre lo natural y lo cultural se van difuminando, mismas que habían sido muy bien delimitados por los paradigmas originados en la ilustración científica, los que separaban e incluso oponían lo cultural y lo natural.

En pleno Antropoceno, lo natural se va reduciendo, modificando y adaptando en la medida que las poblaciones humanas predominan en el mundo. Mientras que en lo cultural se reconoce a la diversidad como uno de sus rasgos fundamentales, lo que incluye desde las culturas no humanas, hasta las de las poblaciones humanas en las grandes urbes o bien ubicadas en los espacios más aislados e inhóspitos, pero donde todas expresan las adaptaciones de las poblaciones a la diversidad de ambientes y territorios existentes en el planeta.

En tal sentido, lo biocultural se refiere al universo que generan las interacciones recíprocas entre los seres humanos y su medio ambiente, donde la fauna es un componente básico. Lo biocultural se refiere, también, a una serie de prácticas que han permitido a nuestra especie controlar, modificar y adaptar el entorno a las diversas necesidades, en diversos tiempos y espacios, lo que además incluye las interpretaciones que existen de ese entorno, aspectos que son incorporados en sus formatos de cosmovisiones o imaginarios. Por tanto, es también el reconocimiento de la existencia de una multiplicidad de saberes y de la necesidad de entablar diálogos horizontales y equitativos entre ellos.

Estos entornos y sus transformaciones debido a la acción humana, son así los objetos de estudio biocultural. Estas interacciones tienen un componente cronológico que nos permite explorar una visión más completa y dinámica, esto es explorar la dinámica de cambio y persistencia en el aprovechamiento de los recursos faunísticos por parte de las culturas. En tal sentido, se rompen las ataduras tradicionalistas de que lo arqueobiológico estudia el pasado y lo etnobiológico estudia el presente, por lo que necesariamente debe generarse un marco interdisciplinario para su estudio, donde confluyen la lingüística, la historia, la arqueología, la geografía, la genética, entre otras, por lo que sus unidades de estudio abarcan distintas escalas que van del gen a las poblaciones, y las comunidades, que incluye la tradicional división en los grandes grupos “naturales”: plantas, animales y hongos, cada uno con sus propias divisiones. De esta manera, se abarcan todos los niveles de la diversidad biológica y cultural

Por tanto, recurrir al universo biocultural, puede proporcionar nuevos puntos de vista, en tanto se observa el entorno como un sistema ecológico, escenario donde se desarrollan las actividades humanas, pero donde podemos combinar la perspectiva diacrónica, el comparativo geográfico y cultural para obtener un escenario más completo acerca de las diversas tradiciones que generan las culturas.

Los procesos de adaptación a los ambientes locales dieron lugar, también, al surgimiento de diversas estrategias de subsistencia, como la caza y la recolección, la agricultura, la pesca y las economías mixtas. Estas prácticas fueron un componente central para producir las tradiciones culturales, es decir las prácticas específicas que se transmiten de forma generacional y territorial, a partir de las que algunas de ellas se extendieron y dominaron regiones, mientras que otras se preservaron sólo como culturas locales, pero todas ellas dejaron huellas en las manifestaciones materiales y donde se evidencia el cambio y la persistencia en estas tradiciones culturales.

Reconocer estos procesos históricos para el manejo y la domesticación del medioambiente, de cómo la diversidad biológica se incorpora a la cotidianeidad humana y adquiere una impronta cultural, donde los recursos naturales adquieren significaciones diversas, que van desde cubrir los aspectos más básicos y utilitarios, ya sea como recurso alimentario o terapéutico, o bien como materia prima para la elaboración de artefactos, e incluso adquiere atributos simbólico-religiosos. Con lo cual, todos estos organismos también se pueden analizar como elementos bioculturales, por cuanto son un objeto de estudio donde interactúan tanto su origen como su forma de obtención, al hacer parte de un ambiente o hábitat, a la vez que están determinados por los valores que se les asignan como parte del proceso cultural de las sociedades.

Por tanto, la información de las aves contenida en el libro nos aporta información importante para entender a estos animales como parte de un sistema biocultural dinámico, que nos permite explorar desde los procesos de cambio y persistencia en su aprovechamiento hasta los procesos donde se asumen como parte de un patrimonio, ya sea de carácter material o inmaterial. Aspectos de gran relevancia para los ornitólogos, o pajareros, así como del público interesado, los que seguramente disfrutarán con la lectura de este libro.

Para leer más:

  • Navarijo Ornelas, M. L. 2019. Aves: uso, simbolismo y folklor. Instituto de Biología, UNAM.
  • Ramos Roca E & E. Corona-M 2017. La importancia de diversas, complementarias y comparativas miradas en la investigación sobre las interacciones entre los humanos y la fauna en América Latina. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28:13-29. DOI:10.7440/antipoda28.2017.01, ISSN: 1900-5407
  • Corona-M. E. 2017. Cuatro perspectivas de las interacciones humano-fauna en Mesoamérica, Archaeobios 11: 3-9.

