Hola queridos lectores… por un momento creí que no podría cumplir mi compromiso con ustedes. Para mí, el hecho de escribir en estos momentos es muy importante. Es uno de los instantes que más disfruto. Sólo les puedo decir que cuiden mucho de su salud. Cuando no hay condiciones físicas, las situaciones se tornan un poco más complicadas. Así que cuiden mucho la salud porque hay dos cosas que nunca deben faltar. La salud y la familia. Son dos de los elementos más preciados que un ser humano posee.
Estamos a días de que concluya el mes de marzo. Inició el mes de la primavera y hay muchas razones de sobra para seguir en la lucha.
Continuamos escribiendo de aquellas mujeres guerreras que no se dejan vencer ante las adversidades.
Las mujeres revolucionarias siempre han existido. Desde las primeras civilizaciones hasta nuestros días.
Campesinas, pintoras, escritoras, poetisas, científicas, líderes de comunidades, luchadoras sociales y loables amas de casa. Todas ellas han dejado una huella en nuestra memoria.
Hay una en especial que se vistió de hombre y se hizo llamar Ángel. Aunque en realidad se llamaba Ángela Jiménez.
Ángela nació en 1886 en Santa María Jalapa del Marqués, Oaxaca. Sin duda una mujer que estaba dispuesta a defender su vida y la de los suyos, a costa de su propia vida. Su valentía y tenacidad, dos cualidades que tiempo después hizo notar luego un incidente que la impulsó a adoptar una doble identidad.
Una tarde, de manera sorpresiva. Un grupo de soldados entraron a su casa para buscar rebeldes. Eran tiempos de plena Revolución Mexicana. Así que era muy común que los hombres de uniformes pulcros y armas trataran de aprovechar el movimiento para intimidar a las mujeres del hogar.
Para Ángela fue una terrible experiencia observar cómo un grupo de uniformados irrumpieron su morada y con lujo de violencia intentaron violar a su hermana, quien al no resistir que ultrajaran su inocencia, primero disparó a uno de los agresores para después ella misma darse un tiro.
Este fue un hecho que la marcaría de por vida. En su cuerpo brotó la impotencia.
La mujer, después de presenciar dicha escena juró matar federales. Pero para ello había planeado en un plan. Decidió burlarse del enemigo vistiéndose de hombre para convertirse en Ángel y unirse a la revolución.
Se convierte en revolucionaria
Ella pasó por diversos niveles. Fue cocinera. Soldadera y hasta experta explosivos. Pero su gran templanza, la llevaron a ser nombrada teniente.
Salió de su tierra, Oaxaca para luchar al lado de los villistas y zapatistas.
Sin embargo, su fragilidad la dejaría al descubierto cuando en uno de esos enfrentamientos, resultó herida de bala. Instante en el que deja al ejército y viaja a Texas. Estableciéndose poco después en California, Estados Unidos.
Su vivencia en el territorio vecino del norte, hizo que Ángela comprendiera de otro tipo de injusticias. La de la discriminación racial. La de aquellos paisanos que dejan su tierra para buscar mejores oportunidades.
Así fue como fundó la organización Veterano de la Revolución en California.
Ángela, se asemeja al personaje de Jesusa Palancares
Ángela inspiró personajes. Inspiró a mujeres. Y eso pasó con la historia que escribió Elena Poniatowska. Se cree que la escritora tomó como ejemplo a la oaxaqueña para moldear al personaje de Jesusa Palancares en la novela “Hasta no verte, Jesús mío”.
Jesusa y Ángela comparten ciertos matices similares. Las dos nacieron en Oaxaca y combatieron por la causa revolucionaria. Solo que Jesusa tuvo un destino diferente porque ella primero se casó con un militar. Al quedar viuda se queda en la gran metrópoli, Ciudad de México y trabaja como obrera en algunas fábricas. Sirvienta y lavandera.
Como bien lo hemos señalado con anterioridad, la aportación de las mujeres en el campo de guerra. En los movimientos intelectuales y de combate a los atropellos siempre provoca transformación constante. Y Ángela fue una razón de cambio en la mentalidad de muchas mexicanas. Que sirva de modelo esta mujer que murió y combatió por una mejor patria.
Y yo hoy me quedo con este pensamiento que les comparto. Es algo que escribió Ricardo Flores Magón:
“Si el hombre es esclavo, vosotros lo sois también. La cadena no reconoce sexos; la infamia que avergüenza al hombre os infama de igual modo a vosotras. No podéis sustraeros a la vergüenza de la opresión; la misma garra que acogota al hombre os extingue a vosotras, necesario es, pues, ser solidario con gran contienda de la felicidad... ¿Qué no entendéis de política? No es esta una cuestión de política es una cuestión de vida o muerte...” Regeneración (1904)