El grupo de las aves es uno de los mejor conocidos por el humano, manteniendo una relación constante, variada y rica en símbolos y mitos, así como en manifestaciones artísticas presentes en distintas culturas y épocas.

Esta relación histórica fue un elemento clave para que la ornitología surgiera como una disciplina propia desde el siglo XVI en Europa; sin embargo, formaba parte de los estudios zoológicos descriptivos, a los que se consideraba “un pariente pobre del arte herbolario, aunque a los animales también se les tenía por compañeros inmediatos y auxiliares del hombre, porque ofrecían útiles lecciones morales y porque algunos de ellos ejercían una fascinación exótica o simbólica".

Ya fue en el siglo XIX y hasta la actualidad, que varios conceptos y teorías biológicas tuvieran como fuente original el estudio de las aves, tanto en aspectos ecológicos, fisiológicos, etológicos, biogeográficos, entre muchos otros. También en ese momento, la ornitología, se desarrolla en México.

Es en esa tradición donde todavía se siguen encontrando datos fascinantes de las interacciones de los humanos con las aves, así uno puede recurrir a los textos de Aldrovandi, el conde de Buffon, y ya más en lo local, a los diversos estudios publicados en la Revista “La Naturaleza”, para recuperar esas pequeñas historias, las narrativas propias de las cosmovisiones construidas a través de los mitos y de la atribución de recursos simbólicos.

Es en este contexto que hago algunos comentarios a este nuevo libro escrito por la Dra. Lourdes Navarijo, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM, y profusamente ilustrado por las acuarelas de Albino Luna, llamado: “Aves: Uso, simbolismo y folklor”, quién recupera esa tradición, de entablar diálogo con los saberes locales, para recuperar fragmentos de historias de nuestra larga relación con las aves y lograr ensamblarlo en este nuevo libro, de su, ya de por sí, vasta e importante producción académica.

Por sus páginas se logra recrear nuestra atención sobre las aves del mundo; así transitan el emú y el kiwi; nos recuerda nuestra vieja deuda en una de las dramáticas extinciones provocadas por la ignorancia humana, la del dodó; o bien retoma la cercanía con grupos como el de los patos, con las diversas gallináceas, incluido nuestro viejo conocido el guajolote; o bien los pericos, que son tratados de forma más genérica, pues tienen demasiadas historias, y, tal vez, ese grupo requiera de un libro para ellos solos. También encontramos a los flamencos y, en general, una diversidad de aves, sean acuáticas o terrestres, sean vadeadoras o zambullidoras; carnívoras u omnívoras, de diversos puntos del planeta, y así hasta cubrir registros de 27 órdenes de aves, es decir que prácticamente de la mayoría de los órdenes conocidos en la taxonomía clásica, se encontró una historia que contar.

El carácter extensivo del libro de la Dra. Navarijo, en tanto buscó abarcar lo más posible de todas las aves, deja un poco de lado los datos producidos por las antiguas culturas mexicanas. Aunque en varios de sus trabajos previos, como los que se encuentran en los relativos a la pintura mural mesoamericana, se puede hallar la información respectiva.

En suma, los textos del libro en comento, nos hablan de que todas las culturas tienen una serie de saberes, basados en la observación y el conocimiento, estableciendo diversas relaciones, que van desde la alimentaria y la medicinal, hasta la conformación de medios económicos y tecnológicos; así como de su integración en el arte y la religión, como un componente de la cosmovisión.

Sin embargo, hasta el momento, continua la pregunta de si varias de estas culturas antiguas particularizaban sus objetos de estudio, por tanto, si especializaban sus métodos de estudio o cuáles eras sus formas de verificación. Por algunas de sus evidencias, sean representaciones o restos orgánicos, así como la evidencia etnográfica, nos permite reconocer esos saberes, pero poco sabemos sobre sus formas de producción y transmisión dentro de las sociedades. Lo poco que se conoce en detalle, proviene de las fuentes históricas, por tanto, son aspectos que seguirán formando parte de la agenda de investigación para disciplinas como la arqueozoología, la etnozoología, y la propia historia de la ciencia.

El libro de la Dra. Navarijo, hace además en la parte introductoria un breve y sustancioso resumen sobre los parámetros en los que ellas se basó para determinar los componentes de uso, simbolismo y folklor, así como para ubicarlos dentro del contexto biocultural, aspecto que hace el libro muy pertinente en el momento actual, aspecto en el que me extenderé un poco más, retomando algunas ideas que ya he expuesto previamente.

En años recientes, se formuló el concepto de lo biocultural como parte de los debates y las prácticas de la etnobiología y la etnoecología, de manera central. Ello responde, sobre todo, a la necesidad de redefinir un campo de estudio donde las fronteras entre lo natural y lo cultural se van difuminando, mismas que habían sido muy bien delimitados por los paradigmas originados en la ilustración científica, los que separaban e incluso oponían lo cultural y lo natural.

En pleno Antropoceno, lo natural se va reduciendo, modificando y adaptando en la medida que las poblaciones humanas predominan en el mundo. Mientras que en lo cultural se reconoce a la diversidad como uno de sus rasgos fundamentales, lo que incluye desde las culturas no humanas, hasta las de las poblaciones humanas en las grandes urbes o bien ubicadas en los espacios más aislados e inhóspitos, pero donde todas expresan las adaptaciones de las poblaciones a la diversidad de ambientes y territorios existentes en el planeta.

En tal sentido, lo biocultural se refiere al universo que generan las interacciones recíprocas entre los seres humanos y su medio ambiente, donde la fauna es un componente básico. Lo biocultural se refiere, también, a una serie de prácticas que han permitido a nuestra especie controlar, modificar y adaptar el entorno a las diversas necesidades, en diversos tiempos y espacios, lo que además incluye las interpretaciones que existen de ese entorno, aspectos que son incorporados en sus formatos de cosmovisiones o imaginarios. Por tanto, es también el reconocimiento de la existencia de una multiplicidad de saberes y de la necesidad de entablar diálogos horizontales y equitativos entre ellos.

Estos entornos y sus transformaciones debido a la acción humana, son así los objetos de estudio biocultural. Estas interacciones tienen un componente cronológico que nos permite explorar una visión más completa y dinámica, esto es explorar la dinámica de cambio y persistencia en el aprovechamiento de los recursos faunísticos por parte de las culturas. En tal sentido, se rompen las ataduras tradicionalistas de que lo arqueobiológico estudia el pasado y lo etnobiológico estudia el presente, por lo que necesariamente debe generarse un marco interdisciplinario para su estudio, donde confluyen la lingüística, la historia, la arqueología, la geografía, la genética, entre otras, por lo que sus unidades de estudio abarcan distintas escalas que van del gen a las poblaciones, y las comunidades, que incluye la tradicional división en los grandes grupos “naturales”: plantas, animales y hongos, cada uno con sus propias divisiones. De esta manera, se abarcan todos los niveles de la diversidad biológica y cultural

Por tanto, recurrir al universo biocultural, puede proporcionar nuevos puntos de vista, en tanto se observa el entorno como un sistema ecológico, escenario donde se desarrollan las actividades humanas, pero donde podemos combinar la perspectiva diacrónica, el comparativo geográfico y cultural para obtener un escenario más completo acerca de las diversas tradiciones que generan las culturas.

Los procesos de adaptación a los ambientes locales dieron lugar, también, al surgimiento de diversas estrategias de subsistencia, como la caza y la recolección, la agricultura, la pesca y las economías mixtas. Estas prácticas fueron un componente central para producir las tradiciones culturales, es decir las prácticas específicas que se transmiten de forma generacional y territorial, a partir de las que algunas de ellas se extendieron y dominaron regiones, mientras que otras se preservaron sólo como culturas locales, pero todas ellas dejaron huellas en las manifestaciones materiales y donde se evidencia el cambio y la persistencia en estas tradiciones culturales.

Reconocer estos procesos históricos para el manejo y la domesticación del medioambiente, de cómo la diversidad biológica se incorpora a la cotidianeidad humana y adquiere una impronta cultural, donde los recursos naturales adquieren significaciones diversas, que van desde cubrir los aspectos más básicos y utilitarios, ya sea como recurso alimentario o terapéutico, o bien como materia prima para la elaboración de artefactos, e incluso adquiere atributos simbólico-religiosos. Con lo cual, todos estos organismos también se pueden analizar como elementos bioculturales, por cuanto son un objeto de estudio donde interactúan tanto su origen como su forma de obtención, al hacer parte de un ambiente o hábitat, a la vez que están determinados por los valores que se les asignan como parte del proceso cultural de las sociedades.

Por tanto, la información de las aves contenida en el libro nos aporta información importante para entender a estos animales como parte de un sistema biocultural dinámico, que nos permite explorar desde los procesos de cambio y persistencia en su aprovechamiento hasta los procesos donde se asumen como parte de un patrimonio, ya sea de carácter material o inmaterial. Aspectos de gran relevancia para los ornitólogos, o pajareros, así como del público interesado, los que seguramente disfrutarán con la lectura de este libro.

Para leer más:

  • Navarijo Ornelas, M. L. 2019. Aves: uso, simbolismo y folklor. Instituto de Biología, UNAM.
  • Ramos Roca E & E. Corona-M 2017. La importancia de diversas, complementarias y comparativas miradas en la investigación sobre las interacciones entre los humanos y la fauna en América Latina. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 28:13-29. DOI:10.7440/antipoda28.2017.01, ISSN: 1900-5407
  • Corona-M. E. 2017. Cuatro perspectivas de las interacciones humano-fauna en Mesoamérica, Archaeobios 11: 3-9.

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